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Un debate ocioso


Hay multiplicidad de opiniones acerca de la posibilidad de generar energía eléctrica mediante centrales nucleares en un país sísmico como el nuestro. Pero es un debate inútil, porque ha aparecido un documento, firmado en 2006 por el actual Presidente de la República, en que él se compromete a oponerse a las centrales nucleares.

Entonces, tal como sucedió en el caso de la termoeléctrica Barrancones, que no sólo era necesaria y urgente, sino que contaba con los permisos ambientales para su construcción y el visto bueno de las autoridades de gobierno, el surgimiento del testimonio de un compromiso de campaña del actual mandatario, oponiéndose a su construcción, fue suficiente para que él, pasando por sobre los estudios técnicos, las resoluciones ambientales y las necesidades del crecimiento económico a mediano plazo, dejara sin efecto la autorización de esa central.

El ministro de Energía, Laurence Golborne, si bien ya ha dicho que durante el actual gobierno no se construirá ninguna central nuclear, ha señalado que se avanzará en los estudios acerca de su necesidad y conveniencia. Pero ahora, con la aparición del documento en que Sebastián Piñera se comprometió en 2006 a oponerse a tales centrales, su gobierno ni siquiera puede permitirse hacer estudios preliminares al respecto. Pues el solo hecho de encargarlos ya pondría al Presidente en condición de incumplimiento de una promesa explícita hecha a la ciudadanía. Si se opone a que exista esa clase de generación, debe oponerse a que se estudie la posibilidad de ella.

El alcalde de «La Pérgola de las Flores» cantaba: «A todos les digo que sí, y después hago lo que me conviene más». Un político por antonomasia. Para ganar votos ésa suele ser una buena receta. Pero si se ha prometido también alto crecimiento económico y bienestar social, junto con prometer no construir centrales termoeléctricas ni estudiar otras mejores alternativas futuras de generación más eficiente, como la nuclear, una de las dos promesas –la de oponerse a las centrales o la de tener alto crecimiento– quedará sin cumplir.

La firma presidencial en el documento de 2006 le impide, entonces, al ministro Golborne incluso estudiar al punto.

Si después de estos cuatro años viene otro gobierno presidido por alguien que no «le haya dicho que sí a todo el mundo» (alguien que bien podría ser, según las encuestas, presidido por Laurence Golborne), recién entonces podrá hacer los estudios necesarios y, probablemente, llegar a la conclusión de que la energía más barata, limpia y segura, incluso en un país sísmico, es la producida por centrales nucleares de última generación. Entonces todo el mundo va a reconocer que se habrán perdido cuatro años.

Es la índole de perjuicio social que representa la demagogia para el bienestar de los pueblos.

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