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Acuerdo nacional: Un paso al abismo

Alejandro Führer
Por : Alejandro Führer Sociólogo de la U. de Chile y Magíster en Comunicaciones de la UDP. Coordinador del área estratégica de la Fundación Chile 21.
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Quieren unidad nacional para que la segregación social se perpetúe. Inventan postales  mediáticas de fraternidad para hacer vista gorda a la letra chica. Están en shock con tanta protesta ciudadana y corren a buscar aquello que les reconforta: el atributo de la gobernabilidad a la hora del tecito, después de la batalla pública. Una vez sepultada la nueva forma de gobernar, quieren resucitar la veterana democracia de los acuerdos.

Los “emprendedores” neoliberales y los “pregoneros de la prudencia” (aquellos especialistas en disciplinar voluntades) están asustados y quieren regresar al camino que conocen, ese que logró que nuestro país lidere las desigualdades en el planeta. Una élite ebria de pragmatismo que protagonizó la transición y que paradójicamente hoy se convierte en un obstáculo para profundizar nuestra democracia.

Están alarmados. Todos los botones de pánico se han activado simultáneamente, aquí en Santiago y en muchas ciudades a lo largo del país. Anhelan esa transición sin sobresaltos, con el dictador detrás de los cuarteles cuidando el sello autoritario de la constitución del ochenta. Ahora son devotos del orden, de las calles secas y limpias, una sociedad galvanizada como una tarjeta de navidad.

Ya sea en rechazo a HidroAysén, o a favor de una educación pública de calidad o la defensa urgente de los pueblos indígenas, la gallá está inquieta. Familias completas han transitado por la Alameda junto a la voz destemplada de los jóvenes y las más insolentes frases contra un gobierno incapaz de comprender lo que pasa. Una sumatoria incesante de bronca y malestar destellan, mientras una corriente impredecible de voluntades remecen las bases cimentadas por la transición en los años noventa.

Los diagnósticos son cada vez más sombríos y sofisticados. Están esperanzados que esta moda ecologista se disipe con la primera lluvia del otoño. Mientras tanto llenan los televisores con propaganda y “los avisadores” le recuerdan a los editores periodísticos de la TV abierta quiénes pagan sus ingresos cuando el mes se termina. Una yuxtaposición incesante de publicidad, presiones y mercadeo, lobbystas y asesores, que intensifican gestiones y estrenan exóticas razones para abrazarnos como un país fraterno con desigualdades intensamente abominables.

Algo está a punto de caer, el mercado convertido en la catedral de la sociedad global se debilita en sus cimientos éticos y comienza un murmullo que conmueve y una exclamación que se multiplica en cada esquina de nuestra democracia, aquí y en otras latitudes del planeta. Las estudiantes del Carmela Carvajal imitan irónicamente la marcha militar repitiendo consignas antigubernamentales. Ello, mientras niños y niñas llenan de colores un mural que da la vuelta al mundo en Internet: Patagonia sin represas.

Esta vez el llamado a un gran acuerdo nacional es una invitación al abismo. Un callejón obscuro. Una salida de emergencia que no lleva a ninguna parte. La liturgia soporífera del consenso, que paraliza las voluntades mientras se inflama el conservadurismo.

Anhelan ese espejismo de unidad en un país perfectamente segmentado. Pero esta vez la exaltación de la unidad es un cazabobo. Una trampa comunicacional para detener los cambios que una élite fatigada no comprende y es más, le teme profundamente. La urgencia de la unidad es un somnífero a la vena, una estrategia anestésica para detener una democracia que quiere sacudirse de su camisa de fuerza.

Este lunes mientras los estudiantes estén movilizados en todo el país, los partidos políticos compartirán un almuerzo en La Moneda. Habrá fotografías y declaraciones, muecas y sonrisas forzadas –y otras no tanto- pero lo verdaderamente importante no estará ocurriendo al interior de palacio; afuera una ciudadanía entusiasta estará inaugurando otro momento histórico en nuestra democracia y al abismo de la unidad nacional opondrán el sentido incontenible de la justicia social.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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