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Ollanta Humala, líder del descontento

Antonio Leal
Por : Antonio Leal Ex Presidente de la Cámara de Diputados, Director de Sociología y del Magister en Ciencia Política, U. Mayor. Miembro del directorio de TVN.
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Los partidos chilenos debieran analizar profundamente el cuadro peruano porque alerto que la peruana es una manifestación que cursa en todos los sistemas políticos del continente.


Lo paradojal del resultado de las elecciones en Perú es que en un país que se ha abierto al comercio mundial con mucho dinamismo, que crece hoy al 9%, que exportó el año pasado 35 mil millones de dólares, gane una candidatura antisistémica como la de Ollanta Humala y pase, con ella, a segunda vuelta una candidatura como la de Keiko Fujimori que está inspirada en la dictadura de su padre condenado por violaciones a los derechos humanos y corrupción.

Esto,  por cierto, tiene explicaciones. La victoria parcial de Humala es la derrota del viejo sistema de partidos, el mismo es producto de la crisis de representación existente en la sociedad peruana. Es emblemática, al respecto, la crisis del APRA, el partido más antiguo de Perú, el partido del Presidente Alan García, y que sin embargo no lleva candidato presidencial, participa en estas elecciones como observador, sin protagonismo y termina obteniendo solo cuatro escaños de 120 que conforman el parlamento peruano.

Lo que hay en torno a  Humala, Fujimori, Toledo, PPK, no es realmente una nueva articulación de partidos. Son más bien movimientos ligados a una personalidad, a un liderazgo y, por ende, con una enorme incapacidad de transferir votos, apoyos y alianzas.

[cita]Los partidos chilenos debieran analizar profundamente el cuadro peruano porque alerto que la peruana es una manifestación que cursa en todos los sistemas políticos del continente.[/cita]

Se cumple en Perú, y los once candidatos presidenciales lo confirman, una enorme fragmentación y personalización del voto y la principal víctima de ello es la expresión del centro político que teniendo tres candidatos presidenciales que finalmente sumaron un 44%, es decir 13 puntos más que Ollanta Humala, no logran pasar con ninguno de ellos a segunda vuelta y dejan a  casi la mitad de los electores sin candidato.

La dispersión, el exceso de caudillismo, impidió que estos sectores presentaran un solo liderazgo y probablemente ganaran las elecciones. Esto es también parte de una crisis de liderazgos y de proyectos.

Los partidos chilenos debieran analizar profundamente el cuadro peruano porque alerto que la peruana es una manifestación que cursa en todos los sistemas políticos del continente.

Sin embargo, la crisis y la fragmentación del sistema político es solo una de las causas del resultado de la primera vuelta en Perú.

El otro, y aún más de fondo, es la distancia entre el notable crecimiento económico y las profundas desigualdades sociales que se observan en Perú. Pese a que en el decenio Toledo-García la pobreza se redujo en un 14%, hay aún un 30% al menos de pobreza dura, un 60% de trabajo informal, sin previsión ni derechos, y pese al crecimiento económico, uno de cada tres peruanos no tiene agua potable ni alcantarillado, con los graves problemas sanitarios que ello comporta.

Es cierto que, tal como ocurre en Chile, el crecimiento económico ha creado capas medias emergentes con capacidad de consumo, pero la distribución del crecimiento es lo que no funciona en un país que requiere de un profundo y complejo cambio de estructura social y no sólo de subsidios estatales.

El resultado de la primera vuelta expresa un duro voto de castigo, motivado por la pobreza y las restricciones en que vive una parte de la población, para el sistema de partidos y en especial para Toledo y Alan García  y todo ello favorece la opción de Humala que en estos 10 años se ha conectado con el Perú profundo, ha expresado el descontento, la frustración y fue el único que se atrevió a hablar de cambios en medio de una campaña donde los demás  candidatos  eran mas bien expresión del continuismo del  modelo de crecimiento económico.

Esta vez Humala llegó al 31%, creció 835 mil votos respecto del 2006, quedó a 8 puntos de su competidora en segunda vuelta y tiene las mayores opciones de ganar las próximas elecciones del 5 de Junio. Se sabe, que aún en medio de la enorme dificultad general para el traspaso de votos, la mayoría de los votos progresistas que apoyaron a Toledo y solo una parte más minoritaria de los que apoyaron a PPK irán a Ollanta Humala con o sin acuerdo, simplemente porque este votante no votará jamás por Fujimori y la defensa de la dictadura de su padre.

El voto APRA no lo endosa ni siquiera Alan García y probablemente estará dividido lo cual favorece la opción de Ollanta que ya una vez obtuvo el 47% de los votos en segunda vuelta y expresando una postura mucho más radical que la de hoy. Ollanta sabe, se lo dicen los especialistas de Lula que lo asesoran y moderan sus juicios e incorporan temas emergentes en sus propuestas, que para ganar debe penetrar el centro y dar garantías a los empresarios. Esperamos que no se trate solo de una postura electoral sino que esta experiencia le sirva para gobernar.

La opción de Keiko Fujimori aparece con menos opción, está debajo por 8 puntos que debe recuperar y su gran esperanza es el apoyo de PPK y de sus votos que creo se orientarán principalmente hacia ella, lo cual, sin embargo, no le bastan para ser elegida presidenta.

De cualquier manera, hay que entender que esta segunda vuelta es otra elección, y que en ella Keiko Fujimori tiene el apoyo de la derecha económica y política que se jugará a fondo para impedir el triunfo de Ollanta Humala.

El principal factor de esta segunda vuelta es el miedo. Miedo al nacionalismo de Humala, miedo a que el gobierno de Keiko sea manejado por su padre, miedo a Chávez y a su relación con Humala, miedo a que se vuelva atrás en materia de DD.HH., miedo a un deterioro económico o a un cierto aislamiento en el continente. Son miedos razonables si miramos la historia, pero abordables si confiamos en la solidez democrática de lo que hemos construido en estos años en el continente.

En Perú votaron más de tres millones de electores nuevos, la mayoría indígenas que hoy son ciudadanos y que han aprendido que su voto pesa. Sinceramente no creo tampoco que Chile deba tener fuertes aprensiones cualquiera sea el presidente que democráticamente el pueblo peruano elija. No hay espacios para aventuras y más bien el crecimiento de las economías de nuestros países requerirán de más integración sobretodo en energía, una vez que se resuelva el litigio en el Tribunal de la Haya cuyo fallo, tanto en Chile y en Perú, todos hemos dicho que respetaremos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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