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No a la beatificación de Juan Pablo II

Rodrigo Larraín
Por : Rodrigo Larraín Sociólogo. Académico de la Universidad Central
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Era amigo de sus amigos, por supuesto Marcial Maciel, o Girólamo Prigione, su nuncio en México, un corrupto narcotraficante que abusó sexualmente de muchas religiosas que estuvieron a su servicio. Recuérdese que quienes son promovidos al episcopado son recomendados por los nuncios en cada país.


El Papa actual beatificará a Juan Pablo II, el controvertido Papa anterior.  Sin duda, un acto litúrgico que amnistía los errores  y desprolijidades que acompañaron su pontificado con posterioridad al atentado que casi le cuesta la vida.  En Chile fue el “Peregrino de la Vida” para los cristianos, para el gobierno de la época fue el “peregrino de la Paz”, puede que hoy, los últimos hayan mudado a fervorosos pro-vida.  Como si fuera el sino de los papas que gobiernan periodos largos –recuérdese el caso de Pío IX, recordado como el papa de la Doctrina Social de la Iglesia, pero que terminó haciendo el más despótico de los gobiernos de los Estados Pontificios- también Juan Pablo II emprendió el camino del conservadurismo.

El anterior Papa tenía algunas convicciones excéntricas y que fueron aprobadas de buen grado por los católicos del mundo; una de ellas era viajar, la otra era canonizar muchos santos y, la más peligrosa, opinar sobre materias dogmáticas de un modo algo ligero.  Recorrer todos los países y alentar a los católicos y demás personas de buena voluntad es un gran propósito, pero el Papa es un jefe de Estado y jefe de la Iglesia y alguien debe hacerlo, sino los destinos de estos son decididos por segundones, que es lo que aparentemente pasó cuando todo se puso en tela de juicio, el Banco Ambrosiano, Mons. Marcinkus  y los vínculos turbios de ellos con la mafia; en paralelo explotaba el escándalo de pedofilia y los abusos a monjas en África y a niños en otras latitudes.

Las canonizaciones fueron de religiosos y religiosas casi en exclusiva, si no contamos a las monjas como laicas, que lo son, recuerdo que hubo sólo un laico que mereció la corona del cielo para el papa Wojtyla.  Bajo su pontificado se descubrió que había habido más santos que nunca y se les santificó estruendosamente en la Plaza de San Pedro, medida prontamente desechada por el Papa actual, que la reservó para contados casos.    Pero el Papa polaco era un creativo, por ejemplo, en el rezo del Ángelus en Castel Gandolfo derogó el infierno, más tarde el paraíso y puso en duda el purgatorio; modificó el rosario, que había sido entregado a Santo Domingo por La Virgen, para añadirle unos misterios que olvidaron desde el cielo.  También puso su firma a documentos luego de introducir cambios muy menores, una forma sutil de pasar a la historia, como en el caso de la elección de Papa.

[cita]Era amigo de sus amigos, por supuesto Marcial Maciel, o Girólamo Prigione, su nuncio en México, un corrupto narcotraficante que abusó sexualmente de muchas religiosas que estuvieron a su servicio.  Recuérdese que quienes son promovidos al episcopado son recomendados por los nuncios en cada país.[/cita]

El Concilio Vaticano II es el acontecimiento más importante vivido por la Iglesia en los últimos años, cuando ésta se enredaba en apoyo y odios contra el mundo moderno, en muchos casos contra el mismo Evangelio, el Espíritu Santo sopló sobre ella y el Papa Juan XXIII lo convocó.  Atrás quedó el apoyo a monarcas de tiempos primitivos –los protestantes tenían monarquías parlamentarias- y a dictaduras inhumanas que se santificaban mencionando a Cristo y obteniendo bendiciones e indulgencias por sus crímenes, llegó el reconocimiento a la democracia –excomulgada por Pío IX- y a los derechos humanos, se fomentó el ecumenismo  con todo el respeto a las diversas religiones, pues no hay nada más noble que brindar culto a Dios según el recto corazón de cada uno.  Pero a Su Santidad no le pareció el Concilio, especialmente un gobierno pontificio que privilegiaba la colegialidad de los obispos; y se restauró un gobierno monárquico unipersonal.  Y en esa línea el Concilio empezó a abandonarse imperceptiblemente y se quedó como una expresión carente de contenido.

Pero no fue esto lo más grave, ni el poco interés por las mujeres, ni el sacar a los pobres de las prédicas y documentos magisteriales, ni los teólogos alejados, ni la condescendencia con dictadores, etcétera.  Lo más grave fue el descuido de los niños y jóvenes a los que les arruinaban irremisiblemente sus vidas sacerdotes pederastas; también la minimización de estos crímenes, tolerando infames dispositivos para ocultar a los culpables.  Hasta que el escándalo estalló en los tribunales y golpeó el bolsillo de diferentes diócesis del mundo.  Manga ancha para los abusadores sexuales clérigos y rigorismo cruel para con la honesta sexualidad entre cónyuges.

Cuando un grupo de enfermos de SIDA le solicitó usar condón en sus relaciones sexuales, el Papa les contestó que no, que se abstuvieran para siempre o que contagiaran a su pareja.  El mal del condón era mayor que contagiar al otro cónyuge.  Por eso, quizá si con vergüenza el Papa actual reconoció que en casos así el uso del preservativo no era un mal.  No fue la de Juan Pablo una respuesta insólita, fue una maldad.  Pero era amigo de sus amigos, por supuesto Marcial Maciel, o Girólamo Prigione, su nuncio en México, un corrupto narcotraficante que abusó sexualmente de muchas religiosas que estuvieron a su servicio.  Recuérdese que quienes son promovidos al episcopado son recomendados por los nuncios en cada país.

Cuando murió el pueblo gritaba “santo súbito”, es decir háganlo santo ahora.  Es cierto que los plazos para beatificar a un cristiano son discrecionales, pero para que ponerlos, entonces.  Y el de este Papa ha sido rápido, muy rápido y con milagro comprobado incluso, puesto que es la condición para beatificar.  Algunos ya sospechan del milagro en cuestión, y ya tenemos un milagro falso, el de Teresa de Calcuta fue impugnado por el marido de la favorecida por el milagro que la plataformó al peldaño previo a la santidad; de hecho, confesó que se le había pagado y que no soportaba el fraude abatido por su conciencia.

La reacción de Juan Pablo II fue que Teresa no necesitaba de milagros para probar su santidad.  Quizás sí el papa tenía razón: los milagros que pueda haber hecho Juan Pablo II no son argumento, total hoy hace milagros San Expedito como antes los hizo Santa Filomena, y ninguno existió.

Ser cristiano católico es una gran cosa, nos hace a todos iguales porque somos hijos del mismo Padre y yo a mi Padre le puedo reclamar cuando algo me parece improcedente.  Padre, espero que no haya esta beatificación y si ocurriere que nunca haya canonización.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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