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Los díscolos adentro del gabinete

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Los arrebatos liberales de ambos legisladores han sido erradicados. La independencia que exhibían desde el Congreso se acabó. Ahora son parte de un equipo y ese equipo tiene un jefe que pone la música y ordena el baile.


Las columnas del fin de semana cubrieron casi todas las aristas del cambio de gabinete: el regreso de la patrulla juvenil, la venganza de los políticos, el inicio de la carrera por la sucesión. Todas tesis con las cuales cuesta estar en desacuerdo. Me concentraré, por ende, en las cuestiones que han recibido menos atención.

Primero, en que sacar a Allamand y Matthei del Senado para instalarlos en el gabinete contradice lo que pareció ser la posición mayoritaria de la centroderecha frente al episodio Tohá, cuando la ex Presidenta Bachelet despojó a los santiaguinos de su representante para cubrir la vocería de su gobierno. Recuerdo haber leído sensatas declaraciones llamando la atención sobre los riesgos de este tipo de enroques. No me refiero particularmente a las lagunas constitucionales, sino al efecto que tiene privar a los electores de un determinado distrito o circunscripción del parlamentario que ellos eligieron. Si ya la política pasa por una fase de mala reputación, este tipo de maniobras no ayuda mucho. El voto vale poco con sistema binominal. Ahora el mensaje es que vale todavía menos. Especialmente cuando son los propios partidos los que designan, a dedo, al reemplazante.

El caso de RN es delicado. Aunque las razones esgrimidas por su directiva para “convencer” a Carlos Larraín de tomar el sillón valdiviano sean razonables, el asunto tiene mucho de impresentable: se trata nada menos que del presidente del partido, lo que genera una asimetría muy difícil de revertir para cualquier otro aspirante, sobre todo local. En resumen, más poder para los que ya lo tienen, menos para los ciudadanos. La única salida decente que le queda a la clase política es que, una vez que ya todos se han aprovechado de sus beneficios, se modifique el actual sistema y las vacantes del Congreso se comiencen a llenar a partir de elecciones complementarias.

[cita]Las designaciones debieron ser inversas. Allamand debió ir a Trabajo y Matthei a Defensa. El primero necesita crecer en las encuestas, rápidamente, si no quiere olvidarse del sueño presidencial.[/cita]

Segundo, que Allamand y Matthei no sólo agregan peso al gabinete, sino que son funcionales a lo que supuestamente es el nuevo diseño político que acordó La Moneda después de los últimos resultados en las encuestas. Según este plan, el Presidente no puede estar en todas las batallas. El llamado “gabinete de gerentes” debía tener una sola estrella con nombre y apellido: Sebastián Piñera. Una vez que se opta, quizás a contrapelo, por una estrategia en la cual los escuderos son relevantes no sólo para hacer su pega sino para lidiar con el fuego enemigo, los dos experimentados senadores calzan a la perfección. En síntesis, la jugada exhibe coherencia, a mi juicio, no tanto porque ordena la carrera por la sucesión y la traslada a un concurso de desempeños ministeriales, sino porque constituye un reforzamiento para el propio primer mandatario.

¿Por qué Allamand y Matthei? ¿Acaso otros no podrían haber sido igual de buenos escuderos? Porque hacen más ruido afuera que adentro.

Allamand era perseguido por los medios para deslizar sutiles y no tan sutiles críticas al gobierno. Su proyecto de uniones civiles aceleraba la agenda valórica de La Moneda. El patrocinio de Matthei a la discusión del aborto también remaba contra la corriente del oficialismo. Los arrebatos liberales de ambos legisladores han sido erradicados. La independencia que exhibían desde el Congreso se acabó. Ahora son parte de un equipo y ese equipo tiene un jefe que pone la música y ordena el baile.

Tercero, que las designaciones debieron ser inversas. Allamand debió ir a Trabajo y Matthei a Defensa. El primero necesita crecer en las encuestas, rápidamente, si no quiere olvidarse del sueño presidencial. Es cierto, Trabajo es riesgoso y conflictivo, pero ahí radican los temas que le importan a la mayoría de los chilenos. Preocuparse por los derechos de los homosexuales es, sin duda, un imperativo ético y político. Comprar aviones, por otro lado, puede ser esencial para defender el territorio de una eventualísima agresión externa. Pero solucionar un problema laboral de relevancia nacional lo reposiciona en otra dimensión. Mal que mal, al titular del Trabajo le correspondía haber intervenido en el episodio de los mineros, y no al Ministro de Minería. Se me recordará que Bachelet fue grito y plata arriba de un tanque. Pero para Allamand el cargo no tiene nada de simbólico como lo tuvo para la ex Presidenta, primera mujer en ostentarlo e hija de un uniformado víctima de la dictadura. Para Matthei, en cambio, sí lo tiene. Mujer e hija de un miembro de la Junta Militar que entregó el poder en 1990, podría haber hecho mucho más –conociendo su estilo- por terminar de cerrar las heridas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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