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AVC: la razón de la UDI

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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La UDI tiene el derecho de recordarle al Ejecutivo donde están las prioridades programáticas, pero no tiene poder de veto sobre la agenda legislativa. Si el proyecto de “Acuerdo de Vida en Común” es viable con la mayoría de los votos de RN más aquellos de la oposición, entonces la tienda de Coloma tendrá que aceptar hidalgamente su derrota sin buscar culpas en el equipo político del Presidente.


La molestia que a través de una carta manifestó una treintena de diputados de la UDI frente al aparente interés de La Moneda por sacar adelante el proyecto que regula las uniones de parejas del mismo sexo, es justificada. En efecto, el gremialismo pide volver al ABC de la política: las coaliciones gobiernan en base a las agendas comunes y no a las que difieren. Tal como lo hizo la Concertación durante 20 años. Al conservadurismo le resulta incomprensible que en lugar de salir a vocear los ejes del último 21 de mayo, el jefe de gabinete busque fórmulas con la oposición para aprobar lo que ante sus ojos es el preludio del matrimonio igualitario. En esto, independiente de que estemos a favor o en contra de la iniciativa, la UDI tiene la razón.

Pero esta máxima de gobernar en torno a lo que une y no a lo que divide tiene un límite. La UDI tiene el derecho de recordarle al Ejecutivo donde están las prioridades programáticas, pero no tiene poder de veto sobre la agenda legislativa. Si el proyecto de “Acuerdo de Vida en Común” es viable con la mayoría de los votos de RN más aquellos de la oposición, entonces la tienda de Coloma tendrá que aceptar hidalgamente su derrota sin buscar culpas en el equipo político del Presidente. La Coalición oficialista es capaz de resistir que sus partidos tomen caminos separados en ciertos proyectos que no sean centrales para la identidad del sector. Usando una fórmula que no es nueva en la historia política chilena, la centroderecha debe ser capaz de distinguir las cuestiones cerradas –aquellas donde no puede haber dos opiniones- de las cuestiones abiertas –aquellas donde la diversidad es benigna. La Moneda debe encargarse de jinetear las primeras, no las segundas.

[cita]En diferentes momentos, la UDI fue reacia a la idea de igualar los derechos de los hijos nacidos fuera y dentro del hogar conyugal, a la ley de matrimonio civil que incorporó el divorcio vincular, y al reparto gratuito de anticoncepción de emergencia. La mayoría de los chilenos considera que éstos fueron avances y no retrocesos.[/cita]

Esta estrategia sepulta las esperanzas que algunos todavía tienen de ver un Piñera liberal echando las bases de la “nueva derecha”. Ese es un proyecto que excluye a la UDI. El gremialismo desea ver a Piñera impulsando la agenda social y no perdiendo tiempo en las denominadas batallas valóricas. No es un libreto innovador. Durante los noventa la UDI insistió hasta el cansancio con la tesis de que las reformas políticas no figuraban entre las reales preocupaciones de la gente. Hoy, el diputado Kast repite que nadie lo para en la calle para pedirle uniones civiles sino para preguntarle por salud, seguridad o transporte. Algo de verdad hay en eso. Este tipo de discusiones se amplifican en públicos más informados y con menos carencias materiales. Pero esa no es razón suficiente para sacar el tema de la tabla. Hay asuntos urgentes y hay asuntos importantes. Ambos requieren atención. Por no preocuparnos en su oportunidad de diseñar un sistema político más dinámico y competitivo –en parte gracias a la reticencia derechista- estamos pagando hoy un alto precio en desconfianza ciudadana frente a todo lo que huela a política.

La posición de la UDI no se basa en que sus diputados no sean interceptados en la calle con encendidas peticiones a favor de la causa gay. La razón de la UDI es ideológica, en el mejor sentido del término: no pueden estar cómodos participando de un Gobierno que promueve un cambio relevante a una de las instituciones que más quiere preservar. La misión política de todo grupo conservador es defender los que considera pilares fundamentales de la sociedad, en este caso la noción tradicional de familia. Pedirles que se allanen ante la idea liberal de progreso social es pedirles que traicionen su propia naturaleza.

En diferentes momentos, la UDI fue reacia a la idea de igualar los derechos de los hijos nacidos fuera y dentro del hogar conyugal, a la ley de matrimonio civil que incorporó el divorcio vincular, y al reparto gratuito de anticoncepción de emergencia. La mayoría de los chilenos considera que éstos fueron avances y no retrocesos. Es difícil el papel que le toca jugar a los herederos de Jaime Guzmán. Chile está cambiando y ellos creen que pueden contenerlo, lo que generalmente no queda bien en los libros de historia. Esto, cuidado, no los transforma automáticamente en homofóbicos ni en evangélicos.

Es sano que Chile tenga un partido conservador que dialogue con actores más progresistas. Es sabio que el Gobierno ordene sus prioridades y no meta cuñas en su propio seno. Es patente que Piñera no será el paladín de la derecha liberal. En todo esto la UDI tiene la razón. Lo que es inaceptable es el veto de la discusión al interior de la centroderecha, la inmovilidad forzada del proyecto en arenas legislativas y la falacia de que estos temas a la gente no le importan. Acá, la UDI deja de tenerla.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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