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Cazados en su propia lógica

Fernando Muñoz Porras
Por : Fernando Muñoz Porras Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile. Miembro del Consejo Asesor para Vacunas e Inmunización del Ministerio de Salud (CAVEI). Presidente de la Sociedad Chilena de Salubridad
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Podremos respirar tranquilos y los carabineros volverán a ser autorizados a usar lacrimógenas porque, si bien pueden matar a una mujer con la capacidad de discernir acerca de participar o no en una marcha, es poco probable que atenten contra la vida del ovulo fecundado que esta anide en su vientre.


Me declaro sorprendido por el titular de primera página del cuerpo C del matutino histórico de Chile, del 18 de mayo  de 2011: “Gobierno suspende uso de lacrimógenas, la medida es temporal mientras se estudia si las bombas dañan la salud, aseguró el Ministro del Interior Rodrigo Hinzpeter”

¿Será necesario recordar a los involucrados en el titular y en la decisión política a la que se refiere, que las bombas, sean estas de ruido, de humo, lacrimógenas, molotov, minas antipersonales, de racimo o nucleares son, por definición, dañinas para la salud?

Como el aserto anterior es obvio, de la obviedad misma, hay que escarbar en el artículo para darse cuenta que el daño a la salud que preocupa a la autoridad, al punto de suspender el uso de una herramienta represiva usada desde hace mucho tiempo y durante gobiernos de signos muy diferentes, no es cualquier daño.

[cita]Podremos respirar tranquilos y los carabineros volverán a ser autorizados a usar lacrimógenas porque, si bien pueden matar a una mujer con la capacidad de discernir acerca de participar o no en una marcha, es poco probable que atenten contra la vida del ovulo fecundado que esta anide en su vientre.[/cita]

No se trata de la eventual muerte de un manifestante asmático que aspire los gases y sufra una crisis irrecuperable, ni tampoco de la perdida de un ojo por parte de una manifestante herida por el envase de la bomba, se trata de ese daño a la salud puesto en la más alta jerarquía por el integrismo conservador. Las lacrimógenas, de acuerdo a un científico universitario, serían abortivas.

Uno se imagina entonces el estupor que debe haber recorrido los pasillos de palacio al constatar que resultaría muy contradictorio que frente a este caso no se actuara con igual diligencia que cuando frente a un riesgo similar (el aborto) que, de acuerdo a científicos católicos también universitarios, podía ser causado por una píldora anticonceptiva de emergencia, las vestiduras se habían rasgado obligando a las mujeres chilenas a esperar durante años la autorización de venta de un fármaco de uso habitual en todo el mundo occidental.

¡No señor! Aquí la lógica es la misma. Si las lacrimógenas pueden ser abortivas, suspendamos su uso hasta que los científicos nos digan si es así o no. El problema es que ahora, igual que frente a la discusión de la píldora, el problema científico va a ser similar. La ciencia puede demostrar que algo causa un determinado efecto, pero no puede demostrar que cualquier “algo” NO causa un determinado efecto porque siempre cabrá la posibilidad de que esa asociación se encuentre en un estudio más grande. Esta que es una discusión para iniciados en las bases del método científico, seguramente será zanjada cuando el gobierno termine creyéndole más a un grupo de científicos que a otro.

Entonces podremos respirar tranquilos y los carabineros volverán a ser autorizados a usar lacrimógenas porque, si bien pueden matar a una mujer con la capacidad de discernir acerca de participar o no en una marcha de protesta, es poco probable que atenten contra la vida del ovulo fecundado que esta anide en su vientre.

Por ahora, y gracias al profesor de apellido impronunciable, podremos protestar el 21 de Mayo frente a palos y guanacos, pero sin llorar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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