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Estamos bien

Marcos Vergara
Por : Marcos Vergara Académico Escuela de Salud Pública UCh
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Para garantizar los mínimos que la sociedad desea para sus integrantes, se hace necesario solidarizar por ingresos –entre los que tienen más recursos y los que tienen menos- y solidarizar por riesgos –entre los que necesitan menos y los que necesitan más-.


Los que estamos en ISAPRES –soy un activo cotizante de Colmena Golden Cross con muchos años de afiliación- nos alegramos de los resultados de la encuesta que la Superintendencia de Salud encargó a Adimark. Estamos en el lado correcto. Si estuviéramos en FONASA –dice la encuesta- estaríamos peor. A nadie que se respete en la clase media aspiracional –en plena arena movediza- le gusta ser un perdedor.

Entonces la propaganda desplegada el fin de semana recién pasado por las ISAPRES en toda la prensa nacional, a página completa, al lado derecho de los diarios, nos interpreta. Nos cuentan de los resultados y nos dicen: tranquilo, usted es uno más de los que están mejor. Pero también nos dicen: ¡Cuidado! Hay extremistas que quisieran conculcar su libertad de elección. Es decir, estamos bien –mañana mejor-, estamos tranquilos… pero no tan tranquilos, porque subyacen en oscuros recovecos de la sociedad, entes que quisieran que las cosas cambien.

[cita]Para garantizar los mínimos que la sociedad desea para sus integrantes, se hace necesario solidarizar por ingresos –entre los que tienen más recursos y los que tienen menos- y solidarizar por riesgos –entre los que necesitan menos y los que necesitan más-.[/cita]

Pero ¿cómo se entiende todo esto? El Mercurio editorializa explicándonos en detalle lo que ya la propaganda de las ISAPRES había hecho –entre nos, me recuerda la propaganda china del viejo Mao, no por su estética, sino por su autocomplacencia y su firme convicción- y nos dice, además, que hay quienes –los extremistas- quieren expropiar la cotización: se nos lleva de vuelta a la Unidad Popular. Pero si la cotización en la práctica ya dejó de ser de apropiación individual, toda vez que el proyecto de ley corta remitido por el gobierno al parlamento aplana la curva de riesgos y la des-indexa de los costos individuales. No hay otro modo de satisfacer lo planteado por el Tribunal Constitucional, aún en las interpretaciones más laxas de su conocido fallo.

Por último, para cerrar el asunto se nos recuerda que los encuestados no están interesados en soluciones colectivas, las que –no es difícil imaginar- asociarán a las listas de espera que se despliegan alrededor de los hospitales públicos.

Entonces volvemos al origen del problema. La sociedad –como la experiencia mundial lo indica- suele estar de acuerdo en la idea de que las personas tengan acceso a un consumo de atención médica mínimo, más allá de lo que libremente desearían demandar. A continuación, se busca el modo de asegurar ese consumo para todos, lo que suele estar respaldado por el derecho a la salud que se establece habitualmente en las Constituciones. Entonces surgen los sistemas de seguridad social y las contribuciones del Estado para asegurar que nadie esté desprotegido, porque habrá quienes no contarán con recursos para financiar este mínimo y habrá quienes, por variadas razones, entre otras la edad y el sexo, realizarán consumos muy superiores a otros. Es decir, para garantizar los mínimos que la sociedad desea para sus integrantes, se hace necesario solidarizar por ingresos –entre los que tienen más recursos y los que tienen menos- y solidarizar por riesgos –entre los que necesitan menos y los que necesitan más-. Y esto puede hacerse a través de impuestos generales o a través de impuestos al trabajo, como son las cotizaciones, de menor alcance redistributivo que los primeros. He ahí una discusión.

Sin embargo, lo que es extraño en seguridad social, es obligar a las personas a consumir una porción de su renta en salud y que aquella pierda todo afán redistributivo si se destina a la compra de un seguro privado que, además, les tarifica en función de los riesgos individuales. Una cosa como esa sólo es posible en la certeza de que bajo ella existe una lona –como en el circo- donde los trapecistas podremos caer cuando se nos agote la energía, que se llama FONASA y que ni siquiera en ese momento nos preguntará acerca de nuestros riesgos y de nuestros ingresos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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