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El affaire Strauss-Khan

Carlos Parker
Por : Carlos Parker Instituto Igualdad
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Podemos imaginar que tras estas reuniones, los ministros de finanzas de las naciones visitadas por los bien pagados tecnócratas del FMI deben quedar tan temblorosos, trémulos e impotentes. Ni más ni menos que como debe haber quedado la violentada mucama del hotel neoyorquino.


Hasta justo antes de que Dominique Strauss-Khan (DSK), el ahora renunciado Director Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) cediera a la tentación y diera el mal paso que hoy  le tiene en prisión, el socialista y economista francés se alzaba como el más seguro contendiente de Nicolás Sarkozy y, consiguientemente,  como el más probable vencedor de las próximas elecciones presidenciales francesas.

Ahora DSK está convertido en un cadáver político que apesta y del que todos quieren apartarse para no resultar salpicados por el mayúsculo escándalo en que se encuentra envuelto. La prudente distancia la colocan incluso desde dentro del propio PS francés, formación que había aceptado abrazar su opción a regañadientes, pues nunca habían terminado de aceptarle completamente como uno de los suyos,  dada su muy conocida condición de hedonista, diletante y millonario.

Como se sabe, a DSK se le acusa de haber intentado forzar sexualmente a una mucama de origen africano en la habitación del hotel en que se hospedada en Nueva York. La prensa ha publicado que el ex mandamás del FMI la atacó a mansalva estando desnudo, la retuvo a la fuerza y la encerró en el baño, donde le habría obligado a practicarle sexo oral. Posteriormente abandonó tranquilamente el hotel con rumbo al aeropuerto donde le arrestó la policía, cuando ya estaba  cómodamente sentado en su asiento de primera clase con destino a Paris.

[cita]Podemos imaginar que  tras estas reuniones, los ministros de finanzas de las naciones visitadas por los bien pagados tecnócratas del FMI deben quedar tan temblorosos, trémulos e impotentes. Ni más  ni menos que como debe haber quedado la violentada mucama  del hotel neoyorquino.[/cita]

Hay quienes imaginan y proponen que el caso corresponde a una completa invención. Que se trataría de  una calumnia levantada por distintos intereses, según algunos franceses, según otros  norteamericanos, e  incluso internacionales,   interesados en defenestrarlo del FMI a causa de una supuesta conducta crecientemente díscola al mando del organismo.

Otros analistas optan por levantar la vieja y querida teoría del complot y especulan sobre  una confabulación urdida y perpetrada contra DSK quizás por la izquierda francesa, o tal vez por la derecha,  y hasta posiblemente  por sectores antisemitas.

Según esta proposición, las graves acusaciones, aunque fundadas sobre hechos verídicos, corresponderían sin embargo  a la consecuencia de una trampa que le habrían colocado, y a la que el ex mandamás del FMI  no habría podido dejar de caer redondito, habida cuenta de su conocida, insaciable y desmedida afición por las mujeres en general y por las morenas en particular. Es decir, DSK habría sido empujado a ser víctima de su propia e incontrolable lascivia. Tal y como se condena a sí  mismo un glotón obeso mórbido  ante una torta de chocolate colocada al alcance perfecto de su mano.

La escena del hotel neoyorquino, aquella que  describe con trazos grotescos  a un corpulento hombre blanco tratando de someter sexualmente y por la fuerza a una mujer negra escapada de la pobreza extrema de un país africano,  guarda extraordinarias y simbólicas similitudes con la esencia de la labor del propio FMI y, por lo mismo, nos permite trazar singulares analogías con otras circunstancias menos mundanas.

Tal es el caso de los auténticos operativos de ocupación burocrático-financiera que de tiempo en tiempo y con gran entusiasmo lanzan los inspectores del FMI contras las administraciones de los países más pobres del planeta y otros que lo son tanto, pero que tienen en común estar experimentando penurias financieras.

En estas ocasiones, los enviados de DSK y en nombre de un organismo que viola y agrede  sistemáticamente la autonomía económica y financiera de los  países económicamente más débiles y vulnerables, intentan y las más de las veces consiguen doblegar por completo la voluntad de los ministros de finanzas y comercio de los países sobre los cuales se abalanzan. Una vez conseguido este objetivo, las más de las veces en virtud de amenazas, se les obliga  a aceptar sus prescripciones de políticas y condiciones crediticias leoninas. Todo lo anterior en nombre de un orden internacional  injusto y expoliador, el cual no pocas veces constituye en sí mismo la causa principal de las debacles  que se intentan remediar.

En estas ocasiones los Jefes de Estado y los ministros de economía y finanzas, son tratados por funcionarios anónimos  no como autoridades soberanas, sino como vasallos, por lo que son colocados prácticamente de rodillas, cuando no en otras posiciones todavía más humillantes, si cabe, para luego obligarlos a aceptar el ultimátum que sin falta les propondrá el FMI. Nada importa que quienes colocarán sus firmas en los acuerdos sepan de antemano que los compromisos que suscriben resultarán adversos para los intereses de sus propios países, pues ya se sabe, ante el poder y las razones del FMI y del Banco Mundial no hay quien se resista.

Tal como lo ha señalado Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial y Premio Nobel de Economía 2001, el FMI es en la práctica un instrumento al servicio exclusivo de las grandes economías, el cual actúa sistemáticamente  en desmedro de las más pequeñas, débiles y desguarnecidas, para lo cual sus funcionarios trabajan prescribiendo a diestra y siniestra recetas de fundamento teórico desconocido, pero siempre  consistentes en recortes de gastos, restricciones al crédito, aumento de tasas de interés y un conjunto de medidas concernientes a los llamados equilibrios macroeconómicos. Ajustes  estructurales  que como es bien sabido, tienen como consecuencia primera e inexcusable las restricciones al gasto social, la apertura  unilateral de las economías  a las actividades extranjeras y en síntesis, a provocar mayores penurias y padecimientos a las poblaciones de los países intervenidos. Todo lo anterior, por cierto, en honor y beneficio del robustecimiento del sistema financiera internacional. Es decir,  para la gloria y en mayor enriquecimiento de las grandes potencias económicas mundiales, que son precisamente las que controlan el FMI.

Podemos imaginar que  tras estas reuniones, los ministros de finanzas de las naciones visitadas por los bien pagados tecnócratas del FMI deben quedar tan temblorosos, trémulos e impotentes. Ni más  ni menos que como debe haber quedado la violentada mucama  del hotel neoyorquino.

Con la diferencia de que nunca hasta ahora había pasado que luego de haberse cometido  el crimen,  ocurrió que la policía nacional llegara  al avión que  conducía a los agentes del FMI  a su destino del primer  mundo, con el fin de ponerles las esposas y colocarlos tras las rejas, en nombre de los avasallados, de los humillados  y vilipendiados.

Las alternativas del affaire Strauss-Khan serán esclarecidas y su sucesor como mandamás del FMI será prontamente escogido de entre los candidatos de las principales economías del mundo y sin que las demás naciones que lo integran tengan nada que opinar ni mucho menos que decidir al respecto. Igual como viene ocurriendo fin falta desde la fundación de organismo en 1944.

También es seguro que los socialistas franceses encontrarán  un nuevo candidato que no provenga de las filas de quienes actúan según la divisa “haz lo que digo, no lo que hago”.

Y no cabe dudar que el mundo económico y financiero mundial seguirá girando tal y cual como hasta ahora lo vienes haciendo, para nuestra desgracia.

Si aquello ha de significar que los países pobres sigan siendo violados y abusados  por los más ricos dependerá, como casi siempre, de que impere o no entre nosotros  la voluntad de ejercer la dignidad y la autonomía nacionales. Tanto en cuestiones económicas y financieras como en muchas otras que hace a nuestros respectivos destinos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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