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Escalona: sin crítica y sin memoria

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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La apuesta de «su lote» es clara: lograr reconocimiento e interlocución con Piñera. ¿No queda claro después del apoyo al Royalty, a la Ministra Matte, el 4,2 % y a una reconstrucción que sólo existe en el discurso del empresario-presidente?


He leído –para ser honesto, no con sorpresa- la carta de Camilo Escalona respecto del libro “Memorias críticas” que el Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, publicó sobre Carlos Altamirano. Como siempre, el senador se encona rápido y uno no sabe si contra su propia memoria o la del resto.

Ingresé formalmente a la JS Almeyda en 1985. Y recuerdo siempre, con extrañeza, al asistir a una primera jornada de capacitación en esa juventud la exasperación del relator hacia la figura de Altamirano. La primera media hora, se la pasó, literalmente, vapuleando a al ex Secretario General por el proceso de renovación que encabezó y su acercamiento al centro. Era la época en que muchos cabecillas que hoy quieren mantener un acuerdo con el PDC basado en la repartija y no en contenidos, despreciaban esa salida y jugaban sin despeinarse, como en las películas de vaqueros, a ser rebeldes y revolucionarios.

No pocos jóvenes les creyeron y se transformaron en desadaptados en los 90’. Esos líderes, sin embargo, “se acomodaron” bastante bien a la transición con Pinochet vigilándola y con mercado desatado. Promovieron y aprobaron las privatizaciones (incluso la que afectó a la educación) que hoy critican porque la derecha quiere llevarlas hasta sus últimas consecuencias.

[cita]La apuesta de “su lote” es clara: lograr reconocimiento e interlocución con Piñera. ¿No queda claro después del apoyo al Royalty, a la Ministra Matte, el 4,2 % y a una reconstrucción que sólo existe en el discurso del empresario-presidente?[/cita]

Para muestra un botón: siendo su presidente Camilo Escalona, el PS dio luz verde a la privatización de las sanitarias que, hoy, el propio senador desaprueba. Y es que esa generación confundió lo urgente con lo importante, e hizo de la transición lo que fue: un tedio interminable.

Haciendo un ejercicio de “memoria crítica”, recuerdo muy bien el libro de Escalona “Una transición de dos caras”, publicado justo después de su debacle electoral de 1997 que, según mi modesta opinión, comprometió hasta hoy, el feble peso del PS en las aspiraciones de cambio del progresismo. Ese texto, era una reflexión crítica sobre la transición, los gobiernos DC y, en particular, el de Eduardo Frei. Por supuesto, el senador, que siempre es igual a sí mismo, más tarde sería el más enconado defensor de Frei y de aquella primaria trucha.

Y, bueno, creo que allí hay otra gran diferencia con Altamirano. Él fue un  dirigente de su época, con todas las miserias y bondades que eso involucra. Hasta dónde yo sé eso él no lo ha negado. Es más, luego de iniciar el proceso de cambio de alianza político-social para superar la dictadura, se retiró y asumió que el tiempo que se venía no era el suyo.  Si algunos de los dirigentes actuales hubieran tenido la misma comprensión de dar un paso al lado en momentos fundamentales tal vez, las cosas serían muy distintas.

Altamirano, además, pertenece a una  generación de cuadros socialistas que llevaron al PS al sitial que magníficamente representó Allende. Una época en que nuestros líderes publicaban libros, proponían tesis, hacían clases en la Universidad y, a la vez, ocupaban escaños en el Senado. Producto de eso  fue que el PS jugó un papel protagónico, desde fines de los 30’, en la creación de un Estado fuerte que industrializó el país, mejoró y amplió la enseñanza pública, y cuyos hitos centrales fueron la nacionalización del cobre y  la obtención del Nobel por parte de Neruda.

Esa generación de dirigentes – Ampuero, Allende, Corbalán, Rodríguez, el propio Altamirano entre otros – marcaron una impronta no sólo en la política local, sino latinoamericana y mundial.

En cambio, los dirigentes surgidos de la transición no hicieron sino dedicarse a desmantelar todo lo que construyó la generación anterior. No es casualidad entonces el largo y sinuoso derrotero que, comenzando entre  codazos durante  las primarias, acabara con Frei perdiendo en segunda vuelta, frente a un empresario que los chilenos, definitivamente, no estiman.

Alguna vez, en la investigación de mi tesis doctoral sobre el PS, un antiguo dirigente critico del ex Secretario General hizo un reconocimiento: “Altamirano era el único dirigente histórico que permitía la discusión sin censura, y luego no discriminaba a alguien por discrepar con él”. Hoy la discusión partidaria se remite inobjetablemente a la lealtad incondicional al lote. De hecho, más de alguno recordará la frase que se acuñó bajo la presidencia de Camilo Escalona: “el que se mueve, no sale en la foto”.

El senador Escalona podría aprovechar la oportunidad para hacer una autocrítica propia sobre su papel  en los hechos actuales y en la crisis del PS. Pero como ya lo hizo en 1979, 1989, 1998  y en 2009, prefirió fugarse hacia adelante para sobrevivir. La apuesta de “su lote” es clara: lograr reconocimiento e interlocución con Piñera. ¿No queda claro después del apoyo al Royalty, a la Ministra Matte, el 4,2 % y a una reconstrucción que sólo existe en el discurso del empresario-presidente?

“Memorias críticas” está hecho para la reflexión histórica sobre una época respecto de la cual no sólo los chilenos, sino que los propios socialistas aún no nos ponemos de acuerdo. Es un aporte para  el pensamiento de izquierda, en especial hoy, tiempo en que, como en la balsa de la medusa, navegamos sin rumbo y sin destino.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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