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Colegio de Abogados: desafíos pendientes

Proclamamos indispensable desterrar la actual noción tecnocrática y economicista del trabajo profesional, y avanzar hacia significados que hermanen la excelencia con el bien común.


La coyuntura de elecciones de Consejo General del Colegio de Abogados resulta propicia para reflexionar lo que se ha hecho en relación al rol que pensamos debe cumplir la instancia gremial que nos asocia.

Ello permite sostener que la gestión del Colegio de Abogados está bastante distante de las exigencias actuales de contar con una instancia gremial sólida, capaz de hacer frente a los desafíos que hoy se plantean a la profesión o, al menos, conducirnos en tal dirección.

Ello no implica desconocer la existencia de oportunas actuaciones en defensa de los intereses de la profesión, tales como el cuestionamiento a la institución del abogado de turno, el debate sobre la calidad de la formación profesional, o el respeto al secreto profesional como una condición esencial del derecho a la defensa en nuestra sociedad. Sin embargo, con todo lo valiosas que pudieran ser, y que de hecho lo son, no alcanzan el desafío de fondo que tiene el Colegio de Abogados. Este permanece indemne, al punto que parece soberbio hablar de ese  desafío como una existencia indudable.

[cita]Proclamamos indispensable desterrar la actual noción tecnocrática y economicista del trabajo profesional, y avanzar hacia significados que hermanen la excelencia con el bien común.[/cita]

Tal situación se explica porque nuestra profesión, y su ejercicio efectivo, no puede concebirse separadamente de la evolución del cuerpo social, al igual que la medicina no puede separarse del cuerpo y la psicología de la condición humana.

De ahí que constatar esta desvinculación, cuya graduación por cierto admite acentos subjetivos, entre la gestión del Colegio y las exigencias de Chile en la actualidad, está en la esencia de lo que es gremial. Más aún en un contexto de un mundo globalizado, que no solo conlleva nuevas incertidumbres sociales, conceptuales y jurídicas, sino que conlleva también la aparición de nuevos umbrales de exigencia profesional a nuestro gremio.

En el orden interno, pensamos, es obligatorio ampliar la colegiatura, con medidas de acción positiva, aranceles diferenciados u otras idóneas que apunten a tal finalidad. Asimismo, se debe promover la participación, a través de Consejos Generales Abiertos y cuenta pública anual a los colegiados.

En lo que concierne al rol del Colegio de Abogados y su vinculación con el devenir profesional y social, se requiere asumir con decisión la responsabilidad de mantener y profundizar un sistema de protección social, duramente fracturada por la desigualdad, lo que supone principalmente asegurar la eficacia de los derechos de las personas, en primer lugar, y en seguida ayudar en la reelaboración de las categorías jurídicas acordes con nuestro tiempo. Para ello es necesario también promover la implementación de un control ético transparente y la creación de una instancia formal destinada a la observación crítica del funcionamiento de los sistemas judiciales.

Desde nuestra vertiente, nos sentimos impulsores de importantes reformas en el Sistema de Administración de Justicia, al tiempo que valoramos sensiblemente que, en la actualidad, el Poder Judicial responda de manera amplia a los requerimientos de una sociedad democrática. Con todo, es evidente que las exigencias son todavía mayores.

Siempre, en el seno del Colegio de Abogados, se han construido  opiniones y puntos de vista sobre el estado y rumbo del país en su conjunto. Hoy no debiera ser diferente. No podemos desentendernos de ciertas carencias de la vida pública que naturalmente nos afectan y respecto a las cuales debemos entregar nuestra visión.

Un país moderno que se orienta por estándares internacionales, no puede dejar de relevar a los Colegios Profesionales como el lugar donde se cuide y fomente «la ética del trabajo bien hecho». Y ese trabajo profesional bien hecho supone como incentivo, no sólo una retribución económica, sino también, y como nutriente fundamental, una nítida compensación cívica que lo dignifique y vincule a la construcción de un país más justo y democrático.

Proclamamos indispensable desterrar la actual noción tecnocrática y economicista del trabajo profesional, y avanzar hacia significados que hermanen la excelencia con el bien común.

El desafío está planteado, el trabajo para acometerlo bien debe ser incluyente e integrador, eso sí, cuidando que tal lógica de trabajo gremial -indispensable para conservar y promover una participación constructiva-, no se traduzca en relajar el escrutinio que hacemos de la gestión de nuestro Colegio.

Al ejercer su derecho a voto en estos días, los abogados deben reflexionar sobre el rol que tiene para ellos  el Colegio de Abogados. Ello servirá como aporte individual a una construcción colectiva que debe ser permanente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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