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Guerra o paz

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Von Baer no está hecha para la guerra. El senador Chadwick, que suena como probable sucesor, tampoco. Solicitar el recambio en la Secretaría General de Gobierno tiene poco sentido si el asunto se reduce a una cuestión de nombres. Como en el fútbol –como lo hacía Bielsa-, Piñera debe dibujar un sistema de juego antes de elegir a los jugadores.


El senador Frei lo dijo todo. La Concertación rechazó en bloque el reajuste al salario mínimo porque el Gobierno “no estuvo dispuesto a conversar”. Otro revés para el equipo político de La Moneda, que todavía no encuentra la frecuencia adecuada para tratar con la oposición.

Algunos creen que el problema está en la conducción. La UDI ha sido bastante directa en su crítica al ministro Hinzpeter. Otros apuntan a las dificultades que ha tenido la vocera para transmitir los logros de la administración Piñera, enredándose en polémicas donde generalmente no sale bien parada. El problema de Von Baer, en todo caso, dista de ser un asunto de competencias personales. El drama es que La Moneda no ha decidido cómo enfrentar a su adversario.

Como le explicaba Michael Corleone a Tom Hagen al removerlo de su cargo de consiglieri familiar, hay consiglieries adecuados para tiempos de guerra y otros aptos para tiempos de paz. Tom Hagen, hombre de leyes, no era el indicado para organizar la sangrienta venganza de los Corleone. La lógica de la analogía es simple: el Presidente debe decidir si adopta una estrategia agresiva contra la oposición –en cuyo caso corresponde nombrar un vocero frontal capaz de oler la debilidad del rival- o se decanta por la opción de negociar y reeditar la era de los consensos –en cuyo caso se hace necesario un vocero que dialogue hasta caer exhausto sin perder jamás los estribos.

Von Baer no está hecha para la guerra. El senador Chadwick, que suena como probable sucesor, tampoco. Solicitar el recambio en la Secretaría General de Gobierno tiene poco sentido si el asunto se reduce a una cuestión de nombres.

[cita]El Presidente debe decidir si adopta una estrategia agresiva contra la oposición –en cuyo caso corresponde nombrar un vocero frontal capaz de oler la debilidad del rival- o se decanta por la opción de negociar y reeditar la era de los consensos –en cuyo caso se hace necesario un vocero que dialogue hasta caer exhausto sin perder jamás los estribos.[/cita]

Como en el fútbol –como lo hacía Bielsa-, Piñera debe dibujar un sistema de juego antes de elegir a los jugadores. El orden táctico prima por sobre las individualidades. Aunque a veces éstas son desequilibrantes, lo que sucede en el equipo político tiene toda la cara de ser un problema de diseño. La ministra Von Baer ha sido víctima de un esquema que le favorece poco, sin mencionar que tuvo un primer año desgastante gracias a los conflictos de interés del propio Presidente.

El mejor ejemplo de un vocero exitoso en tiempo de paz fue Enrique Correa. Fue capaz de moverse con sagacidad en los tensos años de la transición y tendió puentes inexistentes con el entonces influyente mundo militar. Tanto le quedó gustando que hace poco declaró que Chile debía retomar “la política de los acuerdos”. El mejor ejemplo de un vocero exitoso en tiempo de guerra fue Francisco Vidal. Impecable en la administración Lagos, regresó con la pistola cargada para auxiliar a una complicada Bachelet. Cuando dejó el puesto, la ex Presidenta ya estaba con la popularidad en las nubes. Los voceros de Frei –Rebolledo, Brunner, Arrate y Mladinic- pasaron sin pena ni gloria por el puesto: nunca quedó claro a qué jugaban.

En todo caso, no se trata de una posición particularmente apetecida si lo que se busca es proyección política. Es un oficio donde la lealtad se pone a prueba. Hay que poner el pecho a todas las balas. Las agendas propias demasiado evidentes son incompatibles con una vocería comprometida.

¿Cuáles son las posibilidades del Presidente? Para tiempos de paz, buenos consiglieries serían, además del propio Chadwick, el senador Chahuán y el subsecretario Rodrigo Álvarez. Para tiempos de guerra, tiene de sobra: los ministros Hinzpeter, Matthei y Allamand para empezar. A ninguno le tiritaría la pera al momento de encarar al lento y pesado bloque opositor. Tampoco a Longueira, pero éste amenaza primero con destrozar la convivencia dentro de La Moneda. Carlos Larraín es una alternativa extravagante pero no descabellada. Su retórica florida, contenida y enfocada al objetivo correcto, también puede rayarle la pintura a la Concertación. Es cierto que en varios de estos casos habría que ir a reclutar al Congreso, pero en este asunto la clase política ya perdió el pudor.

La ministra vocera acaba de ser interpelada por parlamentarios de oposición por su nexo familiar con una empresa de venta de semillas, a propósito del debate de una ley relacionada. Aunque la denuncia está fuera de lugar y raya en la bajeza política, Von Baer debió salir a dar explicaciones sobre sí misma. Aunque es aventurado sostener que el episodio la dañó políticamente –puede haber sido inocuo- claramente no salió fortalecida. Su posición es frágil y la responsabilidad primera la tiene Piñera, quien todavía es ambiguo respecto de qué quiere transmitir en ese cargo: guerra o paz.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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