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La Concertación y las propuestas de Ricardo Lagos

La Concertación tiene un sitial de honor en la historia de Chile por su visión y valentía en el retorno a la democracia, pero no da muestras de estar preparada para nuevos roles que ameriten un registro destacado en nuestra historia.


En medio de tanta política de cacareo y basureo, ha sido grato encontrarse con el documento de Ricardo Lagos Escobar, donde éste intenta hacer política abriendo un debate con una propuesta conceptual y programática para la centroizquierda.

Sin embargo, el debate está aún en pañales y en las ideas de Lagos, a pesar del loable propósito, no hay, lamentablemente, nada nuevo bajo el sol.

El tema principal del documento se apoya en los resultados obtenidos por los académicos Wilkinson y Pickett, presentados en su libro “The Spirit Level”, para plantear que los países de alto ingreso per cápita con mejores indicadores sociales no son aquellos de mayor ingreso sino aquellos de mayor igualdad en la distribución del ingreso. De allí se concluye que al acercarse Chile a un ingreso per cápita de país desarrollado, se hace más importante mejorar la distribución del ingreso en nuestro país y que con ese propósito se requiere lo que eufemísticamente se describe en el documento como “un nuevo pacto fiscal…para mejorar la distribución del ingreso y aumentar, simultáneamente, los ingresos del Estado”. En lo concreto, esto último sólo puede traducirse como un llamado a un aumento significativo en la carga tributaria de carácter progresivo, es decir, recaudar sustancialmente más impuestos de las empresas y las personas más pudientes.

[cita] La Concertación tiene un sitial de honor en la historia de Chile por su visión y valentía en el retorno a la democracia, pero no da muestras de estar preparada para nuevos roles que ameriten un registro destacado en nuestra historia.[/cita]

El problema con esta argumentación es que solo reformula lo que ya fue tantas veces reformulado en vano: la Concertación siempre declaró su valoración y compromiso con la igualdad; siempre se planteó distinta a la derecha en que no sólo buscaba crecimiento sino crecimiento con equidad, consigna central de los gobiernos de esa coalición incluyendo el gobierno bajo la presidencia de Lagos. Asimismo, las propuestas programáticas concertacionistas siempre incluyeron modificaciones tributarias progresivas para aumentar la recaudación y la igualdad.  Sin embargo todo aquello no llegó más allá del sonido de las palabras: la igualdad en la distribución del ingreso autónomo —medida según los indicadores de la encuesta CASEN—, y la carga tributaria como proporción del PIB —según los datos de la DIPRES—, no aumentaron durante los gobiernos de la Concertación; y, como el propio documento lo consigna, “Chile tiene el triste record de una distribución de ingresos que permanece absolutamente inalterada antes y después de impuestos”. Más aún, hace pocos meses, con los votos de la mayoría de los parlamentarios de la Concertación se aprobó en el Congreso, una modificación del denominado Royalty minero que conlleva la prolongación de invariabilidad tributaria para las grandes empresas mineras privadas en condiciones que implican para ellas suculentas utilidades extraordinarias, muy por sobre lo necesario para incentivar la inversión minera y en grueso detrimento del patrimonio nacional y los ingresos fiscales.

Y para más muestra, otro botón: el documento afirma que “…Chile enfrenta la necesidad de introducir cambios profundos para revertir la caída de la educación pública. Se debe generar la igualdad de oportunidades aumentando la calidad de esta educación pública.”  Nuevamente se repite, cual mantra hipnótica remozada, una vieja bandera de la centroizquierda, que la Concertación no supo levantar sino hasta la altura de los discursos fallidos.

Y así, suma y sigue……

El desafío pendiente para quienes hemos apoyado a la Concertación, no consiste en refrescar y afinar seductores listados programáticos preelectorales, para luego volver a archivarlos en el cajón de lo imposible, sino en definir en qué consiste hoy una concepción idónea de izquierda o centroizquierda para el país: ¿Cuáles son los valores y objetivos? ¿Cuáles las fuerzas sociales capaces de concretarlos? ¿Cómo la centroizquierda dejará de ser en los hechos un movimiento asistencialista y conservador, similar a la centroderecha? En efecto, se debe analizar sin tapujos las razones de las declaraciones incumplidas y garantizar que los próximos listados programáticos de izquierda o centroizquierda, sean las banderas de verdaderos movimientos sociales capaces de concretarlas; no banderines publicitarios útiles para llegar al poder y luego ser desechados con sentidas excusas.

Cierto, si se lograra definir un sendero concreto para un cambio social profundo, unos se abocarán a él y otros se sentirán ajenos e incrédulos, incluso en la centroizquierda donde la convicción que hemos llegado al fin de la historia, y que las políticas públicas sólo consisten en administrar, es por muchos aceptada sin haberlo confesado abiertamente. Ese es un punto de vista legítimo, pero no para la izquierda, cuyo rol histórico es atreverse —en beneficio especial de los que llevan la peor parte— a creer en esa posibilidad concreta y real de mejoramiento social, que a los demás parece sólo un sueño. Por lo tanto, con justa razón, una verdadera e innovadora concepción de izquierda o centroizquierda implicaría, probablemente, un realineamientos de las fuerzas políticas.

En el Chile democrático habrá izquierdas y derechas y, con respeto mutuo, de ellas surgirá un mejor futuro. Un Chile sin conservadores arriesga episodios temerarios de grandes fracasos; un Chile sin izquierdas sólo tendrá para ofrecer una sociedad segregada e injusta y los bálsamos hipnóticos del consumismo, del espectáculo vano y de la caridad que no duele ni resuelve. Que cada chileno encuentre su lugar entre izquierdas y derechas, pero hay que trabajar mucho aún para que exista la opción de una sólida y particular visión social y política de centroizquierda.

Luego del fracaso de tantas utopías, grande es el desafío ideológico que enfrenta la centroizquierda chilena, que es compartido por tendencias afines en el mundo entero. En nuestro país, socialistas y comunistas ya no creen en el Socialismo ni el Comunismo; ya quedó atrás la exitosa lucha por la democracia del Partido por la Democracia y la Concertación de Partidos por la Democracia; el asistencialismo y el apoyo a la Pyme y las exportaciones es tan de la centroizquierda como de la centroderecha ¿entonces qué queda ahora para la centroizquierda?

La Concertación tiene un sitial de honor en la historia de Chile por su visión y valentía en el retorno a la democracia, pero no da muestras de estar preparada para nuevos roles que ameriten un registro destacado en nuestra historia. Más parece estar estorbando el debate y la búsqueda requeridos, al aferrarse sus actuales dirigentes políticos a denominadores comunes ideológicos mínimos —soslayando diferencias en lugar de permitir su exploración y desarrollo—, con el fin de mantener vigente una alianza puramente electoral. Esto, apostando —a pesar de la baja y declinante adhesión popular de que goza la Concertación— a un triunfo electoral, apoyado en el sistema binominal y en la imagen popular de algún famoso o famosa, que permita el retorno de la Concertación al poder para hacer más de lo mismo.

Si se busca un Chile donde las opciones de gobierno sean más que la alternancia entre dos grupos de personas distintas con ideas continuistas similares, entonces hay que abocarse a develar las reales potencialidades de una mejora profunda en la calidad de nuestra sociedad. Ese objetivo es alcanzable. La izquierda chilena fue trágicamente innovadora en su bienintencionado intento fallido de establecer en Chile, por la vía democrática, un socialismo revolucionario, pero también mostró que posee la capacidad de innovar aprendiendo de sus aciertos y errores, en el exitoso intento de acabar con la dictadura militar y restablecer la democracia, por la vía pacífica de los acuerdos.

La gestación de una nueva izquierda o centroizquierda que sea una buena nueva para Chile, requerirá, en abundancia, de pensamiento crítico y compromiso ético, de paciencia y entereza; sólo así se podrá contribuir a hacer realidad los sueños nuevos que esperan.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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