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Tempestades en la primavera árabe: de Egipto a Libia y más allá

Iván Auger
Por : Iván Auger Abogado y analista político
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En cuanto a Libia, las alternativas son una guerra civil, que podría desembocar en una mediación, como en Kenya. Si intervienen algunas potencias occidentales con armas y apoyo aéreo y los rebeldes se transforman en un ejército, podría derivar en una negociación tipo Bosnia, es decir, en una confederación. Si esa intervención es con botas, entraríamos en un nuevo Iraq. Por cierto, el sueño del pibe es que el régimen de Gadafi se desmorone y los rebeldes sean verdaderos demócratas.


Hay borrascas en la primavera árabe. Ni siquiera Túnez ni Egipto, donde se inició, logran la estabilidad.

En Túnez, el desempleo sigue en aumento y se incrementó la inmigración ilegal hacia Europa. En Egipto: (a) hay protestas estudiantiles en contra de las autoridades universitarias atornilladas; (b) en el plebiscito sobre cambios constitucionales leves para posibilitar elecciones en el corto plazo se impuso por amplio margen el «SI», con el apoyo de los militares y la vieja guardia de la Hermandad Musulmana, sobre el «NO», que apoyaron los que encabezaron la revuelta, como El Baradei,  para posibilitar con ese rechazo la aprobación de una nueva constitución; el ejército reprimió con violencia una manifestación pacífica en la plaza de la Liberación que pedía enjuiciar a Mubarak, hubo dos muertos, pero después lo enjuició, etc.

Hay temor de que ambos países evolucionen hacia el gatopardismo, todo tiene que cambiar para que todo siga igual, o, más precisamente, que si el proceso de cambio es dialéctico, tesis, antitesis y síntesis, esta última se incline más hacia la primera, la autocracia, que hacia la segunda, el proyecto de una umma política, es decir, la institucionalización en el poder de la comunidad nacional.

Los cibernautas egipcios, organizados como oposición hace ya tres años, encabezaron la revuelta y estuvieron en contacto desde un comienzo con los tunecinos.

[cita]En cuanto a Libia, las alternativas son una guerra civil, que podría desembocar en una mediación, como en Kenya. Si intervienen algunas potencias occidentales con armas y apoyo aéreo y los rebeldes se transforman en un ejército, podría derivar en una negociación tipo Bosnia, es decir, en una confederación. Si esa intervención es con botas, entraríamos en un nuevo Iraq. Por cierto, el sueño del pibe es que el régimen de Gadafi se desmorone y los rebeldes sean verdaderos demócratas.[/cita]

Se inspiraron en el movimiento juvenil serbio Otpor (resistencia), fundado por cibernautas, que aplicaron las ideas del pensador norteamericano Gene Sharp, quien sostiene que la no violencia es un modo efectivo de socavar los estados policiales. Y esa conjunción, más un profundo y generalizado descontento social, explican las caídas de Milosevic, Ben Alí y Mubarak.

Los estudiantes venezolanos intentaron hacer lo mismo en contra de Chávez, pero fracasaron, les faltó el malestar general. Con todo, poco después de ese éxito, Otpor se diluyó, pero en Serbia había partidos de oposición enraizados en la sociedad que se hicieron cargo del gobierno, lo que no ocurre en Egipto ni en Túnez, ahí está el peligro del gatopardismo.

La guerra civil

Con todo, la tempestad más notoria es en Libia, que suma una guerra civil entre Cirenaica (el oriente) y Tripolitania (el occidente) y una intervención militar humanitaria.

Para entender el problema libio, hay que tener presente que la mayor parte de los países árabes son construcciones recientes, del siglo XX, y varias de ellas por decisiones de potencias occidentales, que se apoderaron de los despojos del imperio turco. Irak, p.ej., fue fundado por los británicos con tres provincias otomanas. Y lo mismo ocurrió con Libia, pero por los italianos.

Incluso la palabra Libia estuvo olvidada por casi 20 siglos, así llamaban en la Grecia clásica a toda el África mediterránea, con excepción de Egipto. Fue resucitada por un geógrafo italiano, a comienzos del siglo XX, y adoptada por el gobierno de Roma en el Decreto Real de Anexión de las provincias otomanas de Tripolitania y Cirenaica de 1911. En Cirenaica, hubo una fuerte resistencia a la ocupación, que obligó a Italia a dividir la colonia entre  ambas regiones en el período 1927-34, y la represión fue violentísima.

El gobierno de Gadafi, que comenzó en 1969, provocó un creciente resentimiento en Cirenaica en contra de Tripolitania como consecuencia de diversos factores. El monarca que derrocó era cirenaico, la diferencia entre ambas regiones en la resistencia a los italianos, una historia por siglos separada, que la mayor parte de los yacimientos petrolíferos están en el oriente del país, pero su renta la aprovecha más la capital, Trípoli y, más importante todavía, una organización social tribal.

Los líderes tribales rechazan la institucionalización del Estado, su relación con el poder es menos susceptible de compromisos, es más atávica, centrada en el clan, el honor y el territorio. La Libia de Gadafi no es república ni monarquía, es Jaramiya, y su título oficial: Hermano Líder y Guía de la Revolución.

El problema más grave que enfrentó en su historia la Libia de Gadafi fue el Grupo de Lucha Islámica de Libia, afiliado a Al Qaeda, fundado en 1995 por veteranos de las guerras de Afganistán en contra de los soviéticos, en su mayoría de Cirenaica. Fue, primero, reprimido con violencia, y después, los sobrevivientes, reeducados por el régimen.

En febrero de este año comenzó una revuelta similar a las de Egipto y Túnez, es decir, pacífica, en Bengazi, la capital de Cirenaica, por un grupo relativamente organizado, pero de desconocidos, que se expandió espontáneamente hacia Tripoli.

Casi de inmediato se transformó en una guerra civil. Los protestantes de Cirenaica pasaron a ser rebeldes y dirigidos por altos funcionarios y generales del régimen, con historias dudosas. El presidente del Comité Nacional de Transición, Albeljalil, p.ej., fue el juez gadafista que dirigió la pantomima judicial en contra de enfermeras búlgaras, a las que se acusó de infectar con sida a niños en el este del país, y su jefe militar, el general Younis, fue ministro del Interior de la Jaramiya hasta febrero de este año y asociado de Gadafi desde que tomó el poder.

Intervención humanitaria

Si bien en un comienzo la revuelta pacífica libia pareció tener éxito más allá de Cirenaica, el ejército leal recuperó terreno y llegó a las cercanías de Bengazi, mientras los rebeldes huían en desbandada. En realidad, estos últimos no son un ejército ni una guerrilla, sino un conjunto caótico de parcialidades constituidas por militantes tribales, que ven infiltrados y mercenarios por todas partes, en especial, en los trabajadores africanos extranjeros.

En ese momento, el Consejo de Seguridad, con la abstención de los cinco BRICS y Alemania, y la reticencia de EE.UU., a instancia franco-británica, autorizó una intervención humanitaria o en el derecho a proteger en Libia, con tres acciones básicas: establecer una zona de exclusión aérea, un embargo de armas y todas las medidas que se estimaran necesarias para proteger a la población civil, salvo la ocupación militar.

EE.UU. encabezó la primera acción, mientras británicos y franceses bombardearon a las fuerzas leales que se acercaban en Bengazi, las que retrocedieron, situación que aprovecharon los rebeldes para avanzar hacia Tripoli. Terminada la operación de exclusión aérea, los EE.UU. traspasaron el mando a la OTAN y declararon que tendrían una función de apoyo a las órdenes del nuevo comando.

Ante la sorpresa general, los leales se adaptaron a la situación. Sustituyeron los blindados por camionetas armadas, similares a las de los rebeldes, y desplegaron la artillería y los tanques en las ciudades en disputa. Por consiguiente, comenzaron las bajas por fuego amigo y los rebeldes perdieron el respaldo aéreo para avanzar. Desde el aire no se sabe quien es quien y en las ciudades es difícil un bombardeo cirúrgico. El país se partió en dos, con una sola ciudad en el oeste, Misrata, en poder rebelde.

Los alzados piden reconocimiento, el Comité de Transición lo ha sido por Francia, Italia y, sorpresa, Catar, como también, financiamiento, armas y apoyo aéreo, más la renuncia de Gadafi y familia. Británicos y franceses, con algunos países europeos, se suman a esa última exigencia y bombardean. Suecos, holandeses, catares y emiraties no van más allá de mantener la exclusión aérea. Alemania y Turquía predican una solución política, no militar. Y los nortemericanos se mantienen cautos, al estilo de Obama, algunos dicen indecisos, en la retaguardia.

Lo que más sorprende son las actitudes de Washington y Paris. En caso de EE.UU., las razones son múltiples. Desde hace años que pide una mayor participación europea en las operaciones de la OTAN. No tiene un interés vital en Libia. Tiene amargas experiencias en países tribales musulmanes. Comenzaron en Somalía. Siguieron en Iraq y Afganistán, la guerra más larga de su historia, dos éxitos militares rápidos que se transformaron en largas pesadillas con salidas desastrosas. A lo que se suman sus problemas internos y declinación internacional relativa.

Incluso teme armar a los rebeldes. Se dice que las armas que se abandonaron en Indochina terminaron en el mercado negro después de una larga y lenta vuelta a través del mundo. Y que las que repartieron a los «combatientes por la libertad» en Afganistán, entre ellos al estado mayor de Al Qaeda, se volvieron en su contra algunos años más tarde.

La actitud de Sarkozy, en cambio, es inexplicable. De Gaulle terminó con el imperio y el presidente Chirac dijo «la guerra siempre significa fracaso». Ahora, en una política que muchos califican de neocolonialista y otros de intentos de purgar actos como ofrecer policías antidisturbios al dictador tunecino y venderle armas a destajo a Gadafi, tiene tropas en acción en tres frentes, Afganistán, Libia y Costa de Marfil. Mientras que Obama lo piensa dos veces.

Y más allá

Lo más temido es que el frente de inestabilidad se desplace hacia los oasis petroleros de la península arábiga, muy en especial a Arabia Saudí, el mayor exportador de petróleo en el mundo y que regula su precio.

Recordemos que ese país árabe fue fundado en 1932 por el clan Saud, por eso es Saudí, en alianza con el wahabí, que le da el nombre a una secta islámica suni muy primitiva. En resumen, tribal y fundamentalista. No es casualidad que haya incubado a Al Qaeda. Con el agravante de que la poligamia y los harenes han incrementado una clase zángana. Bin Laden, por ejemplo, tiene una cincuentena de hermanos y hermanastros, y su padre no era de los clanes fundadores. No obstante, el tema da para otro artículo.

En cuanto a Libia, las alternativas son una guerra civil, que podría desembocar en una mediación, como en Kenya. Si intervienen algunas potencias occidentales con armas y apoyo aéreo y los rebeldes se transforman en un ejército, podría derivar en una negociación tipo Bosnia, es decir, en una confederación. Si esa intervención es con botas, entraríamos en un nuevo Iraq. Por cierto, el sueño del pibe es que el régimen de Gadafi se desmorone y los rebeldes sean verdaderos demócratas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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