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Cambio de gabinete: los sospechosos de siempre

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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No nos equivoquemos. Este no es el gobierno de la nueva derecha. Este es el gobierno de la misma Alianza que hizo oposición durante 20 anos y legítimamente ahora conduce los destinos del país. Por eso no es extraño que repliquen las prácticas que durante tanto tiempo criticaron de la Concertación. Al final del día, comparten la misma lógica.


Durante la campaña presidencial, el comando de Sebastián Piñera entendió tarde que uno de los ejes de la discusión estaba en el ítem “renovación de la política”. Mientras en el entorno de Frei se apostaba fuerte por un rostro joven capaz de promediar la antigüedad del candidato, por el otro flanco Marco Enríquez se posicionaba a sí mismo como el portador de las demandas de una nueva generación. Por lo anterior, fueron decenas de promisorios jóvenes y no los avezados dirigentes de la Alianza los que acompañaron a Piñera en la foto de la segunda vuelta.

Al asumir la jefatura de Estado, el entonces Presidente Piñera cumplió su palabra y nombró a varios sub-40 en su gabinete. Ena Von Baer y Felipe Kast, los más emblemáticos. Hoy ya no están en el gobierno. Piñera decidió prescindir de ellos a cambio -indirectamente- del ingreso de dos experimentados senadores de su misma generación.

Una manera de explicar la salida de la nueva camada de la derecha es afirmando que simplemente no dieron el ancho. Les habría faltado la sabiduría política que solo dan los años. Pero es una tesis controvertible. Primero, las torpezas de este gobierno suelen venir desde arriba. No fue Von Baer la que decidió retrasar la venta de Lan, por ejemplo. Segundo, porque otras figuras jóvenes si son reconocidas, como es el caso de Felipe Bulnes que pasa a enfrentar un desafío mayor en Educación. Tercero, porque la confirmación de Hinzpeter en Interior da luces sobre como funciona el sistema… más importante que un desempeño lucido en el cargo es tener espaldas prontas al respaldo. Como en el caso de la efímera patrulla de Expansiva en el gobierno de Bachelet, el hilo se corta siempre por lo más delgado.

[cita]Nadie va a echar mucho de menos a la sangre nueva del gabinete. Menos presencia juvenil -y femenina- pareciera ser un problema secundario para una administración que anda a patadas con el 30% de aprobación. Cambio de timón no hubo.[/cita]

Lo anterior consolida la percepción de que el gobierno de Piñera no es el primero de un nuevo ciclo sino el último del anterior proceso. Si su generación no llegaba al poder después de cuatro intentos democráticos (1989, 1993, 2000, 2006), el 2010 se transformaría para la mayoría en jubilación anticipada. Aquello no ocurrió, y quienes durante tanto tiempo esperaron a la vereda del camino ahora tienen la oportunidad que tanto buscaron. No nos equivoquemos. Este no es el gobierno de la nueva derecha. Este es el gobierno de la misma Alianza que hizo oposición durante 20 anos y legítimamente ahora conduce los destinos del país. Por eso no es extraño que repliquen las prácticas que durante tanto tiempo criticaron de la Concertación. Al final del día, comparten la misma lógica.

No he escuchado a ningún dirigente de centroderecha pedirle disculpas a la Concertación por haberlos fustigado frecuentemente con el cuento de las sillas musicales, aún cuando es evidente que el reciente cambio de gabinete es una sinfonía de enroques. Tampoco he leído que nadie se haya hecho cargo -en la Concertación o la Alianza- de la verdadera caja de Pandora que se abrió cuando Carolina Tohá salió de la Cámara de Diputados para oficiar de vocera de Michelle Bachelet. Piñera ha perfeccionado el procedimiento y no pareciera tener asco alguno en seguir vulnerando la ya distorsionada voluntad ciudadana. La nueva forma de gobernar se parece mucho, demasiado, a la vieja forma de hacerlo. El problema no es solo que las sillas musicales o el reclutamiento en Valparaíso sean malas señales, sino que además son llevadas a cabo justamente por quienes se quejaron hasta el cansancio de estas prácticas cuando fueron oposición. El primer asunto es político, el segundo es moral.

Nadie va a echar mucho de menos a la sangre nueva del gabinete. Menos presencia juvenil -y femenina- pareciera ser un problema secundario para una administración que anda a patadas con el 30% de aprobación. Cambio de timón no hubo. Los que quieren ver en la entrada de Longueira algo similar a lo que ocurre cuando el Mago Valdivia ingresa en los segundos tiempos, tendrán que aceptar que el místico senador gremialista no entra de conductor. Seguirá siendo Rodrigo Hinzpeter -el Luis Jiménez del equipo- el encargado de esa función. Si bien es cierto que Longueira tiene el potencial para desequilibrar en cualquier posición, ni todo su entusiasmo basta para torcer la voluntad del Presidente, la que en esta pasada sacrificó sin ambigüedad a la sangre nueva.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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