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El duro aprendizaje del Gobierno

Cómo no recordar el anuncio del primer gabinete del gobierno y las discusiones que siguieron. A los que reclamábamos que los partidos políticos de la Alianza no estaban representados, altos personeros del Gobierno nos miraban de forma condescendiente y con una sonrisita irónica: “¿A quién le importa?”, “Están los mejores”, nos decían, “La gente votó por el Presidente y él es libre de decidir quién está o no”; “Son el gabinete de más alto nivel profesional en décadas en nuestro país”.


Durante la Segunda Guerra Mundial, la alianza entre norteamericanos e ingleses no siempre fue fácil, pero a pesar de todas las disputas y tensiones que vivieron los aliados para vencer a la Alemania nazi, lograron la victoria final. En dicho contexto, Winston Churchill, el primer ministro inglés, señaló que admiraba a los norteamericanos porque siempre hacían lo correcto, después de intentar todas las otras soluciones.

Lo mismo se puede decir del Gobierno; después de un duro aprendizaje, de intentar varias fórmulas fallidas de organización, ha logrado configurar un real Gobierno de la Alianza. Después de intentar todas las otras posibles soluciones, hemos llegado a la fórmula que cimenta las bases para hacer un gran gobierno.

¿Cómo ha sido este proceso?  Un aprendizaje duro, pero necesario. Un gobierno de personas inteligentes (por tanto, sin mucha capacidad de escuchar) necesariamente sólo podía aprender de una forma: a porrazos.

Cómo no recordar el anuncio del primer gabinete del gobierno y las discusiones que siguieron. A los que reclamábamos que los partidos políticos de la Alianza no estaban representados, altos personeros del Gobierno nos miraban de forma condescendiente y con una sonrisita irónica: “¿A quién le importa?”, “Están los mejores”, nos decían, “La gente votó por el Presidente y él es libre de decidir quién está o no”; “Son el gabinete de más alto nivel profesional en décadas en nuestro país”; “Por favor, no sean ‘pequeños’, que si este es de la UDI o RN, “¡no empecemos con eso !”… Y lo que es peor, esas respuestas sólo las teníamos cuando los ministros se dignaban a contestar el teléfono a esos despreciables dirigentes “políticos” (poniendo una expresión similar a los políticos de izquierda cuando hablan de “lucro”).

[cita]Cómo no recordar a esos ministros que no tomaban en cuenta a los parlamentarios de la Alianza y se iban derecho a conversar con Escalona o Girardi y señalaban contentos los “buenos lazos” que estaban forjando con ellos. Hasta que esos lazos se midieron en el primero encontrón político… y los acribillaron. Esos ministros  miraban con los ojos en blanco y con cara de incógnita. “Pero, ¡¿qué pasó?! Yo pensaba que éramos amigos”, y volvían con el rabo entre las piernas a conversar con los parlamentarios de la Alianza.[/cita]

Bueno, ahora la preocupación del nuevo gabinete es que los partidos políticos se sientan representados. Después de un año y medio de porrazos, el Gobierno entendió. ¡Bien por el Gobierno!

Qué decir cuando se enviaban proyectos de ley al Congreso. Los ministros evitaban expresamente contarle a los parlamentarios de la Alianza los proyectos y su contenido. “¿Para qué? -cuestionaban-, si técnicamente están perfectos”. Claro, los habían escrito ellos mismos con un equipo “de primer nivel”.

Equipos de “primer nivel” a quienes los agricultores de la zona central se referían con sendas pancartas en la protesta de Chillán, donde se podía leer: “Hasta cuándo la agricultura la manejan los mocosos del segundo piso”. No lo digo yo, sólo estoy repitiendo el texto de un cartel, que se podía ver en la marcha de los agricultores ocurrida hace poco tiempo (pero como siempre la sabiduría popular tiene mucho de sabia).

Cuando los parlamentarios reclamaban que se enteraban por el diario de los proyectos que se enviaban, no faltó el ministro del equipo político que pretendía zanjar la discusión diciendo “son proyectos del Gobierno”, como si eso bastara para apoyarlos. Para qué hablar de ese ministro que había presentado un importante proyecto de ley y cuando se le pidió que lo explicara en el almuerzo de bancada de la UDI (donde está un tercio de la Cámara de Diputados), dijo que “rapidito” porque tenía otras reuniones. Ha pasado más de un año y ese importante proyecto todavía no es ley.

Sin embargo, hemos aprendido…. a porrazos, pero hemos aprendido. Hoy, los ministros intentan hacer partícipes a los parlamentarios de gobierno de las iniciativas antes de enviarlas, de socializarlas, de buscar apoyos políticos.

Qué decir también respecto de aquellos asesores que le decían al Presidente que debía dar una imagen “de centro”, que había que despegarse de la UDI (tan extrema) y acercarse más a la DC y a la Concertación, pensando que en política 2+2 siempre es 4. ¡Como si el gobierno fuera a convencer a Camilo Escalona por lo técnicamente bueno y noble de un proyecto!

¿Qué ocurrió? Se vio en el proyecto del AVC. “Busquemos apoyos transversales”, decían desde La Moneda, lo cual es muy bueno siempre y cuando primero se hayan obtenido los apoyos propios. ¿Y qué ocurrió? 35 diputados de la UDI redactaron una durísima carta por no respetar un principio fundamental en una alianza política: primero conversemos con el vecino, después crucemos la calle. Eso sólo se aprende cuando uno está en ese verdadero circo romano que muchas veces es la política, no con “expertos” académicos o “destacados asesores del mundo privado”, no.

Pero bueno,  a punta de porrazos se aprende y hoy el Gobierno y sus ministros se dan cuenta que a quienes primero necesitan tener a su lado es a la Alianza por Chile, porque sólo ellos estarán siempre, en las buenas y en las malas.

Cómo no recordar a esos ministros que no tomaban en cuenta a los parlamentarios de la Alianza y se iban derecho a conversar con Escalona o Girardi y señalaban contentos los “buenos lazos” que estaban forjando con ellos. Hasta que esos lazos se midieron en el primero encontrón político… y los acribillaron. Esos ministros  miraban con los ojos en blanco y con cara de incógnita. “Pero, ¡¿qué pasó?! Yo pensaba que éramos amigos”, y volvían con el rabo entre las piernas a conversar con los parlamentarios de la Alianza, muchos de los cuales no eran sus amigos, pero en los que siempre descubrían (después de ese verdadero “engaño de amor”) que, al final del día, eran los únicos que los defenderían en las buenas y en las malas (para ser sinceros no en todas las malas, pero sí en la gran mayoría).

Las alianzas y lealtades políticas tienen muchos elementos, no sólo ideológicos, sino de relaciones personales, de historias comunes, de rencillas, de bajezas y también de ideas altruistas, en fin, es la actividad más cercana a la vida misma.

¿Qué hablar de la opinión pública? “Siempre es manejable”, “Debemos tener mucho impacto mediático”, decían importantes ministros del gobierno; “Lo estamos haciendo súper bien, miren las encuestas”, nos mostraban algunos secretarios de Estado para luego decirnos: “Tienen que sumarse a este verdadero avión a chorro, sino se van a quedar abajo, así que no critiquen más y súbanse calladitos al  carro de la victoria”.

Bueno, otra gran lección: un Gobierno no puede basar su fortaleza en las encuestas; la opinión pública no es predecible, si en un momento se tiene 60% de aprobación en pocos meses se puede tener 30% (como ha ocurrido). Además, la gente no es tan manipulable con grandes anuncios y “la letra chica” fue un mensaje que la Concertación logró imponer con bastante éxito.

Por tanto, hemos aprendido que ser popular no basta, que intentar manejar a la opinión pública en base a puros anuncios “de titulares” no basta y hoy lo hacemos distinto. El proyecto que elimina o reduce el 7% que pagan los jubilados por salud refleja que hemos aprendido que la opinión pública no es tonta; aunque a veces tenga reacciones demasiado emocionales o de corto plazo, en la tendencia, la gente pocas veces se equivoca y, por eso, pese a sus múltiples defectos, la democracia es siempre el sistema más sabio de gobierno.

En fin, hemos aprendido a porrazos y es bueno reconocerlo. Así, en este momento y por los aprendizajes hechos, en esta etapa en que el Gobierno marca sus peores resultados de apoyo en las encuestas, es cuando estamos mejor parados: la lección fue aprendida y se han realizado los cambios necesarios, por lo que -estoy seguro- ahora vamos a mejorar.

Como diría Winston Churchill, estamos haciendo lo correcto, después de intentar todas las otras posibilidades.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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