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Mejorar la experiencia, una alternativa al paywall

Claudio Ruiz
Por : Claudio Ruiz Presidente de la ONG Derechos Digitales
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Desde Chile un vuelo a Europa, tranquilamente, puede durar sobre trece horas. El valor, dependiendo de la fecha, cercano a los mil quinientos dólares. Por las mismas trece horas de vuelo -y en el mismo avión, hacia el mismo destino, y con llegada a la misma hora- hay quienes están dispuestos a pagar dos o tres veces ese valor. Pagan por comodidad, por servicios extras y, seguramente, por cierta posición de estatus. Son pasajeros Bussiness Class. Pagan por una mejora en la experiencia en su vuelo.

Tras una conversación con un cliente, a Oliver Reichenstein comenzó a hacerle sentido aplicar el mismo modelo al negocio de las noticias. A resolver el acertijo de los modelos de negocio de los medios en internet, ese puzzle que sólo parece poder ser resuelto por genios publicitarios y por modelos de pago por acceso.

Los supuestos son más o menos evidentes. Asumiendo la desoladora realidad de la calidad en los textos periodísticos en Chile, leer sitios de noticias es sumergirse en una bañera de banners invasivos, videos con autoplay, escasa preocupación por la tipografía y calidad de lectura. Sin contar, además, que muchos de ellos están inexplicablemente basados en Flash y serán imposibles de enlazar. Leer noticias en internet es, casi en cualquier caso, equivalente a viajar en micro a Puerto Montt. Hubo un momento (¿en realidad hubo?) en que el negocio del periodismo estuvo basado en la producción de información a una amplia audiencia. Hoy, parecer ser más una alocada carrera por conseguir más clicks, más atención gracias al dominio y combinación de extrañas siglas y -últimamente, favorecidos por la esperanza de que cada nuevo chiche tecnológico de moda sea la solución a sus tormentos- apuestas por hacer granjas de contenido y poner obstáculos al acceso a los artículos.

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Oliver Reichenstein usa el ejemplo del transporte aeronáutico. Tal como sucede, sea en caso que usted vuele en clase turista o en bussiness, el resultado es el mismo: siempre se trata de un viaje desde A a B. La diferencia está en la experiencia. Así como sucede en clase business y en clase turista, los sitios de noticias debieran ofrecer el mismo contenido. «La idea es crear un tipo de negocios para las noticias en línea donde no se trate de compra de información, sino de la compra a una mejor experiencia, se trata de servicio y experiencia del cliente».

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Ejemplos, por cierto, ya existen. La reciente ubicuidad de soluciones a-la Readability (Instapaper, Readable, etc) que permiten transformar sitios plagados de banners en preciosos ejemplos minimalistas, o las muy exitosas aplicaciones para iPad como Zite o Flipboard (que si bien aún no tiene modelo de negocio ya ha recibido inyección de capital por 50 millones de USD) parecen darle la razón a la intuición de Reichenstein.

El problema por cierto es determinar el valor, cuánto estaríamos (¿estaríamos?) dispuestos a pagar por ello. Pero el problema fundamental, aterrizando de nuevo en Chile, es nuevamente el supuesto. Tratar de construir un modelo de negocio que consista en ofrecer de pago algo que es posible conseguir gratuitamente es un error del que la industria de la música todavía no logra reponerse. El negocio, así como en el discográfico no parecer ser únicamente la venta de música, no debiera ser la venta de la noticia. Nos enteramos de la muerte de Bin Laden a través de Twitter, no a través de la portada matinal de LUN. Si queremos saber el resultado del partido de fútbol del fin de semana, existen cientos de mejores opciones que recurrir a un sitio pagado.

El supuesto inicial del que debiera hacerse cargo la industria periodística con urgencia -y no sólo en Chile, por cierto- no es el tráfico, es la calidad de sus textos. En un contexto de sobreabundancia, ubicuidad de la información e influencia a través de hipervínculos resulta ridículo pretender montar un modelo de negocio basado en la construcción de obstáculos para el acceso a aquellas cosas que a un click de distancia se ofrecen gratis y muchas veces con mejor calidad. Tal vez, como sugiere el ejemplo de Reichenstein, debieran los medios concentrarse en mejorar el corazón de su negocio (profundidad en el análisis, contenidos originales, periodismo de investigación, etc) y explorar modelos que no se basen en entorpecer el flujo de información, sino en mejorar la experiencia de lectura. Seguro hay quienes preferiríamos pagar por ello.

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