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Gratas sorpresas en el mensaje del 21 de mayo

Sergio Micco
Por : Sergio Micco Abogado y Director del INDH. Doctor en Filosofía de la U. de Chile,
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Fue una grata sorpresa ver un gobierno presidido por un empresario que pide aumentar los impuestos a las grandes empresas y a la gran minería privada del cobre. En esta columna habíamos sostenido la necesidad de ampliar los recursos fiscales si queremos ser un país desarrollado. El Presidente así parece creerlo.


El Mensaje del 21 de mayo pasado generó grandes expectativas. Después de una campaña llena de promesas de cambio para la clase media y los trabajadores de Chile, y luego de la emergencia provocada por el terremoto del 27 de febrero, el mensaje presidencial sería el plan de reconstrucción, la hoja de ruta de los próximos cuatro años y el sueño del Bicentenario. Las tres cosas en una.

Los ciudadanos saben que en las campañas electorales se puede decir mucho y que el blanco papel de los programas de gobierno lo resiste todo. Pero, cuando se trata de presentar la primera Ley de Presupuesto, ahí sabemos las verdaderas prioridades del nuevo gobernante. Temía, por ende, que en este mensaje lentamente empezáramos a volver a sufrir el “peso de la noche”: más autoritarismo en lo político y liberalismo en lo socioeconómico. Ello es parte de la coalición que apoya al Presidente Sebastián Piñera, guste o no.

[cita]Sabemos que el diablo habita en los detalles. Hay que ver la letra chica. Sin embargo lo dicho por el Presidente dicho está.[/cita]

Por ello me produjo alegría no escuchar nada de privatizar Codelco o Enap. Tampoco se llamó a acabar con las indemnizaciones por años de servicio para flexibilizar el mercado laboral. Ni oí de rebajas tributarias, depreciaciones aceleradas al gran capital ni de desregulaciones a destajo para que circulen libremente trabajo y capital. Por el contrario, hubo anuncios que estuvieron teñidos de promesas de democracia social, como el aumento del permiso postnatal a seis meses, el ingreso ético mensual de 250 mil pesos para una familia de cinco miembros, acabar progresivamente con el descuento del 7% para la salud de los jubilados o duplicar la subvención escolar. Más aún, se mencionaron temas muy controversiales para el gran empresariado como la ampliación de la negociación colectiva y el fin de los “multirut” por empresa, que hoy impiden la correcta sindicalización y agrupación de los trabajadores, un agudo déficit de nuestra democratización.

Llena de alegría ver como ya no sólo los derechos civiles y políticos son parte del consenso nacional. Todos los chilenos no sólo quieren derechos sociales para los indigentes y los pobres, sino que también para las clases medias. Esto demuestra la fortaleza de la obra histórica de los Presidentes Aylwin, Lagos, Frei y Bachelet. Ya no solamente una gran mayoría apoya la democracia y los derechos humanos, sino que también una economía social de mercado que se extiende a todos los chilenos. Ciertamente sorprende que en los últimos años de gobiernos de la Concertación haya faltado decisión para ir más rápido en esta dirección. Faltó audacia en el proyecto y adecuada percepción de las justas y responsables demandas de los chilenos. Pero también seamos claros: muchas de las reformas que hoy propone el Presidente de la República fueron rechazadas por la UDI y RN los años anteriores. ¿Ejemplos? Reformas políticas, como el voto de los chilenos en el extranjero; reformas económicas como el aumento de los tributos y reformas laborales como extender la negociación colectiva o acabar con el abuso de los multirut. Pero ahora ya no lo podrán hacer. Es el Presidente Piñera quien se los propone. Bien por Chile.

Finalmente, fue una grata sorpresa ver un gobierno presidido por un empresario que pide aumentar los impuestos a las grandes empresas y a la gran minería privada del cobre. En esta columna habíamos sostenido la necesidad de ampliar los recursos fiscales si queremos ser un país desarrollado. El Presidente así parece creerlo. Sabemos que la reforma tributaria es para financiar su programa de gobierno. La reconstrucción se sustenta con los enormes fondos de reserva y la gran capacidad de endeudamiento público que dejaron los gobiernos anteriores. Por ello me asiste una duda. Si damos más oportunidades, valores y seguridades a las clases populares y medias, financiados a través del aumento de impuestos; si dicho aumento no impide crecer al seis por ciento anual, crear doscientos mil empleos al año y aumentar la inversión al 28%; me pregunto ¿qué motivo hay para que en dos años más renunciemos a esos nuevos recursos fiscales, que tanto necesitamos para tener más desarrollo social y productivo, que no producirían ningún efecto perverso en el crecimiento ni la inversión, como lo pronostica el propio Presidente de la República en su mensaje presidencial? Misterio insondable, pues si ambas cosas se producen -alza de impuestos y crecimiento económico– al bajarlos, ¿le regalará este gobierno una bandera a la oposición, de cara a la elección presidencial?

Esperamos los proyectos de ley que serán la primera piedra en la construcción de ese país del Bicentenario. Sabemos que el diablo habita en los detalles. Hay que ver la letra chica. Sin embargo lo dicho por el Presidente dicho está y en la política “las palabras no se las lleva el viento”. Además no se trata de empezar desde cero: en algunos casos implica sólo la tarea de reactivar proyectos que están en el Congreso, como es el caso en la Comisión de Trabajo del Senado donde duermen el sueño de los justos los proyectos de ley que regulan multirut o definición de empresa. ¿Por qué no activarlos ahora?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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