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Contaminación de Santiago: una permanente improvisación

Paola Vasconi Reca
Por : Paola Vasconi Reca Coordinadora de Asuntos Políticos de Adapt-Chile. Ex coordinadora del Programa de Medio Ambiente de la Fundación Terram.
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La tendencia de las autoridades, hasta ahora, ha sido la de enfrentar el problema tomando medidas de manera puntual, sin establecer políticas contundentes de mediano y largo plazo.


Tal como se venía anunciando desde hace semanas, el período crítico de contaminación atmosférica en la Región Metropolitana debutó con altísimos índices este año y, como no, con polémica declarada. La preemergencia vivida en la capital hace dos fines de semana, declarada casi a medio día del domingo por la autoridad ambiental, sorprendió a muchos automovilistas con restricción ya en la calle, con lo que quedó en evidencia, una vez más, la escasa precisión del modelo predictivo como instrumento para la toma de decisiones.

Pese a la serie de inversiones y el anuncio de la puesta en funcionamiento de nuevos equipos para mejorar el sistema de pronóstico, lo cierto es que la experiencia señala que la predicción de la calidad del aire continúa expuesta a gruesos errores e imprecisiones. Esto se debe, al menos en parte, a que son múltiples las variables que intervienen en el pronóstico, y no necesariamente han sido todas incorporadas adecuadamente. Un ejemplo actual de ello es el polvo en suspensión que está generando la remoción y traslado de toneladas de escombros provocados por el terremoto.

[cita]La tendencia de las autoridades, hasta ahora, ha sido la de enfrentar el problema tomando medidas de manera puntual, sin establecer políticas contundentes de mediano y largo plazo.[/cita]

Sin embargo, más allá de este problema, de larga data y difícil solución, la gestión y el avance hacia el mejoramiento de la calidad del aire de la capital no puede depender únicamente de un sistema predictivo, ni puede utilizar como única herramienta la posibilidad de decretar o no episodios críticos y con ello paralizar una serie de fuentes fijas y móviles de contaminación. Una medida de este tipo tiene un alcance limitado, y se circunscribe únicamente a un intento –muchas veces fallido- de proteger la salud de la población ante un aumento brusco de los niveles de smog.

El objetivo de lograr un aire de calidad para la capital sólo se alcanzará si se enfrenta el problema de la contaminación en su globalidad, es decir, gestionando integralmente la cuenca de Santiago, de manera de tomar medidas de fondo en todos los ámbitos que contribuyen al empeoramiento del aire capitalino. No debemos olvidar que los problemas de la ciudad son de tipo estructural, derivados de su ubicación geográfica y de la escasa ventilación bajo condiciones atmosféricas típicas de la época invernal, a lo que se suma la expansión urbana, la alta concentración de la población y de la actividad productiva más contaminante, entre otros factores.

Sin embargo, la tendencia de las autoridades, hasta ahora, ha sido la de enfrentar el problema tomando medidas de manera puntual, sin establecer políticas contundentes de mediano y largo plazo.

La nueva ministra de Medio Ambiente ha señalado que este problema será uno de los temas prioritarios de su gestión, que continuará adelante con el Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica (PPDA) para Santiago, con la dictación de la norma de material particulado fino (PM2,5) y que ha entrado en revisión también la norma del material particulado grueso (PM10). Pero también ha deslizado, en sus anuncios, la utilización de instrumentos económicos para combatir la contaminación, lo que probablemente significará la reactivación de la discusión en el Congreso de la Ley de Permisos de Emisión Transables, un ley controvertida y que siempre puso en los lados opuesto de la mesa a las organizaciones ambientales y al sector empresarial junto a institutos como Libertad y Desarrollo. Habrá que esperar conocer los pasos que sigue la Ministra y las nuevas autoridades ambientales regionales pero claramente se avizora una nueva manera de enfrentar el problema de la contaminación del aire de la capital.

El 2010 sin dudas no será el año que Santiago respire un mejor aire. Sin embargo, esperamos que, de la mano de las nuevas autoridades, al menos se abra el debate necesario para discutir los problemas de fondo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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