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Al Qaeda: esperando la próxima fatwa

Carlos Basso P
Por : Carlos Basso P Periodista de investigación
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Si Al Zawahiri es electo como nuevo emir, el asunto se pondrá bastante más complejo de lo que ya ha sido, pues es mucho más versado que Bin Laden en materias teológicas y eso lo hace más peligroso.


Más allá del impacto periodístico que causó la declaración pública que el prestigioso organismo de inteligencia privada SITE atribuyó a Al Qaeda, en que el grupo reconoce la muerte de Bin Laden y promete las penas del infierno para los norteamericanos, el principal corpúsculo terrorista del mundo parece un tanto alejado de la ferocidad que se le conoció en épocas pasadas.

En efecto, el espectáculo de la muerte de Bin Laden parece así confirmarlo, pues la imagen que se ha ido dibujando con el paso de los días, de un Bin Laden protegido por un reducido núcleo de allegados, mal armados y que no fueron capaces de resistir, dista mucho de lo que sucedió, por ejemplo, durante la feraz captura de Ramzi Youssef (el autor material del primer atentado contra las Torres Gemelas) y mucho más de la descripción que Jamal Al Fadl (el primer arrepentido del grupo, que prestó declaraciones ante el FBI el 1996) hizo de las impresionantes medidas de seguridad con que Bin Laden contaba en sus primeros años como emir de Al Qaeda, tanto en su refugio original de Afganistán como, luego, en el santuario que se construyó en Jartum (Sudán).

[cita]Si Al Zawahiri es electo como nuevo emir, el asunto se pondrá bastante más complejo de lo que ya ha sido, pues es mucho más versado que Bin Laden en materias teológicas y eso lo hace más peligroso.[/cita]

Ciertamente, luego de los atentados a las Torres Gemelas y los ataques auspiciados por Al Qaeda –pero cometidos por células locales sin relación directa con Bin Laden- en Madrid y Londres, entre el 2004 y el 2005, Al Qaeda se había olvidado un poco de sus enemigos norteamericanos y se había focalizado en conflictos locales, patrocinando a filiales como Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), Al Qaeda de Irak e incluso Al Qaeda Andalusí, y apoyando a grupos de la misma teología (el salafismo takfir), como el Lashkar-e-Taiba (LEK), responsable de los bombazos del 2008 en Bombay. Para muchos, esto era una prueba de que el grupo madre estaba desgastado y apostando sus fichas a traspasar su experticia e ideología a grupúsculos que parecían tener mayores posibilidades de éxito inmediato, pero lo sucedido obviamente cambia radicalmente el escenario.

No obstante, para tener una idea clara de lo que podrá suceder no basta con aterrarse ante la bravata que SITE atribuye a Al Qaeda, pues si bien el salafismo takfir de Al Qaeda ha hecho un uso proverbial de la propaganda, sus acciones no operan sobre la lógica de las amenazas públicas, sino de las fatwas, los decretos religiosos que, insertados en la tradición de la Yihad (literalmente, “esfuerzo especial” en favor del Islam, reconvertido en “guerra santa” por obra y gracia del integrismo extremista) eran en su mayoría emitidas por el finado Bin Laden. Sin embargo, quien las redactaba no era él, sino el más serio aspirante al trono, el hombre más versado en teología del grupo, el egipcio Aymán Al Zawahiri, considerado como el segundo en importancia no porque exista al interior de Al Qaeda una organización piramidal, sino porque él está a cargo del comité más importante de la Shura (el consejo supremo del grupo, una suerte de organismo colegiado donde se adoptan todas las decisiones importantes).

Dentro del exótico mundo del salafismo takfir, Al Zawahiri (quien se formó en la Hermandad Musulmana de Egipto, creó la Yihad Islámica en El Cairo, participó en la muerte de Saddat y luego combatió en Afganistán) es lo que se conoce como un Qaricept; es decir, un hombre capaz de recitar textualmente el Corán y no sólo eso, sino también de interpretarlo (a su amaño, obviamente). Debido a esa calidad, al poco andar de Al Qaeda recayó en él el honor de ser investido como jefe del Comité de Fatwas y Estudios Islámicos de la Shura, comité mucho más importante que el militar, que el de operaciones exteriores (cuyo ex jefe, Khalid Sheik Mohammed, fue quien entregó el nombre del correo de Bin Laden, tras varias sesiones de waterboarding en Guantánamo), que el de Logística y pasaportes y varios otros más.

En otras palabras, Al Zawahiri era quien susurraba al oído de Bin Laden y es el más seguro sucesor. Habrá que ver cómo se desarrolla la lucha por la sucesión para tener una idea más exacta de qué tan fuerte es Al Qaeda, pero es fácil adelantar algo: Si Al Zawahiri es electo como nuevo emir, el asunto se pondrá bastante más complejo de lo que ya ha sido, pues es mucho más versado que Bin Laden en materias teológicas y eso lo hace más peligroso. Es un hábil negociador (fue él quien impulsó en 1993 el acercamiento que Al Qaeda, un grupo integrista, tuvo con Hezbollá, reconocidos fundamentalistas), pero dentro de su campo, el religioso. En síntesis, es un verdadero Torquemada 3.0, para el cual todo está supeditado a la religión, especialmente la Yihad, respecto de la cual el Bin Laden (asesorado por Al Zawahiri) predicaba a sus muyaidines (guerreros sagrados) que posee dos vertientes.

La primera es aquella que se aplicó en Afganistán contra los soviéticos, la Yihad fardh al ein, que se decreta con el fin de combatir a los infieles que han invadido territorio musulmán, por lo cual los demás musulmanes están obligados a acatarla, pero Bin Laden también les explicaba (como lo declaró Jamal Al Fadl y varios otros arrepentidos) que existe la Yihad fardh al khafiya, que es en definitiva el amparo teológico que se encuentra detrás del 11-S, el 11-M, el 7/7 y numerosos otros atentados y complots cometidos en suelo de Europa y Estados Unidos, pues se trata de una Yihad voluntaria, que se perpetra en contra de los infieles en lugares que no son musulmanes y por decisión propia de quien quiera acatar la fatwa que ordene agredirles.

En otras palabras, basta con que tres o cuatro sujetos hiper ideologizados se radicalizen bajando videos de la Yihad en Chechenia, Irak o Afganistán, leyendo los textos de Al Zawahiri o el libro 28 de Ibn al Taymiyya (el creador del salafismo takfir) para que creen una célula -lo que diversos autores han llamado “Al Qaeda 2.0”- que estará dispuesta a atacar en cualquier parte del mundo. Lo normal es que todos los miembros de la célula viajen o intenten viajar a las madrasas o campos de entrenamiento en Pakistán  para obtener cierta experticia en tácticas de explosivo o inteligencia y que, luego, de regreso en sus países adoptivos o natales, ejecuten planes de aniquilación que ni siquiera insumen mucho dinero. Las 52 víctimas inocentes que dejaron los atentados del 7 de Julio de 2005 en Londres costaron ocho mil dólares a los cuatro terroristas encabezados por el profesor de básica Mohammed Sidique Khan, quien utilizó su tarjeta Mastercard para comprar la mayoría de los materiales que se utilizaron en la confección de las mochilas-bomba.

No obstante, como buenos fieles que son, los miembros de las células de la generación 2.0 no actúan impulsivamente o por puro odio. Más allá de que se hiperventilen leyendo las denuncias sobre los niños muertos en Irak, las torturas en Guantánamo o las misérrimas condiciones de vida de los refugiados palestinos en las barriadas cercadas por los tanques israelíes, necesitan un amparo teológico para actuar, una orden suprema –de un emir, ojalá- que valide el incumplimiento de decenas o cientos de las enseñanzas originales del Corán, entre ellas, las que prohíben el suicidio y el asesinato de inocentes.

Eso fue lo que sucedió bastante antes del 11 de septiembre de 2001, cuando Bin Laden emitió una fatwa (a su grupo) autorizando la Yihad fardh al khafiya, cuyo resultado concreto fueron los atentados contra las embajadas norteamericanas en Kenya y Tanzania, el atentado contra el USS Cole, los ataques a las Torres Gemelas e incluso el intento de volar el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles (EE.UU.) en la noche del año nuevo de 1999 a 2000, frustrado por la torpeza del ejecutor material del mismo.

En definitiva, resta aún por saber quién se quedará con el poder y cuál será la fatwa que emitirá (que vendrá, sin duda) y, dependiendo de la fortaleza teológica de ésta,  el resultado puede ser desesperanzador, pues el salafismo takfir se ha extendido por todo el mundo y nuestro continente no está lejano a ello. En cualquier lugar, en Santiago, La Paz, Quito o Caracas, puede surgir una célula 2.0, incluso conformada por jóvenes sin vínculos genéticos con medio oriente, que pueden insuflarse con el discurso takfir y hacer suya una fatwa emitida en alguna remota montaña de Yemén, Afganistán o Pakistán.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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