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Reforma al binominal: política con calculadora

Claudio Fuentes S.
Por : Claudio Fuentes S. Profesor Escuela Ciencia Política, Universidad Diego Portales. Investigador asociado del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR)
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La posibilidad de llegar a ser gobierno abre el apetito de construir nuevas mayorías y en un sistema tan empatado como el chileno, la única opción para obtener un triunfo es o por la vía de la cooptación de algunos parlamentarios o con una reforma que permita reordenar el sistema de coaliciones.


A comienzos del año 2003 cuando se discutían las reformas constitucionales para eliminar los enclaves autoritarios, Sebastián Piñera propuso una reforma progresiva al sistema electoral. La idea no era nueva. Ya en la década de los 90 había insistido en la necesidad de esa reforma. Posteriormente, como candidato a la Presidencia en diciembre de 2005, explicaba que “si yo soy Presidente, voy a enviar un proyecto para perfeccionar el sistema electoral”.

El 6 de junio de 2003, Pablo Longueira rechazaba la propuesta de Piñera argumentando que “no acepto el término de un sistema que le ha otorgado tanta estabilidad al país”.  Las tesis de la estabilidad ha sido el argumento más recurrente de los aliancistas para defender el binominal.

El hecho que sea la UDI el partido que más haya crecido en número de senadores y diputados utilizando el sistema, explica en gran parte su defensa. En octubre de 2004, Jovino Novoa insistía en que “no transarían” y que, a lo más, se intentaría avanzar hacia un sistema mayoritario, pero nunca uno proporcional. ¿Para qué reformar un mecanismo que les favorecía?

Pero dentro de la Alianza también existe un sector—el ala liberal de Renovación Nacional— que se ha mostrado dispuesto a reformarlo. Espina, Allamand y el propio Piñera han expresado su disposición a resolver el tema de la representación limitada que plantea el sistema. El ala más conservadora de RN, en cambio, ha sostenido la tesis del status quo.

[cita]El viejo discurso de la “estabilidad” que tanto se defendía hace pocos años  se transformó pues, una vez que llegas a La Moneda, todo se ve diferente.  Es el encanto del poder: todo depende de donde estés sentado.[/cita]

El actual interés de algunos aliancistas se explica porque el escenario político cambió en las últimas elecciones. La Alianza finalmente llegó a la presidencia, estuvo muy cerca del empate en ambas cámaras y la UDI tiene aspiraciones de presidir el gobierno en el año 2014. Y como para gobernar se requieren mayorías, resulta que ahora son algunos personeros de la UDI  y RN los que insisten en hacer tres transformaciones cruciales: ampliar el número de senadores, posibilitar la reelección presidencial y modificar el sistema electoral.

El objetivo no se oculta. El Mercurio (29/9/2010) indicaba que “todas estas medidas, según ha dicho el senador (Longueira), tendrían el objetivo de permitir mayor representación de partidos que no pertenecen a los dos grandes conglomerados”. En otras palabras, la posibilidad de llegar a ser gobierno abre el apetito de construir nuevas mayorías y en un sistema tan empatado como el chileno, la única opción para obtener un triunfo es o por la vía de la cooptación de algunos parlamentarios o con una reforma que permita reordenar el sistema de coaliciones.

La apuesta no será sencilla. Los parlamentarios en ejercicio querrán mantener sus asientos y evitar modificar los distritos, por lo que la única vía es crear un híbrido incorporando una lista proporcional a nivel nacional. Ello implica una reforma constitucional dado que la carta fundamental establece un número fijo de diputados (120). Como esta reforma requeriría la aprobación de 72 diputados y 23 senadores (2/3 del Congreso), la Alianza necesitaría sumar a todos sus parlamentarios, el PRI, independientes de derecha, y al menos 13 diputados y 6 senadores de la Concertación. Como mínimo, requerirían un acuerdo con el PDC.

Si el próximo 5 de noviembre, el senador Longueira logra convencer a la UDI -con  calculadora en mano- de los beneficios de su apuesta, entonces sería muy difícil para los partidos de la Concertación negarse a un diálogo ¿No es una vieja aspiración democrática ampliar los niveles de representación del sistema?

En síntesis, no habrá reforma sin un acuerdo que trascienda a la Alianza. La fórmula seguramente buscará no afectar los intereses de reelección de los parlamentarios en ejercicio. El incentivo aliancista hoy está puesto en obtener una mayoría, por lo que es probable que se busque insistentemente abrir el sistema para obtener nuevos aliados.

El viejo discurso de la “estabilidad” que tanto se defendía hace pocos años  se transformó pues, una vez que llegas a La Moneda, todo se ve diferente.  Es el encanto del poder: todo depende de donde estés sentado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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