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La familia del fútbol y sus cachorros

Lo que hacen los clubes es que introducen en ese documento una serie de exigencias y también restricciones para el futbolista joven que virtualmente lo esclavizan.


Como es sabido, la familia del fútbol se encuentra en crisis y este estado de ruptura corresponde a una de los tantas que suelen asolar a buena parte de las orgánicas de este país, sean asociaciones gremiales, colegios profesionales, corporaciones, sindicatos u otras, que normalmente se dan dentro de un marco de pura lucha por el poder y las bondades económicas que éste reporta. Es decir, sin objetivos organizacionales orientados a mejorar su desempeño y sus finalidades para posibilitar que sus afiliados, participantes y seguidores o hinchas alcancen su mayor desarrollo espiritual y material posible dentro de la esfera de acción en que se desenvuelven.

De este modo, hemos asistido a un período de alta inestabilidad, rompimiento y odiosidad cuyo desenlace inmediato puede ser una pública tregua momentánea, quizá una “pax romana” impuesta a los derrotados. Pero bajo sus cimientos laten las pústulas purulentas que habrán de emerger en algún momento como el magma de los volcanes. Recuérdese que este episodio tiene su origen en la distribución de los excedentes del canal del fútbol, recursos que los grandes clubes aspiraban que acrecieran exclusivamente sus arcas dejando la limosna para los demás.

[cita] Lo que hacen los clubes es que introducen en ese documento una serie de exigencias y también restricciones para el futbolista joven que virtualmente lo esclavizan.[/cita]

No creemos que sea así, pero esperamos que este conflicto mueva a la sensatez y sea utilizado como una oportunidad para revisar y alcanzar acuerdos sobre el tipo de competencia deportiva a la que se aspira y los medios para alcanzarla; reexaminar los estatutos y reglamentos eleccionarios para consagrar una participación más equilibrada de los asociados en el destino de la organización.  Con pleno respeto por las minorías y promoviendo una distribución equitativa y solidaria de los recursos que permita torneos más competitivos y con alta concurrencia de público. Quizá también, darle en algún lugar de su institucionalidad participación a la hinchada.

No obstante, para que lo anterior sea posible, habrá que revisar también la forma en que los clubes, especialmente los más poderosos, se relacionan con sus cadetes y aspirantes al fútbol profesional, materia que discurre dentro de la nocturnidad de la falta de transparencia y el abuso de poder. En efecto, recientemente en una columna manifestamos que numerosos clubes obligaban a sus cadetes en edad de profesionalizarse, a suscribir instrumentos jurídicos denominados “Acuerdos de Transferencia” cuyas cláusulas debían ser calificadas de abusivas. Estas consisten en:

La suscripción de un documento entre un jugador y el club al que pertenece por medio del cual éste lo elimina de sus registros posibilitando su inscripción en otro donde puede continuar su formación y eventualmente celebrar su primer contrato profesional. Ahora bien, lo que hacen los clubes es que introducen en ese documento una serie de exigencias y también restricciones para el futbolista joven que virtualmente lo esclavizan y que en lo sustantivo le imponen:

–         Que toda venta, arriendo o préstamo del jugador que se produzca luego de ser inscrito en los registros del club receptor, le corresponde al cedente el 50% de esas operaciones. Por esta vía el club cedente se asegura una participación excesiva y accede a una compensación por formación que excede largamente la indemnización que le correspondería si se aplicaran las normas del Código del Trabajo. Adicionalmente, pone de cargo del futbolista la compensación por formación, que la ley laboral imperativamente obliga a pagar al club con que el trabajador suscriba su primer contrato profesional. Esto es claramente un fraude a la ley.

–         En las futuras ventas del jugador que se desee realizar luego de ser inscrito en el nuevo club, el futbolista no puede ser transferido en una cifra inferior a US $ 1.000.000. En esa operación limitativa de derechos fundamentales como la libertad de trabajo y la libertad de contratación, el club cedente lleva el 50% de la operación: US $ 500.000.-

–         Se permite hacer la operación de venta, si el monto excede los US $ 1.000.000.-, por ej: US $ 2.000.000.- El club cedente se lleva 1 millón de dólares. Es este caso, debe informar al club cedente, para evitar la impugnación de la transacción.

¿Creen ustedes, que los costos de formación en que incurre un club para formar a un futbolista que aún no es profesional es de tal magnitud? La respuesta es segura: en ningún caso. Y si el costo de la formación que la ley pone de cargo del club que extiende el primer contrato profesional, por qué debe pagarlo el joven mediante una exacción del 50% de las operaciones de venta, arriendo o préstamo posteriores.

Todas estas operaciones se pueden repetir varias veces.

Estas son algunas de las cláusulas que algunos clubes han introducido en los Acuerdos de Transferencia que hemos relatado.

¿Saben ustedes que pasa con el que no firma? ¡Nada! Es decir, no podrá jugar jamás fútbol profesional, porque el club de sus amores, no lo hará jugar ni lo incorporará al elenco profesional.

¿Qué ocurre en la realidad? Todos firman, porque nadie quiere privarse de la oportunidad de profesionalizarse y tener la posibilidad aunque sea por azar o acaso, alguna vez formar parte de una operación de transferencia igual o superior al millón de dólares que les permita iniciar una carrera profesional y alcanzar el estrellato.

Estas cláusulas son inconstitucionales, desde que atentan contra la libertad de trabajo y de contratación; atentan contra la igualdad ante la ley, desde que esta vía se incumplen normas laborales de orden público e irrenunciables. Finalmente, no faltará quien diga que estos contratos se firman en virtud de la autonomía de la voluntad de las partes, que supone partes libres para negociar sus condiciones. A esta monstruosidad se puede responder lo siguiente: si no firmar significa no jugar o no ser promovido a los planteles de honor de los clubes y no profesionalizarse, ese joven futbolista cuando firma ese acuerdo, no lo hace en forma libre, sino que forzada. Estos son contratos forzados, en el cual nunca no hay negociación.

Este exceso debe ser investigado, porque estas cláusulas infringen derechos fundamentales de nuestra organización social, desde que no son otra cosa que cláusulas abusivas que privan a muchos del producto de su trabajo en favor de la codicia de unos pocos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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