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O inventamos, o erramos

Salvador Muñoz
Por : Salvador Muñoz Cientista Político
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El llamado de Simón Rodríguez, escrito hace más de doscientos años, tiene una actualidad pasmosa. La crisis de los sistemas políticos liberal-representativos ha derivado en una crisis profunda de la política. Los partidos no representan el tejido social del presente. Los ciudadanos se cansaron de ser meros espectadores de la democracia, exigen participar en las decisiones de su país. La institucionalidad vigente ya no puede contener esta crisis.

Paradojalmente, al realizarse el principal objetivo del modelo de democracia gremialista instaurado en Chile por la UDI y la dictadura (privar de actividad política a las grandes mayorías y vaciar políticamente a la sociedad civil y a las organizaciones sociales), su institucionalidad sufre su peor crisis.

Longueira, Chadwick, Novoa y el resto de los Guzmán-boys no entienden por qué está ocurriendo esto. Ellos cumplieron fielmente el papel que tenían que jugar para alejar a la ciudadanía de la política. Aliados a la Concertación, fueron tremendamente efectivos en desmovilizar a las organizaciones sociales, despolitizar a la sociedad civil y tecnificar los espacios político-estatales de esta seudo democracia.

Aún cuando pudiera leerse que la actual desafección de los partidos políticos y de los políticos es una gran victoria del gremialismo, nadie osa plantearlo así. El descontento hacia el sistema político dejó de  traducirse en apatía e indiferencia, y se transforma en lucha por recuperar la soberanía secuestrada. Esto es lo que desconcierta a los gremialistas y a los poliburócratas de la Concertación. Esto es lo que nutre nuestras esperanzas.

No obstante, preocupa el discurso de los nacientes movimientos: niegan y reniegan de la política y los políticos como si estos partidos fuesen la única forma de asociación ciudadana. Como si lo que estamos haciendo no fuese político. Ahí asombra lo profundo que caló la política gremialista. Todo lo que hacemos es política. Los que han ido más lejos han sido los españoles del 15-M. Ellos reivindican la política rescatando el Republicanismo democrático y crean nuevas formas de expresión y de acción.

El actual desafío de la Izquierda es de gran envergadura. Tenemos que interpretar correctamente los cambios que han afectado a Chile en los últimos años, y proponer un proyecto programático adecuado a nuestra realidad. Tenemos que conseguir mayor cohesión entre los múltiples grupos, movimientos y partidos que la componemos. Construir nuevos espacios de acción política que acojan las dinámicas que se manifiestan en nuestra sociedad. Darwin decía de las especies que no son las más fuertes ni las más inteligentes las que sobreviven, sino las más proclives al cambio. Hasta hoy nadie ha podido refutarlo.

¿Por qué los movimientos planetarios que exigen Democracia Real no se identifican con la Izquierda?

Manuel Delgado, -profesor de la Universidad de Barcelona-, confesó en un discurso en la Plaza de Catalunya temer que estas movilizaciones se sumen a una larga lista de movimientos ciudadanistas. Para Delgado, el ciudadanismo genera pequeñas o grandes burbujas de lucidez e impaciencia colectivas, que operan espasmódicamente contra ciertas circunstancias consideradas inaceptables. Hidroaysén y Punta de Choros son buenos ejemplos de aquello.

En estas iniciativas hay ejercicios de apropiación del espacio público que pueden ser espectaculares, que ponen el acento en la creatividad (como hacen hoy nuestros estudiantes) y que toman prestados elementos procedentes de la fiesta popular o de la performance artística. Son movilizaciones derivadas de campañas específicas, para las que pueden establecerse mecanismos e instancias de coordinación provisionales que luego se desactivan, hasta la próxima oportunidad en que nuevos o viejos temas la vuelvan a reactivar poco menos que desde la nada. Cada oportunidad movilizadora crea así una experiencia intensamente vivida, una exaltación en la que las pesadillas cotidianas, -sumisión, dependencia, servilismo-,  se desvanecen por unos momentos o incluso días. Sin embargo, estas movilizaciones pueden limitarse a grandes convulsiones colectivas inspiradas y orientadas por una mera crítica ética del orden económico y político, sin cuestionar el “sistema”. Por consiguiente, afirma Delgado, el problema de estas movilizaciones es que suelen ser efímeras, y se  desvanecen en la nada cuando los medios de comunicación dejan de atenderlas.

¿Cómo potenciar estas nuevas expresiones ciudadanas sin caer en las fallidas utopías del siglo XX, y evitar  al mismo tiempo la  efímera espontaneidad que ha impedido hasta ahora articular las luchas del siglo XXI?

A mi modesto parecer, tenemos que hacernos cargo de todas las críticas que merece la política, y aportar  las  respuestas que le devuelvan toda su pertinencia. Nuestras organizaciones tienen que ser espejos de la sociedad a la que aspiramos. Si no somos capaces de desarrollar radicalmente la democracia en nuestras organizaciones, garantizar la libertad y promover la solidaridad. Si nuestras organizaciones no hacen sino reproducir el sistema imperante, la Izquierda chilena terminará, como la Concertación, en el campo de las derechas. Nuestro proyecto debe apuntar a devolverle a la sociedad el poder de decisión sobre su propio destino.

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