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Fidel Castro: adiós al modelo

Javier Campos
Por : Javier Campos Poeta y columnista. Profesor de Literatura Latinoamericana, Fairfield University, Connecticut.
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Es el control social coercitivo el que genera conformidad, demostrando una vez más que no son los buenos o malos momentos económicos los que determinan los cambios de régimen, sino los hechos políticos y militares los que gobiernan una sociedad.


Por primera vez Fidel Castro reconoce públicamente que “el modelo cubano no sirve en la isla”. Tal declaración es posible que  indique algún cambio todavía más drástico en una economía que en su totalidad es un desastre. Por ahora, están en alza los trabajadores  “porcuentapropia”, lo que en una economía hasta donde la venta de helados estaba estatizada ya es mucho cambio.

Los “porcuentapropia” son personas que venden directamente cualquier cosa. Desde café o maní tostado en la esquina,  hasta carga para viejos  encendedores – verdaderas reliquias de colección- que sólo existen en Cuba.

Su estrategia es complementaria al salario común mensual de los cubanos – pagado en pesos de la isla- equivalente a 19 dólares norteamericanos o pesos convertibles. Porque es esa moneda paralela, los pesos convertibles -asimilables por artilugios de la administración- a dólares o euros. Demás está decir que el salario, en términos reales, termina siendo una cifra de miseria y casi un insulto al trabajo.

[cita]Es el control social coercitivo el que genera conformidad, demostrando una vez más que no son los buenos o malos momentos económicos los que determinan los cambios de régimen, sino los hechos políticos y militares los que gobiernan una sociedad.[/cita]

Las mejores cosas se compran solo con pesos convertibles. Los hoteles son solamente para turistas que pagan en pesos convertibles. La mejor comida,  lo mismo.  La ropa que viene de China o de México tampoco se vende en pesos cubanos. Una camiseta cuesta  17 pesos convertibles, que es casi todo el salario de un mes.

En Cuba  la iniciativa privada no es permitida, al igual como ocurría en el antiguo mundo socialista del este de Europa. Por lo tanto emprendimiento privado o libertad de mercado aunque sea en sentido figurado no existe.

Despues de la caída de la URSS, el gobierno cubano empezó a dar permiso a un  pequeño grupo de gente, que podía actuar por “porcuentapropia”, como una medida para aflojar la presión interna. Pero no es una política generalizada para todo el que desee instalar su negocio, aunque en julio de este año Raúl Castro dijo que “permitiría y autorizaría”  a más cubanos a actuar comercialmente “porcuentapropia”.

Pareciera que esta tímida exposición al mercado expresara por fin, aunque todavía de manera vergonzante, la convicción de los hermanos Castro de que sin economía abierta ni iniciativa privada, la economía seguirá estancada  en Cuba. La historia del desarrollo económico de todas las sociedades del planeta demuestra que sin mercado competitivo no hay crecimiento, ni desarrollo económico y tecnológico.

El marxismo podrá ser una gran teoría para analizar el papel de la economía como motor de la historia, pero obviamente no ha sido una teoría de la organización económica de la sociedad. La prueba de ello es su errónea apreciación sobre el papel del mercado y los desastres que ha provocado.

Allí está el ejemplo de Cuba para demostrarlo.

Si ello es así, es el control social coercitivo el que genera conformidad, demostrando una vez más que no son los buenos o malos momentos económicos los que determinan los cambios de régimen, sino los hechos políticos y militares los que gobiernan una sociedad.

En Cuba es el control inmenso el que impide desenredar el mecanismo autoritario que sostiene al régimen político. Esa es la principal razón que los cubanos no salen a protestar masivamente, lo que no significa que estén de acuerdo con el sistema.

El control coercitivo está incrustado en lo más profundo de toda la estructura social y económica en que viven los cubanos. La isla no tiene prensa independiente y el derecho de reunión no es una libertad cívica. Cuando cayó el Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, ningún medio cubano mostró a la población cómo la gente derrumbaba el muro, pese a que en todo el planeta las cadenas de televisión lo mostraban en vivo.

Es posible que el cambio, como ocurrió en los países del este socialista, incluyendo a la ex URSS de Mijail Gorbachev,  sea impulsado por sectores de aquellos que controlan el sistema.  La velocidad e intensidad  del impulso es relativa y muchas veces de pequeñas acciones, se suceden situación imprevistas e incontrolables.

Raúl Castro ha reconocido tenuemente la posibilidad de apertura en una economía que no funciona al anunciar más autorizaciones a los “porcuentapropia”. Fidel acaba de decir  que el modelo cubano no funciona.

No es poca cosa. Lo que no se sabe cual sería la solución alternativa. Muchos economistas dicen que se debe abrir toda la economía a la iniciativa privada, pero que el Estado debe controlar y administrar esa riqueza. Otros abogan –entre líneas- por una vuelta llana y simple al capitalismo.

Por el momento, poco o nada funciona. La revolución se está comiendo a sí mi misma, mientras la isla ni siquiera produce ya los limones para los mojitos y daiquiris que extasiaran a Hemingway. Si este volviera hoy desde el más allá de turista a Cuba, lo más probable es que muriera súbitamente, esta vez con estómago perforado por el limón sintético. Efectivamente, compañero Fidel, el modelo no funciona.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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