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La cultura de la fuerza


Lo que sucede en Punta Arenas es representativo de la cultura chilena actual: si usted quiere obtener algo, use la fuerza. Las personas que consiguen hacer oír sus peticiones deben ejercer alguna forma de violencia. Tomarse alguna instalación, obstaculizar el normal desarrollo de actividades, interrumpir el tránsito, lanzar piedras o bombas molotov, romper vidrios o mobiliario urbano, incendiar vehículos. Lo que sea, siempre que inspire temor a la gente y a la autoridad. Hágalo y sus peticiones serán atendidas.

¿Porqué a la extrema izquierda que intentó tomarse el poder por las armas el país tiene que indemnizarla con casi trescientos millones de dólares anuales? Porque es capaz de generar violencia y, si se lo propone, interrumpir la vida ciudadana normal. Además, tiene armas («por si las moscas»). ¿Por qué a los militares que derrotaron la conspiración armada de la izquierda se les persigue y procesa ilegalmente? Porque está probado que lo soportan sin hacer nada y, muchas veces, sin decir nada. No amenazan a nadie.

Los puntarenenses no tienen razón al pretender que se eternice un subsidio que es exagerado (pagan ocho veces menos por el gas), injusto (favorece por igual a ricos y pobres) y dañino (compromete el abastecimiento futuro de gas natural). Pero se van a salir con la suya porque están usando la fuerza y trastornando la vida en una región.

Los militares procesados, en cambio, tienen toda la razón cuando dicen que se desconocen las leyes en perjuicio de ellos, pero nunca van a conseguir que sus justas aspiraciones sean acogidas porque no usan la fuerza ni provocan siquiera una alteración en el tránsito.

Aquí la cosas se obtienen asustando a la gente y a la autoridad. Así se puede conseguir que permanezca un subsidio injustificado, que a uno le den gratis un fundo sureño o un terreno en Pascua, que le aumenten el sueldo o el reajuste, que le paguen los días no trabajados, que metan presas a ciertas personas o indulten y perdonen a otras.

Es otra expresión de «the Chilean way»: «dime cuánta fuerza eres capaz de usar y te diré cuánto vas a conseguir».

Si alguien creyó que con un cambio de coalición gobernante se le iba a poder poner el cascabel al gato, estaba muy equivocado. Lo estamos viendo una vez más.

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