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Una sociedad que no quiere ser libre


Gracias a que en 1981 el Gobierno Militar abrió un espacio de libertad en la enseñanza superior, dictando una ley que permitió crear universidades con sólo depositar sus estatutos en el Ministerio de Educación, hubo una verdadera explosión de oportunidades para todos los chilenos que aspiraban a acceder a la enseñanza de ese nivel y hasta entonces no podían hacerlo. Un pequeño espacio de libertad que dio enormes frutos.

Pero, como ése era un golpe a la mentalidad socialista tradicional –porque Chile fue siempre socialista, incluso desde antes de que existiera el socialismo como doctrina (en la Colonia estaban fijados por el gobierno hasta los precios de los clavos de las herraduras)– los militares, que también sufrían de esa deformación, tuvieron que dar una pincelada socialista a la liberación de la entrada a la actividad de la enseñanza superior que impulsaban los «Chicago Boys» y dispusieron que las universidades debían ser «sin fines de lucro». Una solemne tontería, porque cada persona debe ser libre para resolver si actúa en la vida con o sin fines de lucro y no debería haber ninguna actividad lícita en la cual estuviera prohibido hacer una ganancia por desempeñarla.

Este blog es «sin fines de lucro», pero porque yo quiero que así lo sea. Eso es lo propio de una sociedad libre. Cada cual determina qué va a hacer y por qué motivación.
Si éste fuera realmente un país libre –pues decididamente no lo es en todo el sentido de la palabra– cualquiera debería poder crear una universidad con o sin fines de lucro y el Estado no debería poder meterse a prohibirle ganarse la vida o hacer una fortuna educando a los demás. Pero nuestra sociedad no quiere ser realmente libre y todos, cual más, cual menos, han caído en la tolerancia con la prohibción de que se pueda ganar dinero educando a los demás. Hasta se tolera que haya personas que ganen dinero arrendando su propio cuerpo con fines sexuales, pero no se admite que lo hagan enseñando una profesión, un arte o un oficio dignos.

Pero, como «el mercado (es decir, la libertad personal) es más fuerte», en la práctica no hay ninguna actividad realmente «sin fines de lucro». Pues las organizaciones «sin fines de lucro» no existen. De hecho, ninguna de las universidades sin fines de lucro es tal. En las estatales no hay ganancias, sino enormes pérdidas, porque el «establshment» de cada una es el que lucra, a costa de su sostenedor, el Estado, que corre con las pérdidas. En todas partes toda la gente trata de lucrar a costa del Estado y generalmente se sale con la suya.

Y en las universidades privadas «sin fines de lucro» las ganancias provienen del control de la universidad, por una parte (pues sus fundadores pueden vender aquel control y, si el negocio es bueno, cobrar por él mucho más de lo que pusieron); y, por la otra, provienen de sociedades proveedoras de la universidad, las cuales pueden legalmente tener fines de lucro. Entonces los controladores son también dueños de esas sociedades y así ganan plata.

El epítome de las instituciones «sin fines de lucro» donde todos lucran es el Estado mismo, pues si usted levanta una piedra se encuentra con gente haciendo ganancias pingües a costa del Estado, en todas partes.

Por eso los partidarios de una sociedad libre queremos un Estado pequeño, el mínimo indispensable, para que a los ciudadanos nos pasen lo menos posible por el aro. Además, el Estado no soluciona los problemas, sino que ES el problema (Reagan).

Si nuestra sociedad fuera efectivamnte libre o quisiera serlo, cualquiera podría enseñar libremente a quienes quisieren aprender, en cualquier nivel, pre-básico, básico, medio, técnico o superior. Cualquiera podría organizar la institución de enseñanza respectiva en la forma en que prefiriera hacerlo y debería tener libertad para no cobrar, cobrar barato o cobrar muy caro a los alumnos, y nadie tendría que meterse a controlarlo o prohibirle hacerlo, salvo que faltara a la ley, al orden público o a las buenas costumbres.

Pero esta sociedad en que vivimos no quiere ser libre. Tanto que termina siendo dominada por los peores enemigos de la libertad, que están en el Partido Comunista y que encabezan todas las protestas, las «tomas», los desórdenes y las pérdidas forzadas de horas de clases que tienen lugar en estos días. Y esos promotores del liberticidio hacen dos peticiones fundamentales, que los retratan de cuerpo entero: «no al lucro» y «reforma constitucional» para derogar los preceptos de la Carta Fundamental que garantizan la libertad de enseñanza.

Y el Ministro de Educación los recibe para «negociar» estos atropellos, que serían intolerables en cualquier entorno realmente libre. Y ello es posible porque, en el fondo, vivimos en una sociedad que dice ser libre, pero no quiere serlo, como lo prueba el hecho de que a la primera de cambio se deje conducir, manejar y controlar por los que históricamente han sido, en Chile y el mundo, los enemigos declarados de la libertad de los pueblos.

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