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Piñera en la mira

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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La verdad es que la suerte de Piñera tiene que ver con que no deja nada al azar. Hace todo lo que puede, y lo que no puede se lo pide a Dios. Así ¡quién no!


Piñera ha pretendido un liderazgo como el de su antecesora sin renunciar como ella a la acción. Quizá sea por eso que hasta sus votantes le reprochen que no se le parezca. Parece que el estilo concertacionista caló hondo hasta en sus detractores.

Constantemente se le critica que no sea creíble. Que su retórica, sus gestos y hasta su sonrisa no causen simpatía. Pero esas ideas que repite hasta el cansancio: ‘hacer las cosas con sentido de urgencia’ o ‘recuperar la cultura del trabajo bien hecho’, se han demostrado, a la luz de su gobierno, como ideas que trascienden el eslogan de campaña. Capaz que sea más sincero y menos malo de lo que parece. Es que se perdió la costumbre de buscar en sus hechos la credibilidad de las personas.

No es casualidad que hasta sus asesores pensaran, cuando Piñera se puso en la primera línea del rescate a los mineros, que era temerario. Las posibilidades de que el accidente deviniera en tragedia eran altas, y les pareció irresponsable arriesgar tanto su capital político. Sin darse cuenta, quisieron repetir el estilo del que se hizo gala la noche del terremoto. Pero a un hombre de acción no se le puede pedir la cautela del empleado público o del intelectual.

Poco tiempo después, la crítica recayó en su sobreexposición. Ya no al riesgo, sino a las cámaras y al micrófono; y no precisamente por ese gusto aristocrático de cultivar el bajo perfil, sino justamente para que no le saliera el tiro por la culata.

[cita]La verdad es que la suerte de Piñera tiene que ver con que no deja nada al azar. Hace todo lo que puede, y lo que no puede se lo pide a Dios. Así ¡quién no![/cita]

Pero al que tuvo la valentía de dar la cara cuando lo previsible era un fracaso estruendoso, hay que perdonarle que la dé también cuando el éxito es rotundo. Heidegger dice que la fuente de las propias limitaciones es también la de las propias posibilidades: no hay que olvidarlo al momento de evaluar a una persona. Los méritos de Piñera no se pueden disociar de lo que por momentos molesta de él.

Más adelante, se pensó que arriesgaba la seguridad del rescate por no encamisar el túnel. No se le concedió el beneficio de la duda y se hizo un razonamiento absurdo: el mismo que puso seis sondas y elaboró no sé cuantos planes de rescate era el que asumía el riesgo de dejarlos a todos sepultados por el apuro de salir la foto. La verdad es que uno siempre se cree más inteligente que el resto, pero los antecedentes de Piñera dan como para pensar que está al mismo nivel que uno. En todo caso, es comprensible ser malpensado porque la Concertación hizo tanto corte de cinta de obras no terminadas, que esta premura se pensó como algo del mismo estilo.

Se dijo también que Piñera era personalista y pragmático. Pero al término del rescate hace en cámara un reconocimiento a Golborne, a Sougarret y a ¡Dios! Eso demuestra que el personalista sabe escoger a sus empleados y que reconoce también los méritos ajenos. ¿Qué tiene a Dios entre sus empleados? Es mejor que tenerlo de cesante por veinte años.

Además, el pragmático no hizo cálculos como los que se hubieran hecho en México o en China. Su respeto por la vida es más real de lo que parecía en campaña. Y si hubo cálculos, al menos estuvieron bien hechos.

Los más picados le atribuyeron el éxito de esta empresa a la suerte. En una mala defensa, un momio dijo que tenía suerte porque se la merecía. Pero la verdad es que la suerte de Piñera tiene que ver con que no deja nada al azar. Hace todo lo que puede, y lo que no puede se lo pide a Dios. Así ¡quién no!

Piñera tiene las virtudes y los defectos del empresario, qué duda cabe. Hay que dejarlo ser como es y no encamisarlo a él en un modelo que no le queda bien. En una de esas, nos saca a todos del hoyo… también a quienes votamos por él a regañadientes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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