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La reforma permanente

Marco Enríquez-Ominami
Por : Marco Enríquez-Ominami Presidente Fundación Progresa
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Este proceso podría llegar a ser, por ejemplo, un espacio de participación social que, desterrando el asfixiante centralismo con que funciona el gobierno, permita que los ciudadanos sean los protagonistas de su propia reconstrucción.


Los anuncios del Presidente Sebastián Piñera este 21 de mayo dejaron a la gran mayoría de los chilenos contentos. No siempre uno puede observar por televisión un Presidente tan bien dispuesto a solucionar todo de una buena vez.

El 7% de los jubilados, más camas en los hospitales, término de las listas de espera de enfermedades Auge, mesa de trabajo para superar la discriminación con la mujer, nuevo trato a las pymes, extensión de la jornada horaria en los colegios de zonas vulnerables, cincuenta liceos de excelencia y una lista todavía más larga con grandes expectativas para el país. Para más adelante dejaré la propuesta de bono para parejas que llevan 50 años de casados, tras de eso creo que hay algo de populismo y de conservadurismo en la mirada sobre la familia, pero será pretexto para otro texto.

Sin embargo, el financiamiento para la implementación de todas estas medidas no queda aún claro. Más todavía cuando el gobierno ha dado muestra de una gran descoordinación en cuanto al esperado Plan de Reconstrucción y su financiamiento. Hemos asistido a un sinnúmero de declaraciones confusas, a ratos contradictorias, sin que se termine de aclarar cuáles serán, en definitiva, las fuentes de financiamiento para desarrollar el Plan de Reconstrucción.

[cita]La participación de Codelco en Edelnor es de suma importancia ya que se trata de un activo estratégico para el buen desarrollo de la producción minera.[/cita]

Hasta la fecha se ha explicitado una serie de posibles fuentes de financiamiento, tales como el alza de impuesto de primera categoría, la emisión de bonos soberanos, un eventual crédito internacional y finalmente la venta de activos del Estado, en particular la participación de Codelco en la Empresa Eléctrica del Norte Grande (Edelnor).

Si bien nadie discute que el Plan de Reconstrucción deba recurrir a diversas fuentes de financiamiento, es preocupante que ante la urgencia del debate, se pretenda incorporar la venta de activos del Estado. Esta propuesta –que carece de fundamentos técnicos- pareciera más bien ser una decisión política que busca compensar el impacto del alza de impuesto en aquellos sectores más conservadores de la Alianza por Chile.

No es genuino que el gobierno intente vender activos del Estado amparándose en la urgencia que vive el país. Con esto, en realidad, se pretende instalar un dudoso discurso según el cual discutir las medidas de financiamiento atenta contra la reconstrucción y por ende contra el país.

La prudencia indica que cualquier decisión económica de semejante alcance no puede ni debe responder a una necesidad coyuntural, más aún considerando que Chile goza de una situación económica que le permite recurrir a otros mecanismos de financiamiento.

Por ejemplo, la participación de Codelco en Edelnor es de suma importancia ya que se trata de un activo estratégico para el buen desarrollo de la producción minera. Considerando las debilidades que desnudó el terremoto en términos de ausencia de activos estratégicos, léase telefonía, electricidad y transportes, resulta incomprensible que se busque de vender este tipo de activos estatales en este momento.

Si el gobierno no ha logrado desarrollar una estrategia coherente para abordar la catástrofe, quedan dudas razonables respecto a cómo enfrentará el financiamiento global para la aplicación de las medidas anunciadas el pasado 21 de mayo. Porque a pesar de haber llegado al poder con un discurso de eficiencia y orden, las nuevas autoridades se han mostrado erráticas en sus propuestas, muchas veces tomando decisiones de último momento –como en el caso de la depreciación acelerada– y, sobre todo, no han sabido aprovechar la enorme oportunidad que representa esta reconstrucción.

Este proceso podría llegar a ser, por ejemplo, un espacio de participación social que, desterrando el asfixiante centralismo con que funciona el gobierno, permita que los ciudadanos sean los protagonistas de su propia reconstrucción. Es también una oportunidad para disminuir las brechas sociales y fomentar el desarrollo de las comunidades, estimulando la producción local en lugar de privilegiar la compra de bienes a los clásicos grandes proveedores.

Por eso y sin dejar de reconocer que el Presidente Piñera ha tenido el coraje de abordar, como pocos gobiernos antes, una importante reforma tributaria, ahora más que nunca es importante reconocer la necesidad de que ésta sea permanente. Sólo de esta manera lograremos superar la extrema pobreza, objetivo planteado en esta primera y ambiciosa cuenta pública presidencial que nos mantiene a todos expectantes en la esperanza de que los dichos se transformen en hechos.

Es necesario que la imaginación se aplique a esta nueva forma de gobernar. De otro modo, la falta de audacia y claridad podría prolongar el desastre permanente de la pobreza que este gobierno pretende superar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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