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Usted no lo haga: los cinco errores más comunes en el nombramiento de gabinetes

Ximena Soto Soutullo
Por : Ximena Soto Soutullo Cientista Política de la UDP.
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La trampa de la paridad es el error que está de moda en el lenguaje político de los gabinetes. Sin duda, aferrarse a criterios de paridad al momento de constituir gabinetes, no es más que falacia en relación a la participación de las mujeres.


Como bien dice la sabiduría popular, somos esclavos de nuestras palabras y dueños de nuestros silencios. Esta reflexión cobra mayor fuerza, en la medida que muchos candidatos en época de campaña prometen una serie de criterios para el nombramiento de los cargos de confianza. Particularmente, de los Ministros.

Sin embargo, dichos compromisos electorales, suelen jugar en contra cuando generan una serie de limitantes en el abanico de posibilidades que tiene el Ejecutivo para elegir a los más idóneos. En este sentido, muchas veces los compromisos adquiridos con anterioridad al momento de asumir, plantean inconvenientes en el juego político y obliga a configurar gabinetes ya no con los mejores, sino que con aquellos que encajan en un perfil configurado ex ante.

He aquí una lista de los errores más comunes cometidos por muchos candidatos – y presidentes- en época de campaña, que fueron muchas veces impedimentos y verdaderas trampas políticas, una vez que optaron por ignorar los criterios originales.

1.- La eterna promesa de “caras nuevas” en política. Esta trampa es una de las más comunes en época de campaña. Suele decirse que la política necesita abrirse a las nuevas generaciones y dejar entrar nuevas ideas. Sin embargo,  y como ya nos anunció Maquiavelo varios siglos atrás, la política es un juego de expertos. Sólo aquellos que saben las reglas y conocen sus límites saldrán airosos. Ejemplos hay muchos, pero basta  el primer gabinete de la Presidenta Bachelet para recordarnos una serie de rostros nuevos que ya no están en política. Las caras nuevas y sin peso político, suelen pasar sin pena ni gloria. Los independientes corren doble riesgo, al no poseer domicilio político y, por lo tanto, un respaldo irrestricto (Poniachik y Artaza).

[cita]La trampa de la paridad es el error que está de moda en el lenguaje político de los gabinetes. Sin duda, aferrarse a criterios de paridad al momento de constituir gabinetes, no es más que falacia en relación a la participación de las mujeres.[/cita]

2.- El gobierno de los tecnócratas. Los tecnócratas son señalados como aquellos expertos  que tienen conocimientos en economía y gestión. Lo que los diferencia de muchos otros políticos con las mismas herramientas técnicas de conocimientos, son sus escasos (sino nulos) vínculos con los partidos políticos. Los tecnócratas nos aseguran la asepsia que esperamos en las decisiones de gobierno: criterios de eficiencia y eficacia a toda prueba. Sin embargo, muchas veces los tecnócratas al igual que los novatos en política, no son reconocidos como parte de la elite. Su gestión enfrenta críticas provenientes incluso de la misma coalición gobernante. Ejemplo paradigmático: Andrés Velasco en el comienzo de su gestión.

3.- Paridad. La trampa de la paridad es el error que está de moda en el lenguaje político de los gabinetes. Sin duda, aferrarse a criterios de paridad al momento de constituir gabinetes, no es más que falacia en relación a la participación de las mujeres. En primer lugar, lograr la inclusión por la vía de cuotas de género no soluciona los problemas de reclutamiento en las bases que tienen los partidos políticos. En segundo lugar, el género no asegura capacidad política, mayores niveles de compromiso con el servicio público, ni menos idoneidad para ciertos cargos. Ser hombre o mujer no asegura ser un mejor ministro o ministra. Para eso existen los grados académicos y la experiencia probada. Nuevamente, el comprometerse a repartir cargos de determinado modo, puede causar ignorar a los que son verdaderamente capaces, independiente de su género.

4.- Cuoteo. Otra de las promesas de moda es el acabar con el cuoteo. Sin embargo, el cuoteo por definición no posee un componente ético, es simplemente una categoría descriptiva para evidenciar el modo en que son repartidos los ministerios. En las democracias con sistemas parlamentarios, el cuoteo es un sistema ampliamente utilizado y aceptado. No es más que la repartición proporcional de cargos de confianza en función del peso relativo de cada partido en el Congreso. El uso y abuso de la herramienta es aquello que la pervierte, no su existencia. El cuoteo asegura, en alguna medida, estabilidad y mayorías legislativas para aprobar leyes que posteriormente se transforman en políticas públicas. El cuoteo sin criterios de experiencia e idoneidad es aquello que perturba la calidad de la democracia, no su existencia per se.

5.- Premios de consuelo. Nadie ha escrito que quienes perdieron una elección y no obtuvieron un escaño en el Congreso, deban obligatoriamente ser compensados. Sin embargo en Chile, especialmente a partir del sistema binominal, ir a una elección sabiendo que existen grandes chances de perder, merecería una compensación. Los ministerios (también embajadas, subsecretarías, intendencias) han sido usados por los partidos como espacios compensatorios para sus figuras importantes que apostaron y perdieron en una elección y que no desean perder la figuración política que poseen. Muchas de estos candidatos no electos encajan con el perfil de un cargo en particular dentro de un gabinete, sin embargo, institucionalizar la figura del premio de consuelo para los notables de ciertos partidos, atentan contra la calidad de la política y no hace más que levantar suspicacias (justificadas o no) en torno al perfil de ministros que se está buscando. Ejemplo sobran: Andrés Zaldívar, Joaquín Lavín por nombrar algunos.

          Sin duda, los errores ya mencionados merecen matices,  y en pos de la profundización y del perfeccionamiento de la democracia, le renovación de rostros, la paridad e incluir tecnócratas en los gobiernos no son promesas negativas. El problema surge cuando estos son criterios auto impuestos con fines electorales, y no como resultado de la renovación real del sistema de partidos  y sus prácticas.

          • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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