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Bienvenido Mr. Obama

Cristián Fuentes V.
Por : Cristián Fuentes V. Académico Escuela de Gobierno y Comunicaciones UCEN
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Si bien Estados Unidos sigue siendo la primera potencia global, se estima que ha entrado en un período de lenta declinación. Aunque seguirá siendo fuerte militarmente, deberá compartir protagonismo con otros centros de poder, requiriendo de aliados para administrar el sistema internacional.


Más allá de lo aparente, de las imágenes y las luces, la visita del Primer Mandatario de Estados Unidos a Chile representa una buena oportunidad para hablar en serio de nuestra política exterior, ámbito en el cual existe desconocimiento y confusión sobre sus verdaderos alcances y propósitos.

Cuando en su discurso sobre el estado de la Unión Americana, el Presidente Barack Obama evocó el rescate de los 33 mineros de Atacama, muchos en Chile temblaron de emoción, aunque encontraron un poco exagerado el rol que le asignó al contratista norteamericano Brandon Fisher. Pero la agitación llegó al paroxismo con el anuncio de que en marzo viajaría a San Salvador, Brasilia y Santiago, coronando con éxito el intenso lobby desatado hace unos meses por el gobierno de Sebastián Piñera.

Si le creemos a las declaraciones oficiales, este sería un “reconocimiento” de Washington a la “seriedad y responsabilidad” con que Chile se comporta ante el resto del planeta, a los esfuerzos por “fortalecer la democracia”, a un desarrollo económico sólido, basado en el libre comercio, y a los avances logrados en la construcción de una “sociedad más equitativa y justa”.

[cita]Si bien Estados Unidos sigue siendo la primera potencia global, se estima que ha entrado en un período de lenta declinación. Aunque seguirá siendo fuerte militarmente, deberá compartir protagonismo con otros centros de poder, requiriendo de aliados para administrar el sistema internacional.[/cita]

Por eso, deberíamos estar contentos por recibir a un huésped tan ilustre en su primer recorrido por Sudamérica, aprovechando la disposición para “forjar nuevas alianzas”, que sin duda ayudarán a “fortalecer la seguridad y la prosperidad” de todo el hemisferio. En nuestro caso, sería la prueba de que ejercemos un “liderazgo clave” en la región y que somos “socios en igualdad de condiciones” con el gigante del norte, además de abrir nuevos campos de cooperación en temas como la energía nuclear, las energías limpias y la gestión de crisis.

Pero el mensaje no convence, suena desproporcionado, voluntarista y carente de contenidos reales. Se extraña un diagnóstico preciso, propuestas concretas y, sobre todo, una visión estratégica de política exterior que ordene prioridades e intereses, precise objetivos y defina con claridad el rol que se quiere jugar no sólo en las relaciones bilaterales, sino en el conjunto de las actividades de Chile en el mundo.

Un país realmente serio no valora una visita, por muy importante que sea o por mucha simpatía que nos provoque el personaje invitado, como la confirmación de una conducta que supone correcta. Hay algo provinciano y casi infantil en el gesto, que desnuda vacíos importantes, la carencia de proyectos y la debilidad de instituciones que creemos básicas para el funcionamiento de la república. ¿Dónde quedan, entonces, nuestros propios méritos y que relevancia se le asigna a los procesos internos?, ¿dónde está la planificación de los órganos competentes?, ¿qué papel cumple la Cancillería?, ¿cuál es la opinión de los expertos?, ¿cuáles son los problemas principales y las posibles soluciones? En fin, son innumerables las preguntas y demasiado exiguas las respuestas.

Una reflexión necesaria para entender el contexto en que nos movemos, debe tomar en cuenta que si bien Estados Unidos sigue siendo la primera potencia global, se estima que ha entrado en un período de lenta declinación. Aunque seguirá siendo fuerte militarmente, deberá compartir protagonismo con otros centros de poder, requiriendo de aliados para administrar el sistema internacional. De este diseño compartido se desprenden múltiples desafíos para nuestra región y para un país pequeño como el nuestro, pero con una capacidad importante de influencia en su entorno. No obstante, siguen prevaleciendo las miradas de corto plazo  y el detalle superfluo.

Por otro lado, América Latina carece de preeminencia para Washington, salvo los problemas de seguridad, inmigración y narcotráfico, sobre todo en México, que ha pasado a ser parte de los problemas domésticos norteamericanos. Se suponía que tal situación variaría con el gobierno de Obama, más aún después del anuncio de la nueva y reforzada agenda de Trinidad y Tobago, pero el triunfo del golpe en Honduras y la derrota del Partido Demócrata en las últimas elecciones parlamentarias, disolvieron cualquier esperanza de un cambio sustantivo en el comportamiento de Estados Unidos en el continente.

Es cierto que los índices económicos de Chile y su estabilidad política crean expectativas las que, sin embargo, no hemos podido, o querido, concretar en alguna forma de liderazgo, para lo cual se requiere decisión y agilidad, en reemplazo del peso que no tenemos. Además, paralelo a un fortalecimiento del consenso alrededor de la democracia, se intensifica la crítica a sus imperfecciones y deficiencias, tales como la falta de participación, las desigualdades sociales y los abusos de los monopolios, circunstancias que desmienten el entusiasmo gubernamental por el supuesto éxito del modelo.

Con respecto a los temas que se tratarán en la visita, estos se destacan por su irrelevancia, constatándose una pérdida de la proactividad y la iniciativa que caracterizó a la gestión concertacionista. No puede ser que se hable de un “momento estelar en las relaciones bilaterales” y el contenido de ellas se circunscriba a un status nuclear que no tenemos, a energías que no privilegiamos y a gestiones realizadas, a lo más, de manera “reguleque”. Pareciera que llenamos la tabla con puros “puntos varios”, perdiendo la oportunidad de discutir los asuntos de fondo…si es que los tenemos.

¡Qué distinto a Brasil!, ¡si parece que todo lo demás es relleno! Se nota una atención particular, una voluntad más intensa de diálogo, una búsqueda más viva de consensos, junto a un elenco de ofertas y propuestas concretas, que van desde las inversiones en instalaciones deportivas para el mundial de fútbol de 2014 y para las olimpíadas de 2016, hasta acciones conjuntas en África.

De acuerdo, se trata de dimensiones completamente diferentes, pero era relativamente sencillo plantear esquemas de coordinación efectiva en las más diversas áreas y proyectos comunes, así como la proyección de intereses compartidos, que den un sentido real a la trilogía “socios, aliados y amigos”.

Qué pasa con la probabilidad de cofinanciar infraestructura para la integración, incluida la energética, por ejemplo, o con el perfeccionamiento de los mecanismos de solución de controversias del Tratado de Libre Comercio, o con el diálogo sobre Haití. Supongo que se puede disentir, que se pueden proponer alternativas, que siempre se agradecen visiones constructivas y enfoques creativos acerca de asuntos importantes para ambas partes… ¿o no?

Se agradece el gesto, pero ojalá no suceda lo mismo que en la recordada película en la cual está inspirado el título de este artículo y la limousine del Presidente Obama disminuya la velocidad para no arrastrar consigo la escenografía de cartón piedra que con tanto esmero ha sido levantada.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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