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La jerarquía católica chilena sufre


Las acusaciones de abusos contra un sacerdote se han extendido a otros y la amplia divulgación que han recibido ha ido acompañada de gravísimas imputaciones, indudablemente constitutivas del delito de injurias graves con publicidad, y posiblemente de calumnia, contra un cardenal y varios obispos. Pero éstos han puesto cristianamente la otra mejilla.

Los mismos sectores ajenos a la Iglesia que en otro tiempo se aprovecharon de ella, se han convertido ahora en sus más severos denostadores. Los fieles y la propia jerarquía parecen anonadados, como si aceptaran que lo sucedido es indefendible.

Yo, como católico, creo en la misión sobrenatural de la Iglesia Católica y sé que ella, a la larga, se sobrepondrá y no resultará debilitada por estos golpes. Pero, en el corto plazo, el daño a la imagen de los sacerdotes y de la jerarquía, a ojos de la sociedad, se va a manifestar en una pérdida de adhesión por parte de muchos fieles y en una disminución de las vocaciones sacerdotales.

Pero no hay que olvidar que, siendo la Iglesia una sola, hay dentro de ella, perfectamente diferenciados, distintos estamentos, como congregaciones, prelaturas y movimientos, en la gran mayoría de los cuales no se han presentado las graves situaciones que han afectado a poquísimos de los mismos. Esos sectores intocados posiblemente resultarán fortalecidos, porque se habrá demostrado que el deterioro de algunos no los alcanzó en lo más mínimo.

Y ciertamente la autoridad superior de la Iglesia Católica, que es el Santo Padre, ya está discurriendo las providencias necesarias para que las cosas que han sucedido en diversos países no vuelvan a repetirse, incluso estudiando aspectos de la función sacerdotal que podrían modificarse para que las conductas denunciadas tengan nula o mínima posibilidad de presentarse.

La jerarquía católica chilena está sufriendo, tal vez por culpas que se presentan exageradamente mayores a las que tiene. Posiblemente ahora comprende la injusticia que se cometió en el pasado, al atribuír responsabilidades de otra índole a personas que no habían cometido más delito que ser superiores de quienes actuaban mal, al margen de su conocimiento o autoridad.

De todo sufrimiento pueden extraerse lecciones útiles y sin duda la jerarquía católica chilena sabrá hacerlo también, en la penosa coyuntura que enfrenta hoy.

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