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El convidado de piedra de Piñera

Marcelo Toro
Por : Marcelo Toro Abogado y profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Chile.
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La alentadora designación de un político, Lavín, en flagrante contraste con la de un tecnócrata, Moreno, revela que el Presidente no entiende un huevo de política y que el nombramiento de Lavín respondió a la compensación u otra transacción interna y nada más.


Andrés Tagle, flamante nombramiento de Piñera en Codelco, es experto electoral de la UDI y cercano a Jovino Novoa. En el mundo privado se le conoce como “el señor de las Isapres”, ha estado en el sector inmobiliario, seguros de vida, seguros de salud, rentas vitalicias y ese tipo de cosas, pero de minas nada. Es imposible no acordarse de Allamand cuando preguntado por Fernando Paulsen por la experiencia que tenía Alfredo Moreno en materia de relaciones exteriores, contestó lacónico, pero lleno de sorna: “¡je…, bueno… nada!”

Aparte de los conflictos de interés, el gran convidado de piedra de los políticos de derecha es la política. Especialmente los gremialistas. Jaime Guzmán tomó de Primo de Rivera, a través de su maestro Jaime Eyzaguirre, una de las ideas más disparatadas que hayan surgido en occidente: un parlamento de “gremialistas” que no representaran intereses facciosos. Ni él, ni Javier Condé, ni ninguno de sus discípulos después, pudo jamás dar con una explicación coherente de por qué sólo los partidos políticos devenían en grupos facciosos y por qué éstos no “podían” surgir al interior de los gremios. Afortunadamente para esta gente, Aristóteles no siquiera puede revolcarse en su tumba, porque a estas alturas ni cenizas quedan.

[cita]La infección de Chicago se le pegó a Piñera y ha sido una más persistente que las intrahospitalarias.[/cita]

¿Estoy diciendo entonces que la de Tagle fue una mala decisión? Muy por el contrario. Estoy diciendo que la designación de Moreno fue una muy mala y, en la misma cuerda, que la de Lavín fue la más acertada de todas y así lo reflejan las encuestas. Lavín es sobretodo un político –quien lo diría viniendo del gremialismo- y como tal se da cuenta que en cuanto tal debe desplegar las artes de la persuasión respecto del Presidente y de su Ministro de Hacienda para que respalden sus proyectos. Y después de eso, salir a buscar los esquivos votos en ambas Cámaras, seducir al gremio de los profesores y no despertar las iras entre los pingüinos. Lavín no olvida que bastaron estos últimos para tener a la popular presidenta Bachelet entre las cuerdas.

Lavín aprendió en su larga trayectoria política que no se puede incursionar en ésta, con mala conciencia, abjurando de ella, menospreciándola, ninguneándola. No sólo los miembros de la juventud de la UDI no “militan” en el partido, figuras históricas como Pablo Longueira no se ven a sí mismos como políticos. Ellos responden al ideal del “homo faber” no al del “zôon politikón” aristotélico. Eso diría o trataría de explicar alguien que mirara esta cosa rara desde fuera, porque la verdad ni ellos lo saben, ni mucho menos lo entienden. Yo abrigaba la esperanza de que Piñera, prohijado por democratacristianos, criado en el seno de una familia donde la política se sentía en casa, al ver desde pequeño las artes de la política desplegadas en su máxima expresión, tuviera el buen tino de no seguirle el amén al gremialismo en esta torpeza. Pero como me explicaba un profesor de Berkeley el sábado pasado, probablemente la raíz del problema está en la influencia nefasta que los Chicago boys ejercieron en los 70 en todas las escuelas de economía de Estados Unidos, incluyendo Harvard donde sabemos estudió nuestro Presidente.

La infección de Chicago se le pegó a Piñera y ha sido una más persistente que las intrahospitalarias. La alentadora designación de un político, Lavín, en flagrante contraste con la de un tecnócrata, Moreno, revela que el Presidente no entiende un huevo de política y que el nombramiento de Lavín respondió a la compensación u otra transacción interna y nada más. Vuelvo a Allamand y con esto concluyo. La historiadora Patricia Arancibia Clavel sostuvo recientemente que son dos los mandatarios chilenos que mejor manejaron las relaciones internacionales: Eduardo Frei Montalva y Ricardo Lagos Escobar. Ambos tuvieron algo que sospecho puede tener Allamand: no sólo se esmeraron en construir una amplia red de entendimientos en la comunidad de políticos extranjeros, sino que comprendieron como nadie la escena internacional y el lugar de nuestro país en ese contexto. Si estoy en lo cierto, quien debería estar más ofuscado por no haber sido canciller somos todos los chilenos y no Andrés Allamand.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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