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De nuevo fútbol y política

Pablo Salvat
Por : Pablo Salvat Profesor del Departamento Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Alberto Hurtado.
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No podemos pasar por alto el impacto que la conversión de los clubes en sociedades anónimas tiene para el deporte: se termina perdiendo su finalidad deportiva, y pasa a convertirse en una mera cuestión de mercado.


La reciente elección en la Asociación Nacional de Fútbol deja muchas interrogantes y dudas en torno a un renovado maridaje entre deporte y política. ¿No le parece extraño lector que cuando una directiva es independiente de criterios foráneos a su actividad, cuando tiene éxito y logra reposicionar la valoración por el fútbol y el deporte en general; cuando actúa seriamente,  no le parece extraño que –entonces-  haya que cambiarla y súbitamente se le descubran falencias?

Obviamente, ninguna directiva o gestión humana es perfecta, pero los déficit que se le atribuyeron no tienen nada que ver ni con mal uso de recursos, con su desvío inadecuado u otras martingalas de ese tipo como lo ha sido en otras oportunidades.  ¿No será que desde distintos sectores, gobiernistas y extra gobiernistas, no gusta para nada la autonomía de juicio  y funcionamiento en el manejo  del fútbol –y su relación con los medios o las autoridades- que ha mostrado la dupla Bielsa Mayne-Nichols?   ¿Por  qué la ANFP tiene que privilegiar necesariamente a los tres clubes llamados “grandes” de nuestro fútbol, en las decisiones y en los réditos financieros?

[cita]No podemos pasar por alto el impacto que  la conversión de los clubes en sociedades anónimas tiene para el deporte: se termina perdiendo su finalidad deportiva, y pasa a convertirse en una mera cuestión de mercado.[/cita]

No podemos pasar por alto el impacto que  la conversión de los clubes en sociedades anónimas tiene para el deporte: se termina perdiendo su finalidad deportiva, y pasa a convertirse en una mera cuestión de mercado. Mercado de jugadores (se compran y venden, como la fruta o verdura que usted adquiere en ferias o supermercados), mercado de inversiones en marcas, camisetas, publicidad,  etc.  Esto ha convertido al fútbol en otro apetitoso bocado para el gran capital.  ¿Y quiénes pueden hacer grandes negocios en Chile? ¿Quiénes tienen esa capacidad  entre nosotros? Por favor, ¿no serán los mismos que ya poseen suficiente poder económico-financiero? ¿Y acaso aquellos  que –muchas veces se declaran “apolíticos”-, se revelan –apenas es necesario- como proclives a posiciones de derecha y/o neoliberales? Ahí tiene usted el caso del ex presidente de Colo Colo pues. No es buena señal de una buena salud democrática este eventual maridaje entre política y fútbol-espectáculo. Desnaturaliza la función de lo público,  y  puede desatar  tendencias populistas y nacionalistas mediante las cuales adormecer y/o distraer el fortalecimiento de la participación y el control democrático de la gestión del poder. Una última cosa. Mire que coincidencia: se da todo esto en medio de la reposición de la discusión sobre inscripción  obligatoria y voto voluntario.

Sería bueno preguntarnos ¿a quiénes  puede servir e interesar que usted acceda o abandone su condición de ciudadano soberano según  gustos,  modas, las ganas,  la buena o mala “onda”, buenas o malas ofertas políticas?  Sería bueno   debatir sobre  a quién le conviene que la política se vuelva panem et circem.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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