Publicidad

Conflictos de Interés, el alambre de púa entre Mayne-Nicholls y Sebastián Piñera

Sebastián Sichel
Por : Sebastián Sichel Abogado y director de Giro País
Ver Más

Los problemas de los conflictos de interés es que vician las relaciones. Sus efectos son tenues o evidentes, pero siempre nefastos. Se pierde la lógica relación gobierno-privados y se transforma en una relación entre pares, máxime si hay negocios entre ellos. El vínculo entonces adquiere un cariz subjetivo y la evaluación del impacto de las decisiones públicas, un marcado carácter personal contrario al interés público que se aspira a defender.


Hace dos meses recuerdo haber enfrentado una acalorada discusión sobre conflictos de interés. En ella un viejo amigo –colocolino-, intentaba enrostrarme mi falta de imparcialidad para juzgar a la dupla Ruiz-Tagle – Piñera y la mantención de la propiedad de sus acciones de Colo Colo. Para él era una oportunidad para el club y no veía donde podían encontrarse los intereses del Gobierno con el equipo de sus amores.

Creo que no erré en mi juicio. Mi  amigo lo reconoció hace unos días, cuando observaba perplejo la disputa entre Piñera y Harold Mayne-Nicholls por la invitación a La Moneda post mundial. Anonadado y como noble hincha del fútbol, no le gustaba la actitud del Presidente de la ANFP. El creía que los jugadores merecían una recepción palaciega. Lo bueno es que se daba cuenta que este hecho se empañaba razones muy distintas a las futboleras.

Ese día traté de explicarle a mi amigo que los problemas de los conflictos de interés es que vician las relaciones. Sus efectos son tenues o evidentes, pero siempre nefastos. Se pierde la lógica relación gobierno-privados y se transforma en una relación entre pares, máxime si hay negocios entre ellos. Las relaciones entonces adquieren un cariz subjetivo y la evaluación del impacto de las decisiones públicas adquiere un marcado carácter personal que entra en conflicto con el interés público que se aspira a defender.

No necesariamente está ligado a corrupción. Pero puede ser mucho más dañino cuando se transforma en privilegio o marcada animadversión frente a un privado.

[cita]Es posible que sólo los santos o los muertos no tienen conflictos de interés, pero esperamos harto más que ese mínimo ético de nuestros gobiernos.[/cita]

El mínimo ético es la imparcialidad de la autoridad pública. Dañar en ese grado de confianza provoca la pérdida de respeto. Eso es lo que demuestran Bielsa y Mayne Nicholls, simplemente pérdida de confianza y respeto. El drama es que su origen está en el mismo Gobierno. Es posible que sólo los santos o los muertos no tengan conflictos de interés, pero esperamos harto más que ese mínimo ético de nuestros gobiernos. La excusa de dicha frase esconde una ética válida para un comerciante, pero no para quien detenta el poder público. El mínimo es que no tengan intereses económicos –como ocurre en este caso. Nosotros esperamos virtudes públicas y no pecados ciudadanos, y ante todo, el máximo de imparcialidad posible.

Mayne-Nicholls sólo refleja la voz de quienes nos rebelamos ante estos conflictos. Con el desgaste a quien sólo le queda la pataleta. Con el reclamo de quienes no tenemos otra forma de decir: “ya no confío, en este plano actúas como un par mío”. Me imagino la misma sensación de quienes hoy son regulados por quien antes era su asociado o su competencia. O de aquel que vive en un edificio dañado cuyo constructor es ahora es el Intendente. Probablemente reaccionaría igual ante una invitación de algunos de ellos y su pérdida de confianza en el poder y nivel de indefensión es aún mayor.

En democracia pensar que el subsecretario de Deportes y/o el Presidente de la República estén pendientes de qué pasa en la elección de la ANFP o que se jueguen algunos pesos personales en ello, es casi un absurdo: lo raro es que eso puede suceder con nuestro actual gobierno. Esto se puede extrapolar a otras áreas como concesiones de Obras Públicas o TV. No me extrañaría ver entonces en otras áreas igual reacción.

Más allá de la pasión del hincha por ver a nuestros jugadores entrar orgullosos a La Moneda,  no puede haber otro interés involucrado en esta elección. El problema es que en esta visita a La Moneda se jugaba poca pasión y demasiados negocios en la relación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias