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Matthei: indignada e ineficaz

José Luis Ugarte
Por : José Luis Ugarte Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales
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Esa exquisita ineficiencia que hace que a casi un año del accidente de la mina de San José y pese al show televisado de Piñera, el gobierno ni siquiera ha tenido el gesto de presentar un proyecto de ley para cambiar las reglas de la higiene y seguridad en los lugares de trabajo.


De su antecesora – cuyo nombre casi nos recordamos- se dijo que no sabía mucho del tema del trabajo, y que era en la materia tan liviana como pluma en medio de la tormenta.

De ahí que cuando llego Matthei se extendió la excitación generalizada. Se dijeron los lugares comunes propios de matinal de televisión: que se trata de una política de peso, que tiene espalda y respaldo, que se las sabe por libro, etc.

Lo paradójicamente cruel es que entre la sigilosa Merino y la enérgicamente locuaz Matthei-  el resultado es el mismo: ninguno.

Si tal como lo leyó.

Desde que llego se atestiguan cientos de enojos y decenas de momentos de indignación, todo convenientemente registrados por la medios de prensa, los mismos que luego, y sin solución de continuidad, celebran su popularidad.

[cita]Esa exquisita ineficiencia que hace que a casi un año del accidente de la mina de San José y pese al show televisado de Piñera, el gobierno ni siquiera ha tenido el gesto de presentar un proyecto de ley para cambiar las reglas de la higiene y seguridad en los lugares de trabajo.[/cita]

Pero de proyecto o siquiera, de anuncios de proyecto que cambien las condiciones de trabajo y las reglas del juego entre empresas y trabajadores, no hay nada de nada.

Esas reglas del juego que hacen que en el norte, mineros queden atrapados por la chapucería de sus empleadores, que en el centro chóferes de buses manejen con pañales por la tacañería de sus empresas, y que en el sur, trabajadores del Supermercado Santa Isabel deban trabajar encerrados en la noche para recibir un salario.

Frente a esta realidad Matthei siempre mostró su enojo con frases como estas:

“Estoy indignada. Es de lo más grave que me ha tocado ver. Con razón hay trabajadores que odian a sus empleadores” decía del encierro de trabajadores, para afirmar después con tono amenazante que “las empresas van a empezar a ver una mano que no habían visto hasta ahora en materia de fiscalización”, rematando con asombro que en sus meses en el ministerio  “he visto prácticas que me impresionan”.

El por qué esas sentidas palabras no se han transformado en anuncios de reformas potentes y sustantivas a las leyes del trabajo es bastante sencillo: la forma de terminar el abuso con los trabajadores, supone fomentar la organización y la acción colectiva de los trabajadores, especialmente el rotundo fortalecimiento de la negociación colectiva y de la huelga.

Y esa reforma para dar poder efectivo a los trabajadores – a madre de las batallas en el trabajo en Chile- se encuentra en las antípodas de la ideología de la Ministra y de su grupo político –la UDI-, que con uñas y dientes han defendido el modelo laboral heredado de Pinochet.

Por eso, de las palabras a los hechos no hay un trecho, hay sencillamente un universo.

Mientras tanto, Matthei tiene buenas excusas. No le tocó el mejor gobierno precisamente.

Se trata del gobierno de la excelencia. Esa exquisita ineficiencia que hace que a casi un año del accidente de la mina de San José y pese al show televisado de Piñera, el gobierno ni siquiera ha tenido el gesto de presentar un proyecto de ley para cambiar las reglas de la higiene y seguridad en los lugares de trabajo.

De ese momento emocionante en que el omnipresente Piñera, con ojos vidriosos, le prometía a un atribulado minero Urzúa, que lo sucedido no quedaría impune y que Chile trataría mejor a sus trabajadores, sólo queda un vago recuerdo en medio del desierto.

De hecho, el 1 de Mayo los anuncios del Gobierno serán meras escaramuzas –más fiscalización- y cuestiones menores -proyecto multirut-, todas, por supuesto, con mucho cotillón y letra chica.

Y quizás ni siquiera importe.  Con el control mediático de las imágenes y del discurso de los medios de prensa ligados al mundo empresarial, no cabe duda que la  popularidad de Matthei seguirá en ascenso.

Y no es necesario ejercer de adivino para saber que a fin de año, en los tradicionales encuentros empresariales y sus trillados premios, se le candidatearán como  “mujer del año”, con el gozo de toda la elite económica.

Será, de seguro, un premio merecido.

No es fácil hacer de indignada tantos días al año con la dura realidad a los derechos de los trabajadores en Chile y hacer tan poco por cambiarla.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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