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Resueltamente chileno

Al izar la bandera y verla flamear con la brisa sureña me quedé paralizado pensando por qué razón nuestro apego a todo aquello que se refiere a la patria, me parecía mucho menos intenso que el de la mayoría de los pueblos que conozco.


De estas líneas no saldré bien. Escribir sobre un espacio común, máxime uno tan y “retan” común estos días, entraña el enorme riesgo de ser mal tildado por mis amigos: de facho por los “progre” y de simplón por los cultos. Me metí medio a medio en las patas del caballo, pero bueno ya está. Voy al grano:

[cita]Hoy un terremoto no nos derrumba y setecientos metros de profundidad no nos vencen. Con naturales diferencias y diversos credos somos en este 2010 un grupo más brioso, sólido y orgulloso que muchos otros.  Con virtudes y defectos,  pero por fin, somos resueltamente y sin vacilaciones chilenos. [/cita]

Acabo de llegar al campo y lo primero que hicimos con mi mujer al aterrizar en esta tierra rojiza y húmeda fue instalar una bella bandera chilena en la casa. Al verla flamear con la brisa sureña me quedé paralizado pensando por qué razón nuestro apego a todo aquello que se refiere a la patria,  me parecía mucho menos intenso que el de la mayoría de los pueblos que conozco. Creo no estar equivocado, en una apreciación “ochentera” y “noventera” que argentinos, brasileños o alemanes se emocionaban e inflamaban más que nosotros con su bandera, himno, suelo, historia y pueblo. En esa antigua perspectiva, me parecía que la diferencia entre esos pueblos y el nuestro radicaba en que ellos resuelta, vehementemente y al cien por ciento son como son. Ni más ni menos, sino sólo y exactamente eso. También me parecía hasta hace poco, que esa naturalidad, ausencia de miedo, desvergüenza, y decidida solvencia no pasaban por las venas de nosotros los chilenos.

Hoy aprecio (no sé si aprecio o simplemente siento) que la patria, la bandera, las cuecas, el cacho de chicha, y todos las “huifas” relacionadas, dejaron de ser en el imaginario nacional propiedad de agricultores conservadores (como paradigma pinochetista de los Quincheros), tal como la cultura dejó de ser monopolio de algunos, pasando todo aquello a ser parte del patrimonio común. Hoy también la patria está más madura, más sana y más fuerte. Hoy un terremoto no nos derrumba y setecientos metros de profundidad no nos vencen. Con naturales diferencias y diversos credos somos en este 2010 un grupo más brioso, sólido y orgulloso que muchos otros.  Con virtudes y defectos,  pero por fin, somos resueltamente y sin vacilaciones chilenos.

Llega la tarde de este día de Septiembre y alcanzo la punta de un cerro de esta séptima región, cuya mágica ubicación permite de un solo y precioso vistazo recorrer todo nuestro ancho de mar a cordillera; me detengo y  confirmo vivamente  que me gusta mucho ser de acá.

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