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Los Mapuche y el verdadero diálogo político

La violencia en la Araucanía ha existido siempre y seguirá existiendo mientras el país no resuelva qué relación quiere y espera con el pueblo Mapuche; y éste, a su vez, no logre articular una representación política que le permita unificar posturas ante el país en su conjunto y establecer una forma distinta de relacionarse.


En estos seis meses de gobierno de la Alianza se debe reconocer que ha faltado un diálogo político real con el pueblo Mapuche. Distintas autoridades han insistido en que este diálogo sí se ha realizado y, para confirmarlo, se muestran cifras de reuniones sostenidas con diversas comunidades.

Sin embargo, la actual huelga de hambre que mantienen 34 comuneros demuestra, una vez más, que efectivamente no ha existido dialogo político en la Araucanía. Reunirse con cientos de comunidades Mapuche en el típico plano que algunos “entienden” que se debe conversar con los Mapuche, es decir, de “autoridad” a “usuario”, claramente no es un “diálogo político” y, además, es no entender que el llamado “conflicto Mapuche” ha evolucionado en los últimos 20 años y ya no constituye sólo un problema de pobreza.

La violencia en la Araucanía ha existido siempre y seguirá existiendo mientras el país no resuelva qué relación quiere y espera con el pueblo Mapuche; y éste, a su vez, no logre articular una representación política que le permita unificar posturas ante el país en su conjunto y establecer una forma distinta de relacionarse.

Para construir esa relación distinta entre el actual Gobierno y las comunidades Mapuche, es necesario primero conocerse. Gobierno y Mapuche no se conocen. La centroderecha actual no ha convivido desde el poder con este pueblo. La Alianza, en general, no los ha sentido como parte de su responsabilidad de gobernar, por la sencilla razón de que no ha sido gobierno en los últimos 20 años.

[cita] La centroderecha actual no ha convivido desde el poder con este pueblo. La Alianza, en general, no los ha sentido como parte de su responsabilidad de gobernar, por la sencilla razón de que no ha sido gobierno en los últimos 20 años.[/cita]

Si bien este “no conocerse” es una debilidad del actual Gobierno, es también, paradójicamente, una oportunidad para resolver el problema de la violencia en la Araucanía desde nuevas bases. Este Gobierno, a diferencia de los gobiernos de la Concertación, tiene todavía un capital político intacto con nuestros pueblos originarios y debe saber colocarlo a disposición de una solución a largo plazo y por sobre todo, entendiendo que el “conflicto Mapuche” ha evolucionado.

En sus inicios, la causa Mapuche se centraba sólo en la denuncia de los atropellos e injusticias a que eran sometidos muchos mapuche en el sur del país. Luego, ésta comienza a cristalizar en forma organizada en la primera mitad del 1900, en torno a la “Sociedad Caupolicán Defensora de la Araucanía”, la “Sociedad Mapuche de Protección Mutua” -que después pasaría a ser la “Federación Araucana”- y por último, la “Unión Araucana”, todas éstas aglutinadoras de una demanda social importante para el respeto de los derechos mapuche y la igualdad de trato con el resto de los chilenos.

Así surgen el primer diputado Mapuche, Francisco Melivilu -a quien seguirán varios otros-, y Venancio Coñuepan, que en 1952 sería el primer Mapuche nombrado como Ministro de Estado, en la cartera de Tierras y Colonización durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, lo que permitió la creación del DASIN (Dirección de Asuntos Indígenas), organismo con el que por primera vez  los Mapuche logran un espacio dentro del Estado.

Sin embargo, la demanda de reconocimiento del pueblo Mapuche ha evolucionado y ya no es simplemente integrarse a la “chilenidad”, la recuperación territorial o simplemente salir de la pobreza. Hoy, sus demandas exigen, aunque todavía en forma difusa y poco clara, determinados derechos políticos, sociales, económicos y culturales que es necesario discutir y para los cuales la actual institucionalidad simplemente no sirve.

Hay que reactualizar el escenario sobre el cual se da la discusión, el debate y las soluciones. Hay que barajar nuevamente el naipe y colocar todas las cartas sobre la mesa y desde esa nueva construcción de la relación Mapuche-Estado, comenzar a buscar y construir soluciones de largo plazo.

Todo lo anterior es imposible de conseguir en una conferencia de prensa, en una reunión de buenas intensiones o en encuentros con la lógica “autoridad-usuario”.

Se necesita un punto de partida claro en esta nueva etapa de relación política Gobierno-Pueblos Originarios. La Concertación tuvo su “Acuerdo de Nueva Imperial”. La Alianza debería tener también su “Acuerdo de Ercilla” que comprenda en toda su complejidad las nuevas demandas del pueblo Mapuche.

¿Por qué Ercilla? Porque es una comuna emblemática en la historia del pueblo Mapuche y sus reivindicaciones y es, al mismo tiempo, uno de los focos más activos en el llamado “conflicto Mapuche”.

El primer gobierno de la Alianza necesita de un “acto fundacional” con el Pueblo Mapuche, que le permita iniciar un “diálogo político” sobre nuevas bases y, sobre todo, en el largo plazo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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