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La autopista del norte

Marta Lagos
Por : Marta Lagos Encuestadora, directora de Latinobarómetro y de MORI Chile.
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Estamos creciendo más rápido que nuestras carreteras, nuestros peajes, nuestros cursos de manejar, nuestra capacidad para aceptar las reglas, lo que obviamente aumentara los tacos. Son muchas las cosas que pueden hacerse para mejorar, algunas de las cuales no cuestan mucho, pero sí requieren política pública.


En los años 70 cuando Europa tenía principalmente una sola autopista de dos vías por lado,  la ‘ruta 5’, recuerdo los tacos más fenomenales. La prosperidad y la paz de la post guerra había llegado a los trabajadores inmigrantes de los países menos ricos que trabajaban en los paéses más ricos, y en el verano volvían a su lugar de nacimiento con su prosperidad a cuestas.

Se veían en los techos de los autos, refrigeradores, camas, parrillas llenas de maletas, a veces más grandes que el auto que las transportaba. Famosos eran los tacos hacia la ex Yugoslavia y Turquía. Las excelentes autopistas alemanas (sin peajes), pasadizo europeo hacia el Este,  podían tener varios días de marcha lenta. En el camino a Zagreb, la entonces capital yugoslava, los autos yacían en las noches a la orilla del camino, estacionados, mientras sus ocupantes dormían. La hilera era continua entre la frontera con Alemania, y Zagreb.

Esas autopistas  ya tenían entonces plazas de descanso, con lugares donde pasar al baño, estacionamiento para hacer picnic, y lugares físicos para detenerse en caso de emergencia a lo largo de la ruta, que no interrumpían el transito de los otros. Al mismo tiempo, no existían en esas autopistas policías que hicieran control alguno de ningún tipo. Ellos  aparecían sólo en caso de accidente. No había a lo largo de toda la ruta cinco, que yo recuerde, ningún puesto de policía a la orilla del camino. La otra diferencia era la ausencia total de puestos camineros informales, o caminos de tierra que salieran de ella para algún lado. Sin puestos de fruta, flores, o quioscos, incluso en la sección yugoslava o turca donde había una sola pista. Los tacos eran simplemente exceso de autos, no había a quién echarle la culpa, excepto al inicio de las vacaciones.

A la entrada de las grandes ciudades, como París, en la ruta 5, había letreros a 100 kilómetros de distancia que anunciaban vías alternativas para intentar evadir la congestión. La entrada a una capital como la francesa podía demorar varias horas por cualquiera vía.

Me tocó recordar todos esos episodios de tacos de los años 70, durante los años que viví allá,  al recorrer más de un par de veces la autopista del norte desde y hacia Santiago en la semana que celebramos el Bicentenario. La autopista del norte no tiene lugares de descanso, para parar al baño ni para hacer picnic, así como tampoco lugares para detenerse por una  emergencia con salida y entrada desde la autopista.

Tiene múltiples lugares donde la gente se detiene informalmente, con caminos de tierra en que hay que disminuir la velocidad para salir, sin pistas de salida. Las bombas de bencina hacen las veces de paradores. En los pueblos por los cuales pasa la ruta, la autopista se transforma en un “camino doble” que la gente cruza a pie. Al mismo tiempo, hay carabineros que detienen los autos para hacer controles, también disminuyendo la velocidad promedio de los que transitan. La sola presencia de los uniformados hace disminuir la velocidad promedio, incluso si no paran a nadie. El santo respeto que les tiene la gente, temiendo un parte, hace que los autos bajen sus promedios al menos 20km menos rápido que lo permitido (por si acaso). Recientemente recibí un parte de la ciudad de Heidelberg enviado a mi casa a Santiago de Chile, porque no respete el límite de velocidad de 40 kilómetros por hora en los últimos dos km de autopista antes de llegar a la ciudad en el mes de mayo. Me llego una foto con una cuenta de 160 euros, cerca de cien mil pesos. A más tardar si no pago ahora, tendré que pagar la próxima vez que intente arrendar un auto. Es difícil que se me vuelva a olvidar respetar el límite de velocidad. Y nadie tuvo que pararme,  no había carabinero alguno, tampoco hay juez, ni sentencia.

[cita]Estamos creciendo más rápido que nuestras carreteras, nuestros peajes, nuestros cursos de manejar,  nuestra capacidad para aceptar las reglas, lo que obviamente aumentara los tacos. Son muchas las cosas que pueden hacerse para mejorar, algunas de las cuales no cuestan mucho, pero sí requieren política pública.[/cita]

Creo que en ese ámbito tenemos un gran espacio de modernización necesaria por delante. Ello a pesar que los jueces de policía local lograron parar ya una vez los fotorradares, que son usados masivamente en países desarrollados para controlar el tránsito y una gran fuente de ingreso de los municipios. Así, los policías se pueden dedicar a perseguir el crimen y no a los automovilistas.

No puedo olvidar tampoco los camiones y los buses. En los días conocidos de tacos en la ruta 5, en los años 70, estaban prohibidos los camiones, que normalmente son los usuarios más asiduos. Hoy están prohibidos los camiones cualquier día en que se espera que la población se traslade masivamente. No recuerdo haber visto nunca una carrera entre camioneros, ni en subida ni bajada, como se ve en la ruta norte. Tampoco recuerdo haber visto buses pasando en subida a camiones que disminuyen la velocidad promedio en unos 30kilómetros por hora a todos los que van detrás, como en esta autopista del norte.

No sólo los camioneros y los buses causan demora, sino también los autos sobrecargados que van lento y pasan a los camiones y los buses. Los autos con remolques, y cosas sobresalientes, etcétera, no tiene miramientos para los otros y hacen disminuir la velocidad crucero del resto.

Finalmente no puedo dejar de mencionar a los “ingleses”, que manejan por la izquierda teniendo la pista derecha despejada, a menor velocidad que la permitida, disminuyendo la velocidad promedio del resto. Algunos ingleses en la autopista del norte se enojan cuando uno prende las luces para que se corran, y hacen gestos de arrogancia, como disminuir aún más la velocidad, o prender las luces intermitentes. La tentación de pasarlos por la derecha abunda, y muchos terminan haciéndolo.

No vale la pena decir lo peligroso que es, y lo mucho que aumenta la probabilidad de accidente hacer eso. El colmo es cuando uno se encuentra con un bus o un camión inglés, porque ahí ya la cosa  no tiene solución.

A todo lo anterior hay que agregarle los peajes. Para nosotros entrar a Santiago es lo mismo, proporcionalmente, que entrar a París. Un tercio del país vive en Santiago, el parque automotriz de multiplica por minutos, aumentan las noticias de la venta récord de autos, y nadie aumenta proporcionalmente la cantidad de casetas de pago de peaje. Me asombra que después se diga que el peaje no juega ningún papel en la congestión de entrada, pese a que ¡fueron diseñados para un país con un tercio menos del PGB!

Estoy a punto de proponer un movimiento para romper las barreras del peaje a la entrada de Santiago y dejarlo libre en el próximo taco. No costaría mucho organizarlo. ¿Qué harían si miles de autos pasaran por las barreras rotas, a quién le pasan la cuenta?

Pero los peajes solos no tienenla culpa, aunque contribuyen enormemente. El lnes 20 de sptiembre de 2010, en el fin de semana del Benario a las 11:00 PM el taco empezaba en el kilómetro 58, 30 kilómetros antes del peaje. La culpabilidad no era monocausal, sino producto de todo lo arriba descrito. No estaría mal poner un letrero 60 kilómetros al norte de Santiago para indicar la velocidad promedio del tránsito, el tiempo de espera y el tamaño de la cola del peaje. Así cada cual puede tomar sus decisiones y no creer que usando la pista de la berma puede llegar antes. Es de toda evidencia que se requiere de una tercera pista, al menos unos 30 kilómetros más que la actual para facilitar la entrada a Santiago.

Probablemente hacia el sur esta debe ser mucho más larga que hacia el norte. A la tercera le sigue la cuarta y la quinta a la entrada de las grandes ciudades, acorde con el crecimiento y el desarrollo. Nosotros ya llegamos a ese punto: empezar a aumentar el número de pistas.

Claro está que, al mismo tiempo, tenemos que dejar de ser ingleses y dejar la pista de la izquierda para los que van a más y no a menos velocidad. La tercera pista después del peaje al norte, al entrar a Santiago, es síntoma de nuestra cultura de la no solidaridad.  Todos quieren estar “pasando” ( a nadie) por la tercera pista en todo momento. Ergo, la pista del medio la usan los camiones y buses y la pista de la derecha esta vacía. Para andar rápido hay que pasar a todos ¡por la pista derecha!

La autopista del norte  (antes de la Ligua) tiene múltiples hitos geográficos para causar taco sin accidente: tres subidas (bajadas), incluido el paso de las Chilcas, siempre lleno de camiones en la pista derecha; el túnel de La Calavera, y el túnel del Melón. Fuera de ello la autopista del norte tiene los ingleses, los camiones, los buses, los puestos camineros, los caminos de tierra….como fuentes de tacos en un día cualquiera de mayor afluencia de autos. Sobre todo, la autopista del norte no tiene camino alternativo alguno. Todo lo anterior sin contar que el promedio de los automovilistas no respeta las reglas del tránsito  como dice la ley. Arriba del auto, mientras más grande es, más potente se siente cualquiera, y el anonimato del volante da pie para mostrar esa potencia, haciendo lo que sea necesario para “ganarle” al otro.

En la ruta 5 en los años 70 en Europa había un sistema de radio que avisaba las congestiones, interrumpiendo las transmisiones, también la velocidad a la que iban los autos en los tacos. Aquí valen los amigos y ahora Twitter  ha sido útil para evitar la congestión. Gracias a Twitter supimos del accidente en el túnel La Calavera y retrasamos la salida un par de horas para evitar ese taco.

Con todo, en el día del “taco bicentenario” logre llegar sólo media hora más tarde que lo que habría demorado en un día cualquiera desde la costa en mi trayecto habitual. Imagínense como seríamos si tuviéramos las autopistas europeas, con esa infraestructura, si logramos lo que logramos con lo que tenemos. Escribo estas líneas porque estamos creciendo más rápido que nuestras carreteras, nuestros peajes, nuestros cursos de manejar,  nuestra capacidad para aceptar las reglas, lo que obviamente aumentara los tacos. Son muchas las cosas que pueden hacerse para mejorar, algunas de las cuales no cuestan mucho, pero sí requieren política pública.

Hemos iniciado en el Bicentenario una etapa donde todos salen, cerrando nuestro comercio completamente. Un síntoma de prosperidad cuya  consecuencia son calles llenas. Como Europa en los años 70, las autopistas existentes ya eran insuficientes. Cuando construyeron las autopistas nadie pensó que en una década serían insuficientes. Si no hubiera taco en la autopista del norte, seríamos magos. Hoy día los trenes rápidos han descongestionado las autopistas en Europa, donde se circula a altas velocidades. El que se equivoca y no cumple las reglas tiene el mayor de los castigos: un accidente fatal.

El reciente taco de 11 días en China recordó  al gran escritor Julio Cortázar y su cuento “Autopista del Sur”, una historia que parecía fantástica. Pero como dijo Dostoievski, la realidad es siempre más fantástica que la imaginación. Eso es precisamente lo que sucede en la autopista del norte, la imaginación se queda corta. Tengamos menos imaginación, no pretendamos ser magos, y aceptemos que al crecer y alcanzar grados mas altos de prosperidad,  tenemos que actuar más colectivamente para que todos ganemos, no sólo para que ganen algunos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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