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Entre la ejecución selectiva y el derecho internacional

Daniel Loewe
Por : Daniel Loewe Profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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¿Qué le parecería a usted si de pronto helicópteros de la fuerzas especiales estadounidenses bajaran en el centro de Santiago para ejecutar a un buscado terrorista original de Arabia saudita? Estados Unidos tendría que sostener que se está desarrollando una segunda guerra asimétrica en Paquistán, lo que hasta ahora no ha hecho.


En torno al nombre Osama bin Laden ha girado directa o indirectamente buena parte de la política mundial de la última década. Sin duda, en el contexto simbólico de la lucha contra el terrorismo su muerte es un éxito. Pero en el contexto de la realidad política y geopolítica del terrorismo su muerte es irrelevante. La razón es evidente: no sólo los atentados, sino también el fracaso rotundo que día a día infligió al Estado más poderoso del mundo al no poder dar con su guarida, han transformado al cerebro detrás del atentado monstruoso y espectacular, que sigue y seguirá en las retinas de todos aquellos que lo presenciamos, en un ser de estatura casi mitológica.

La pregunta acerca del papel de las grandes figuras en el devenir de la historia brutal de nuestra humanidad queda para los teóricos. El terrorismo no es monocausal. Las aguas de su molino provienen de fuentes diversas. Historias individuales o colectivas de opresión e injustica, reales e imaginarias, ambiciones políticas, sentido de desventaja y humillación, estructuras sociales autoritarias, etc. son sólo algunas. Pero cierto es que a pesar de los atentados, bin Laden no habría sido bin Laden sino es porque no son pocos los que comparten un odio visceral a formas de vida que de acuerdo a su visión teológica consideran indignas de la vida humana, y que ven en los países occidentales y sobre todo en Estados Unidos un exportador sin contemplaciones de estas formas de vida. Por eso Al Qaeda continua tan viva como siempre. El atentado al Word Trade Center lo presencié viviendo en New Delhi. Y no olvido que en Old Delhi (como en muchos otros lugares del mundo) muchas personas celebraban en las calles.

[cita]Si lo que anima al Derecho Internacional (o al menos a algunas interpretaciones de éste) es justicia en vez de guerra, aún cuando esto implique debilitar la soberanía de los Estados, el modo en que se desarrolló la operación es una mala noticia.[/cita]

La complicada pregunta es: ¿está el asesinato selectivo de terroristas (aunque se llamen Osama bin Laden) en consonancia con el derecho internacional? La respuesta canónica es que la justicia, aún en el caso de los asesinos en masa como bin Laden, no se logra mediante ejecuciones sumarias, sino mediante el debido proceso. Puede haber casos en que la ejecución sumaria esté permitida. En el ámbito doméstico se suele recurrir al denominado tiro en la cabeza como analogía. Si una persona implica una amenaza inmediata que no puede ser evitada sino con su muerte, su ejecución se podría entender de un modo similar al disparo mortal del policía francotirador contra alguien a punto de realizar un crimen. Pero la inmediatez debe ser demostrada. Lo que Israel difícilmente ha podido demostrar –en la medida en que lo ha intentado– con su política de ejecuciones selectivas. Y tal como en el caso doméstico, en el caso internacional al utilizar la violencia militar para detener sospechosos de alta peligrosidad pueden surgir situaciones de autodefensa en las que no quede otra salida que matarlos.

¿Pero si lo que hay es una guerra, no es acaso legítimo matar al enemigo? Sin duda. Pero en este caso hay algunos inconvenientes.

Primero: un problema es que a pesar de la aclamada “Guerra contra el terror” es dudoso que los Estados Unidos estén en guerra contra Al Qaeda. El ataque a Afganistán durante la administración Bush (operación Enduring Freedom) fue una declaración de guerra contra la red terrorista y el gobierno Talibán que le brindaba seguridad. La lucha contra Al Qaeda se entiende como una “guerra asimétrica”. El derecho de guerra permite en el caso de una guerra asimétrica la ejecución selectiva de combatientes miembros de un grupo de combate con características militares, ya sea como combatientes armados o con poder de mando, incluso cuando no luchan en nombre de un Estado. Pero la operación militar en la que fue muerto bin Laden no ocurrió en territorio Afgano sino que Paquistaní. Si bien a juicio de Estados Unidos la Guerra contra el Terror no está circunscrita territorialmente, es una opinión en la que no lo acompaña el Derecho Internacional. El escenario de una guerra asimétrica está circunscrita al territorio del país en el cual o desde el cual los combatientes actúan. ¿Qué le parecería a usted si de pronto helicópteros de la fuerzas especiales estadounidenses bajaran en el centro de Santiago para ejecutar a un buscado terrorista original de Arabia saudita? Estados Unidos tendría que sostener que se está desarrollando una segunda guerra asimétrica en Paquistán, lo que hasta ahora no ha hecho.

Segundo: en una guerra asimétrica es legítimo ejecutar selectivamente combatientes, ya sea como combatientes armados o como fuerzas de mando. Esta última sería la categoría de bin Laden en tanto fundador y operador original de Al Qaeda. ¿Pero alguien sostiene que bin Laden hasta su muerte seguía siendo el artífice de las estrategias y acciones de esa organización acéfala, dispersa y descentralizada? Lo que se sabe (por lo menos públicamente) de Al Qaeda es poco. Pero lo poco que se sabe deja entrever que el poder de mando no es centralizado y que bin Laden no lo tenía.

Aunque medios como CNN por referencia a fuentes oficiales hablaban de una “kill mission”, John Brennan, jefe consultor en antiterrorismo de Barack Obama, rápidamente aseguró que si bien no se pretendía, su muerte fue  necesaria debido a la autodefensa. Bin Laden, quien incluso habría utilizado a una mujer como escudo humano (la que también habría sido muerta), habría disparado contra los comandos por lo que no habría quedado más que matarlo. Con estas declaraciones se intenta descartar una ejecución sumaria y así despejar parte de las dudas sobre la legitimidad de la operación. Pero estas declaraciones trasnochadas no encajan con la retórica que ha animado el discurso público y político estadounidense.

Desde las declaraciones de Bush que prometía la muerte de bin Laden, a las de Obama que en este punto se mantuvo fiel a su predecesor. (En su discurso de campaña el 2008 Obama prometió al pueblo estadounidense la muerte de bin Laden). Probablemente, sobre este punto no sabremos la verdad. Arrojar el cuerpo de bin Laden al mar sepultó la mejor evidencia a favor o en contra.

Si lo que anima al Derecho Internacional (o al menos a algunas interpretaciones de éste) es justicia en vez de guerra, aún cuando esto implique debilitar la soberanía de los Estados, el modo en que se desarrolló la operación es una mala noticia. Mejor hubiese sido un bin Laden arrestado. Pero esto no quita que su muerte, si es pensado como un hecho aislado, no deje de ser una buena noticia, como ciertamente lo es. Cuando dio a conocer la muerte del hombre más buscado del mundo, el hombre más poderoso del mundo habló de la justicia hecha. Esta referencia de Obama a la justicia difícilmente se condice con la justicia del Derecho Internacional, pero sí con su significado más original y primitivo, aunque parcial. El significado que todos sentimos profundamente cuando nosotros o alguien que queremos o con quien por alguna razón nos identificamos es tratado injustamente, la justicia como represalia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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