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HidroAysén: llegó el apagón político

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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El que pensaba distinto era un “vendido, ladrón, fascista” o un “hippie, eco-terrorista, fundamentalista”. Los términos del diálogo pacífico en Chile están pasando por un mal momento. La ciudadanía empoderada es literalmente la ciudadanía enrabiada. La forma en que se conduce nuestra clase política es apenas un reflejo de lo que nosotros estamos transmitiendo.


La aprobación del polémico megaproyecto de HidroAysén dejó una estela de malas noticias que se extienden más allá de las estrictamente medioambientales. Por supuesto que a nadie le gusta que el patrimonio natural chileno sufra un daño irreparable como el que está a punto de padecer –especialmente cuando a la represa se le agregue el trazado eléctrico-  como tampoco suena bien que los mismos de siempre sigan concentrando, esta vez a través de la oferta energética, el poder económico del país. Pero fue la política la que esta vez hizo el papel más triste. Fallaron, todos, rotundamente. Oficialistas y opositores. Ninguno estuvo a la altura.

Partamos por La Moneda, que sostuvo que “había que respetar la institucionalidad ambiental”, como si esta fuera un canal independiente, una especie de judicatura, un tribunal técnico, un comité de expertos. Falso. La institucionalidad ambiental fue desnudada en su precariedad cuando el Presidente telefoneó a un amigo para pedirle que moviera su central desde Punta de Choros. Escudarse en la “institucionalidad” cuando los que deciden son funcionarios de confianza del Ejecutivo -cuyo ministro del Interior les mandó esa misma mañana un recado directo y al grano-  es burlarse de nuestra inteligencia. Buena o mala, acá se tomó una decisión que finalmente es política, con todas sus letras.

[cita]Sorpresivamente, hoy los parlamentarios de oposición son todos medioambientalistas con la camiseta puesta. Ellos no tuvieron nada que ver en lo que pasó antes del 11 de marzo de 2010. Es cierto: quien dio la aprobación final fue Piñera. Pero sostener, mirando a los ojos, que si hubiéramos elegido distinto en la última presidencial tendríamos otro desenlace es traspasar los límites de la decencia y la honestidad.[/cita]

Exactamente por lo mismo revienta saber que una de las empresas involucradas en el proyecto hizo una cuantiosa donación a una de las organizaciones que dirige la Primera Dama. Nunca he sido amigo de las teorías conspirativas, pero en política no sólo hay que ser sino además parecer. Que el cuñado del Presidente sea asesor del proyecto no tiene importancia alguna. El hombre tiene derecho a trabajar en su rubro. Es lo otro lo impresentable para la transparencia pública: queda la sospecha de una empresa que coimea al gobierno… ¡Justo al gobierno que quiere sacarse el mote de ser el defensor de los empresarios!

Luego, la guinda de la torpeza: la represión de carabineros en vivo y en directo para todo Chile. Como si tuviéramos un gobierno que no sólo lleva adelante iniciativas impopulares sino que además combate en las calles a sus disidentes. Los tribunales sostuvieron que las detenciones habían sido ilegales y todos quedaron en libertad, quitándole piso a la actuación policial. Con estos episodios el ministro Hinzpeter –hasta entonces de correcto desempeño- retrocede varios espacios en la carrera por la sucesión.

En la vereda del frente el panorama no es menos desolador. Es de público conocimiento a estas alturas que la Concertación y sus últimos tres gobiernos promovieron Hidroaysén. Ahí están las frases de Lagos, Frei, Escalona, Bitar, Pérez Yoma, Tokman y otros tantos que se la jugaron por el proyecto. Sorpresivamente, hoy los parlamentarios de oposición son todos medioambientalistas con la camiseta puesta. Ellos no tuvieron nada que ver en lo que pasó antes del 11 de marzo de 2010. Es cierto: quien dio la aprobación final fue Piñera. Pero sostener, mirando a los ojos, que si hubiéramos elegido distinto en la última presidencial tendríamos otro desenlace es traspasar los límites de la decencia y la honestidad.

Por una parte, los entiendo. Ni al más valiente le gusta ser “funado”.  El diputado Alinco, por apoyar el proyecto, se llevó para la casa un saco de garabatos que poco tenían que ver con los argumentos de la discusión. En las redes sociales el nivel de la discusión era de una intolerancia alarmante. El que pensaba distinto era un “vendido, ladrón, fascista” o un “hippie, eco-terrorista, fundamentalista”. Los términos del diálogo pacífico en Chile están pasando por un mal momento. La ciudadanía empoderada es literalmente la ciudadanía enrabiada. La forma en que se conduce nuestra clase política es apenas un reflejo de lo que nosotros estamos transmitiendo.

Lo único positivo, irónicamente, es la luz de esperanza que deja este episodio para los críticos del populismo. Piñera me hizo tragar las palabras de mi última columna y actuó contra lo que las encuestas aconsejaban. Tenía claro que en el corto plazo la ganancia era mayor bloqueando o chuteando Hidroaysén para adelante. Reconociendo que “los gobiernos deben tomar decisiones difíciles”, se la jugó por la alternativa políticamente más riesgosa pero que teóricamente rendirá mejores frutos en el largo plazo. Ojalá –y esto lo digo de todo corazón- sea el Presidente quien esté en lo cierto y la mayoría de los chilenos los que estemos equivocados. Así no nos quedaremos a oscuras como prevén algunos, aunque del apagón político no hay central que nos salve.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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