Publicidad

Ha pasado muchas veces


Las circunstancias por las que está atravesando el Gobierno las han enfrentado todos los gobiernos chilenos. La memoria de la gente es frágil y a menudo retiene sólo lo bueno del pasado. Por eso suele creer que los conflictos actuales son más graves que los pretéritos, pero no es así. Y como he visto otras veces antes lo que vemos hoy es que sostengo que, si bien no es bueno para el Gobierno, no es trascendentalmente grave. Y reitero que los desórdenes de días pasados cesarán y quedarán olvidados muy pronto, como ha sucedido muchas veces antes.

Es verdad que una nueva encuesta CERC reafirma algo que se viene gestando hace tiempo: que el gobernante, a un año de su asunción, es el más impopular de los que ha habido desde 1990. Tiene 35 % de apoyo y 53 % de reprobación. ¿Por qué? Dejando de lado los factores imponderables, como carisma, simpatía, credibilidad (o la falta de ellos), hay elementos objetivos:

1) Sebastián Piñera prometió una «nueva forma de gobernar». Pero sólo el 20 % de la gente cree que ella es «mejor»; un 39 % dice que es «igual» y un 37 % la encuentra «peor». Es decir, no tuvo lugar (según la mayoría) el cambio que se le prometió a la gente.

2) Sebastián Piñera prometió muchas cosas buenas para la gente, concretas y simples: fin de la «puerta giratoria», supresión del descuento de 7 % a los jubilados, posnatal de seis meses, mejoría del Transantiago y otras más. Pero, en el hecho, la «puerta giratoria» no dejó de girar. Leemos todos los días que delincuentes aprehendidos, a veces in fraganti, salen libres. El descuento de 7 % resultó ser para algunos jubilados, no para todos. Hay dos quintiles de ellos que quedaron fuera, y dos quintiles representan un 40 % de defraudados. El posnatal resultó no ser es para todas las mujeres y lo recibirá sólo una minoría, pues, de las más pobres, el 72 % no tiene contrato de trabajo y, por tanto, no recibirá posnatal. Pero el candidato Piñera no les había advertido eso. Y la gente que viaja en el Transantiago y en el Metro (deteriorado por el Transantiago) no los encuentra mejor, sino igual, pero más caro. Es decir, para muchos, lo prometido no se cumplió.

3) Apareció cierta inflación, aún baja para los cánones chilenos, pero que castiga más a los pobres, pues han subido los precios de las subsistencias, en las cuales los de menos recursos gastan mayor proporción de su ingreso que los más ricos. La encuesta dice que el 83 % de la gente opina que «los ricos son cada vez más ricos». En el orden material, la expectativa de la gente, de estar mejor en el futuro, ha caído del 43 % a 27 %; y la expectativa de que el país estará mejor ha caído de 35 % a 11%. Todo esto contrasta con las cifras oficiales, que arrojan una perspectiva de crecimiento de más de 6 % para este año y la creación de más de 400 mil empleos. Pero hoy en «El Mercurio» (B 4) se informa que el subempleo (personas que buscan un trabajo de tiempo completo, pero sólo consiguen uno de tiempo parcial) ha aumentado en 21 % en relación al año pasado, en esta misma época.

4) El Gobierno enfrenta el descontento estudiantil ofreciendo mejoramientos cuantiosos para los alumnos, según acaba de anunciar el Presidente. Pero las protestas tienen claramente motivaciones políticas, y no van a cesar por esos anuncios. Basta saber a qué partido pertenecen dos de los principales promotores de las manifestaciones callejeras. Siempre ha sido así: son los mismos, siempre agitan y lo seguirán haciendo. Los anuncios pueden descomprimir, pero no significarán que los comunistas dejen de agitar.

5) Todo eso se ha juntado con el tema de HidroAysén, con la huelga de los subcontratistas de Codelco y con el caso «La Polar», que es el más corrosivo de todos, porque desprestigia a una categoría de personas, los empresarios, muy identificada con el Presidente y su gobierno (un 64 %, en la encuesta, opina que éste es «el gobierno de los empresarios»). No podía ser una mezcla más explosiva, y conste que, cuando se destapó lo de «La Polar», el trabajo de terreno de la encuesta CERC ya se había hecho. Es decir, todo puede ser todavía peor.

Pero las encuestas son «una fotografía del momento», así es que pueden cambiar. Pero aunque nada cambiara, la historia nos enseña que los gobiernos resisten perfectamente la impopularidad. Si hubiera habido encuestas hace sesenta años, el régimen de Gabriel González Videla habría logrado niveles de apoyo bajísimos en 1950, por ejemplo. Por eso, en 1952, ganó su polo opuesto, el general Ibáñez. Y éste, a su vez, cuando en su gobierno se desató la inflación más alta, hasta entonces, de la historia de Chile, debe haber descendido a bajísimos niveles de popularidad. Pero terminó normalmente. Claro que dichos gobiernos no dejaron sucesión política. Pero completaron perfectamente sus períodos. Se necesitó un desbarajuste monumental, intencionado y terminal, como el que provocó Salvador Allende, para que se alterara la normalidad institucional. Pero es casi imposible que un grado de enajenación similar vuelva a hacerse presente a la cabeza de un gobierno chileno.

En conclusión, lo que hoy sucede ha sucedido muchas veces antes y, a la larga, no tendrá trascendencia y quedará tan olvidado como la «revolución de los pingüinos» de cinco años atrás.

El gobierno de Sebastián Piñera continuará gozando de buena salud institucional. Si logrará dejar o no sucesión es otra cosa. Qué les acontecerá a los partidos que lo apoyan, también es otra cosa. Pero nada de ello obstará a la normalidad de la vida interna, por comparación con las características que ella ha tenido históricamente. Como diría un futbolista, «Chile es así».

Publicidad

Tendencias