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El peligro de las palabras

Tábata Santelices
Por : Tábata Santelices Observatorio Parlamentario y Centro de DD.HH. Universidad Diego Portales.
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Preocupa el hecho que esta divergencia de criterios al interior del oficialismo encarezca las posibilidades de legislar en atención a los estándares internacionales vinculantes para Chile.


En un país donde las hipótesis de discriminación son recurrentes, ¿es posible discriminar por medio del lenguaje? ¿Tiene la palabra el don de transformarse en una hipótesis cierta de discriminación?

Analicemos el caso de Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional, partido político del Presidente de la República que tiene una noción particular sobre el derecho a la igualdad.

Mientras el Presidente Piñera desde La Moneda señala públicamente que es urgente potenciar la tramitación legislativa del proyecto de ley que Establece Medidas Contra la Discriminación, y muestra su apoyo al proyecto de Acuerdo de Vida en Común, unos kilómetros al oriente, quien preside el partido político del Presidente no sólo no está de acuerdo con estas manifestaciones, sino que entrega señales opuestas respecto de la centralidad de dichos temas señalando que «Ellos (los homosexuales) pueden conducir su vida personal con completa autonomía, pero ¿por qué tenemos que apoyar a la comunidad homosexual? Tendríamos luego que apoyar a los grupos que proponen relaciones anómalas con niños (…) también hay personas que les gusta tener relaciones con animales, hay literatura sobre eso, la zoofilia”.

[cita]Preocupa el hecho que esta divergencia de criterios al interior del oficialismo encarezca las posibilidades de legislar en atención a los estándares internacionales vinculantes para Chile.[/cita]

Y la última de Larraín. Con el motivo de defender el trabajo de la vocera de gobierno, Ena Von Baer, sindicó públicamente a las mujeres como personas más débiles que los hombres, señalando que “Las mujeres son muy débiles (…) como lo sabemos los hombres, necesitan apoyo”. Aparte de hacerle un flaco favor a Von Baer, quien dicho sea de paso fue sindicada como una figura débil, realizó una distinción arbitraria en perjuicio de más de la mitad de la población del país, diferenciación que contraviene las disposiciones constitucionales y los estándares internacionales en materia de igualdad.

¿Son acaso las mujeres más sensibles? Puede ser. ¿Más empáticas? Tal vez. No sólo no resulta correcto generalizar, sino que no es claro cuáles son los datos empíricos o estadísticos que permiten al concejal Larraín señalar de manera certera tan célebres palabras. Aquí algunas estadísticas que podrían serle de utilidad: según estudios del INE, las mujeres forman con mucha mayor recurrencia hogares monoparentales.  El 26,1 % de las mujeres son jefas de hogares monoparentales, frente al 2,1 % de los hombres que estriban dicha calidad Las opiniones de Larraín son arbitrarias y son ciertamente refutables, pero es evidente que son sólo palabras.

¿Es posible discriminar por medio de las palabras? ¿Está discriminando el Concejal Larraín mediante sus dichos?

Si bien es claro que todas las personas, entre ellas Larraín, tienen el derecho a tener sus propias opiniones y expresarlas libremente, resulta complejo al menos desde tres aspectos, cuando dichas opiniones tienen un cariz abiertamente discriminatorio y provienen de personas en una posición de poder frente al resto de los individuos.

Primero, el Concejal Larraín es la más alta autoridad dentro de Renovación Nacional y sus opiniones tienen incidencia en un sector político numéricamente representativo.

En segundo lugar, en un contexto en el cual por una parte el Estado de Chile se ha comprometido en esferas internacionales a respetar el derecho a la igualdad de todos los individuos sin distinción y, por otra, el Presidente de la República ha mostrado señales de apoyo a legislar en la materia, resulta contraproducente que quien lidera uno de los partidos del oficialismo tenga una postura tan contraria al espíritu de este derecho.

Finalmente, a través de sus dichos, Larraín está incidiendo de manera directa en la opinión de muchos de sus seguidores políticos que ocupan cargos en la administración pública y tienen un decir en la creación y aplicación de las políticas sobre discriminación, al tiempo que influye en la opinión de sus electores.

Resulta así que los dichos de Larraín no sólo son discriminatorios en sí, sino que también repercuten en el desarrollo político y legislativo de políticas contra la discriminación. Preocupa el hecho que esta divergencia de criterios al interior del oficialismo encarezca las posibilidades de legislar en atención a los estándares internacionales vinculantes para Chile, lo que perpetúa la situación de discriminación de miles de personas al interior del país.

¿La solución? Avanzar en la tramitación del proyecto de ley que Establece Medidas Contra la Discriminación, el cual se encuentra durmiendo en el Senado hace más de 21 meses, a efectos de proteger a la sociedad de episodios de discriminación originados tanto en hechos concretos como en palabras al aire.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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