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El rescate, alma del gobierno del Presidente

Antonio Leal
Por : Antonio Leal Ex Presidente de la Cámara de Diputados, Director de Sociología y del Magister en Ciencia Política, U. Mayor. Miembro del directorio de TVN.
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Muy pronto el Presidente deberá enfrentar los temas de fondo ligados al origen de la tragedia de los mineros, los temas de la reconstrucción del terremoto que se encuentra paralizada y que fue completamente olvidada en estos 70 días.


El rescate de los mineros de Copiapó, transformado en un verdadero reality por los medios televisivos que durante 70 días invadieron los hogares de los chilenos, ha conferido al Presidente Piñera y a su gobierno un alto grado de adhesión ciudadana.

Piñera hizo una apuesta en torno al tema del rescate: sacar a los mineros utilizando todos los medios tecnológicos y humanos que fueran necesarios y demostrar, con ello, la validez de un gobierno mas preocupado de la gestión que de las ideas o de un relato de mas largo plazo, compuesto mas por tecnócratas que por políticos los cuales se miden básicamente en el plano de la eficiencia.

Sin duda, el rescate de los mineros, cuyos tiempos y puesta en escena fueron meticulosamente preparados para que el personalismo del Presidente apareciera en todo su esplendor, le confirió “alma” a un gobierno que no se ha caracterizado por establecer una fuerte empatía con la población.

El rescate y toda la sociabilidad que en torno a el se generó logró crear, en el plano de los sentimientos, la unidad nacional que el Presidente Piñera buscó, un poco instrumentalmente, desde el primer día de su mandato.

[cita]Muy pronto el Presidente deberá enfrentar los temas de fondo ligados al origen de la tragedia de los mineros, los temas de la reconstrucción del terremoto que se encuentra paralizada y que fue completamente olvidada en estos 70 días.[/cita]

Personalmente comprometido con la suerte de los mineros desde las primeras horas, monitoreo minuto a minuto el rescate y no fue al azar que el estuviera presente en la mina en el minuto que la primera sonda llegó al refugio y que trajo la noticia que los 33 mineros estaban vivos como en el momento en que los 33 fueron rescatados de las profundidades de la mina.

El rescate fue comunicacionalmente pensado y preparado para exaltar como logro, prácticamente personal del mandatario, una hazaña tecnológica y humana que catapultara al Presidente al conocimiento internacional y a una alta e indiscutida adhesión en Chile.

Se llegó a tal grado de entusiasmo en esta tarea que el gobierno, en una inaudita violación de la libertad de información, no permitió que los medios de comunicación chilenos e internacionales tomaran y trasmitieran sus propias imágenes sino que las controló directamente a través de una trasmisión oficial del rescate  donde había solo dos actores, el minero rescatado y el Presidente Piñera que lo recibía. El Duce no lo habría hecho mejor.

Los hechos nos muestran que el Presidente, al menos en el plano de las emociones, consiguió sus objetivos y quedará para la crónica futura si ello se hizo acorde a normas éticas e incluso legales que preservaran la privacidad y la dignidad de los mineros, de sus familias, y de la tragedia vivida como tal o si, en cambio, lo que hubo fue una planificada instrumentalización destinada a dar una demostración de la capacidad del Presidente para enfrentar hechos complejos.

De cualquier manera, el Presidente Piñera y su gobierno ha recibido el elogio público de todos los sectores por el rescate, incluida por cierto el de una oposición no convidada a la fiesta y arrollada por el vendaval comunicacional construido por las autoridades como algo propio, y ha aparecido, por primera vez, encabezando una cruzada en la cual todos los chilenos nos sentíamos plenamente involucrados y comprometidos.

El rescate de los mineros de Copiapó y la historia de los 70 días vividos acongojadamente por el país entero, ha sido transformado en el factor de identidad de un gobierno que hasta ahora solo había mostrado un inigualable pragmatismo como símbolo de su gestión. Prueba de ello es la utilización, desprovista de todo pudor, que el Presidente Piñera ha hecho del rescate y de sus símbolos en su primera visita oficial europea. A los mineros rescatados Piñera le debe el haber podido eliminar de su gira el riesgo evidente de que ella estuviera comunicacionalmente  contaminada con la figura de Pinochet dado que se trata de un Presidente que encabeza una coalición política que apoyó y gobernó con el ex dictador.

Sin embargo, y pese al esfuerzo del Presidente Piñera y de su equipo comunicacional, de preservar al infinito el efecto político emotivo del rescate, incluso paseando la cápsula Fénix II comuna por comuna de Chile, este tiene su tiempo y su límite ya que como cualquier construcción mediática es parte de la cultura de lo efímero. Muy pronto el Presidente deberá enfrentar los temas de fondo ligados al origen de la tragedia de los mineros, los temas de la reconstrucción del terremoto que se encuentra paralizada y que fue completamente olvidada en estos 70 días, como los problemas políticos que recorren, en primer lugar, a la coalición de gobierno que no aprueba el estilo personalista de la gestión presidencial, que ignorando y excluyendo a los partidos y a sus líderes, construye un foso entre su popularidad y la de las fuerzas políticas que lo apoyan y que ya en un año más deberán enfrentar las elecciones municipales.

La propia aparición del liderazgo ciudadano del ministro Laurence Golborne, símbolo oficial del rescate de los mineros, incomoda a la Alianza y en particular a la UDI ya que, de una parte, anula el esperado cambio de gabinete en el que los partidos esperaban tener una presencia propia en la gestión del gobierno y,de otra parte, el Presidente Piñera les envía una poderosa señal que desde el gobierno y no desde los partidos se construyen los liderazgos de recambio y ello es visto como una peligrosa expresión de que el gobierno tenderá a reproducirse por si mismo y que el presidente acentuará el carácter personalista y pragmático de su gobierno separándose , cada vez más, de la cultura y de la ideología de los partidos que lo sostienen.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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