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Sí, es política

Sebastián Kraljevich
Por : Sebastián Kraljevich Consultor y profesor de campañas políticas de la Universidad Católica
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Le propongo un ejercicio. Imagine una actividad productiva nacional donde los diferentes actores están dirigidos, principalmente, por concesionarias a plazo, síndicos de quiebra, y sociedades anónimas, algunas de ellas transables en la bolsa. Ahora, suponga que estas organizaciones se convocan para elegir a una suerte de centro con funciones mixtas de liderazgo gremial, regulador y gestor de aquellos negocios que la industria desarrolla en común.

Disculpando la obviedad, la industria buscará un centro que regule lo menos posible, no interfiera, y cuya gestión de los negocios comunes esté orientada al bienestar inmediato de las partes. Citando un amigo, lo sorpresivo hubiera sido que optaran por un centro  cuyos objetivos fueran redistribuir renta y exigir a los privados invertir en bienes públicos. De Loco(s).

Queda un flanco abierto. ¿Por qué esta industria priorizaría tan desequilibradamente el corto plazo por sobre consolidar utilidades estables? Porque esta industria es de las más impredecibles que podamos imaginar. Una industria en que cubrir o no el presupuesto del próximo año puede llegar a depender de los pocos milímetros que separan el “palo-pa-dentro” del “palo-pa-fuera”. Sí, fútbol. Por ejemplo, clasificar a un torneo internacional asegura US$630.000* en premios, aun perdiendo todos los partidos. Bastante dinero considerando que al último partido de Unión Española, club del nuevo presidente de la Asociación, asistieron 2.753 personas al recién remodelado -con recursos públicos- estadio Lucio Fariña de Quillota. No sabemos cuánto dinero se recaudó, pues según la prensa los clubes ya no lo informan, pero es razonable suponer que muchos pagaron la entrada más barata, de $3.000… haga sus cálculos.

Así, la calidad del entrenador nacional, los contactos del anterior presidente gremial, y todas las buenas intenciones se vuelven secundarias cuando la arquitectura de la industria, en sus actores y lógicas, no reconoce otro patrón que la rentabilidad a corto plazo. Por supuesto hay otros factores, las trazas con el poder son evidentes cuando el Presidente, el Ministro de Educación y el Director de Deportes tienen intereses conocidos en algunas instituciones. O cuando La Moneda tiene el desatino de hacer pública la remodelación de un estadio a la hora en que se vota. ¿Llamaron, articularon, ofrecieron premios y castigos? Probablemente, quién podría sorprenderse. Pero, incluso en ese caso, parece evidente que hay causas estructurales, anteriores y sustantivas a los telefonazos de Palacio. Igual que los ladrones de bancos, los inversionistas que controlan el fútbol profesional van donde está la plata. Y ahí votaron.

Decía un nefrólogo de triste recuerdo que “en unos años más la derecha iba a controlar todo el fútbol”. No sé si el doctor lo pensaría así, pero el principal espacio de ese control ha sido el cambio en las lógicas del sistema, incluso más que en las trayectorias de los prohombres con derecho a voto en Quilín. Así, no resulta casual que los más entusiastas guaripolas de la privatización -modernización (sic)- de los clubes sean quienes buscan explicar el triunfo de  Segovia por “cinco llamadas”. Se suman sin pensarlo dos veces, cuándo no, políticos que creen más en la cuña que en perfeccionar la ley, en este caso de sociedades anónimas deportivas.

Para terminar, no se trata de elogiar el pasado. El fútbol “de antes”, con dirigentes electos por los socios de los clubes en -muchas veces- parodias de elecciones democráticas, podría haberse quitado de encima a Bielsa y Mayne-Nicholls por motivaciones tan impresentables como las de los actuales. Algunas se han insinuado esta vez: no eran simpáticos, nos les daban la mano, pocos asados… Pero en aquellos tiempos, el “cómo voy ahí” era la desviación, no la regla. Y aunque la conducta desviada se haga masiva, no es lo mismo que convertirla en ley. Eso sí que es político. Las llamadas telefónicas son apenas una expresión de lo que hay detrás.

*Dato de 2008.

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