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Cómo cambiar la Constitución: deliberación y protesta

Fernando Muñoz
Por : Fernando Muñoz Doctor en Derecho, Universidad de Yale. Profesor de la Universidad Austral. Editor de http://www.redseca.cl
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Otra opción es que, de acuerdo a lo ya dicho, la ciudadanía persuada a la derecha de la conveniencia de cambiar la Constitución, o bien que la derecha se vea en la necesidad de negociar dicha reforma aún cuando no esté convencida. Por esto, la deliberación pública y la protesta social son fundamentales en este momento. Es de esperar que no se detengan.


La demanda popular por una nueva Constitución se ha tomado la discusión pública de la mano de las protestas estudiantiles. Ahora bien, dado que esta demanda hasta el momento ha estado estructurada únicamente por la espontaneidad característica del movimiento de masas, ella no ha logrado transformarse en una propuesta acabada que explique mediante qué mecanismos políticos o jurídicos crear esta nueva Constitución.

En una anterior columna intenté darle articulación a dicha demanda planteándole metas de carácter electoral desde una perspectiva estrictamente jurídica. Las reacciones a dicha columna me han sugerido la necesidad de contextualizar dichos planteamientos mediante una consideración sobre los procesos de toma de decisiones colectivas.

¿Qué hacer cuando frente a un mismo asunto existen varias preferencias y se hace necesario optar por una sola de ellas? ¿Qué hacer, por ejemplo, si hay varios aspirantes a desempeñar la Presidencia que cuentan con respaldo social? ¿Cómo resolver si legalizamos el divorcio, el aborto, o el matrimonio entre personas del mismo sexo? En todos estos casos existen distintas alternativas cuyos partidarios pretenden que sus respectivas preferencias primen por sobre las demás. En todos ellos, por lo tanto, estamos frente a decisiones que afectarán a todos los integrantes de la colectividad. Dichas decisiones colectivas se diferencian, por lo tanto, de las decisiones individuales; en ellas, tal como tiende a ocurrir con respecto a la decisión de qué oficio o profesión desempeñar o en qué barrio vivir, nadie está interesado en que los demás se guíen por su preferencia individual.

[cita]Otra opción es que, de acuerdo a lo ya dicho, la ciudadanía persuada a la derecha de la conveniencia de cambiar la Constitución, o bien que la derecha se vea en la necesidad de negociar dicha reforma aún cuando no esté convencida. Por esto, la deliberación pública y la protesta social son fundamentales en este momento. Es de esperar que no se detengan.[/cita]

Existen tres mecanismos mediante los cuales los grupos humanos toman decisiones colectivas: la persuasión, la negociación, y la votación. Desde luego, ellos tienden a combinarse en la vida real. Así, en las contiendas presidenciales hay negociaciones entre distintos grupos políticos a fin de llevar un candidato común; dichos grupos intentan convencer a la ciudadanía de los méritos de dicha persona y de su programa; y, finalmente, los ciudadanos concurren a las urnas a fin de resolver mediante una votación quién se queda con dicho cargo. Asimismo el divorcio, el aborto, y el matrimonio entre personas del mismo sexo son tema de discusión entre los ciudadanos; diversas posiciones frente a dichos temas son objeto de negociación y acuerdo entre los grupos parlamentarios; y finalmente la votación en sala de diputados y senadores resuelve qué postura prevalecerá.

La pregunta es, entonces, ¿cómo persuadir y qué negociar a fin de que, mediante los procedimientos electorales previstos en la Constitución, podamos reemplazar nuestra Constitución?

Respecto a la persuasión, cabe observar que la deliberación pública se ha transformado en el espacio en el que los partidarios de una nueva Constitución intentan persuadir al resto de la ciudadanía de las bondades de esta demanda. Cuentan con dos argumentos: el derecho de todo pueblo a darse sus propias leyes en consonancia con la soberanía popular que, mal que mal, nuestra propia Constitución reconoce; y el divorcio o distancia existente entre el sentir popular y los contenidos constitucionales. Comparto estos esfuerzos, si bien me parece que ocasionalmente algunos de ellos confunden las razones para cambiar la Constitución con los mecanismos para ello, que son únicamente los establecidos por la propia Constitución. Lo único que puedo agregar es que me gustaría saber si alguien ha intentado persuadir directamente a los diputados y senadores de RN y de la UDI, que son quienes tienen la llave electoral para cambiar la Constitución.

Respecto a la negociación, cabe observar que la protesta social se ha transformado en el factor que podría desencadenar una negociación orientada a reemplazar la actual Constitución por una nueva. La aprobación del Presidente y de los partidos políticos de gobierno y de oposición ha caído a niveles insospechadamente bajos. Esto se debe en gran medida a la protesta social desencadenada en torno a diversos temas: Punta de Choros, HidroAysén, el matrimonio igualitario, y principalmente la educación. A ello se suma el descrédito en que han caído las autoridades de gobierno debido a sus reiterados conflictos de interés en muchos de estos temas. La crisis de legitimidad de nuestras instituciones y de credibilidad de quienes las encabezan es un grave problema. El principal afectado de ambas crisis es el Presidente de la República, quien simboliza y encarna ambos problemas y cuya aprobación baja y baja cada día. ¿Cómo saldremos de este escenario de crisis? ¿A la de la Rúa, con el Presidente huyendo en helicóptero? Una alternativa más republicana y visionaria sería que el Presidente negocie con actores sociales socialmente legitimados, desde la Confech hasta el Movilh, y con los partidos políticos de oposición y gobierno, una pronta reforma a la Constitución para que sea posible convocar a una asamblea constituyente. A menos, claro está, que Piñera esté entusiasmado con la idea de escapar de La Moneda piloteando su propio helicóptero; en cuyo caso le deseamos recuerde llenar el estanque antes de partir.

Recordemos, por último, que en materia de votación la Constitución nos exige contar con dos tercios de los senadores y diputados en ejercicio a fin de aprobar una reforma constitucional que establezca la posibilidad de convocar una asamblea constitucional y validar sus resultados mediante un plebiscito. Para ello hay dos alternativas. La primera es que en las próximas elecciones parlamentarias haya un gran acuerdo electoral y programático entre todos los sectores de la ciudadanía, los grupos sociales, y los sectores políticos que deseen cambiar la Constitución; acuerdo que obtenga veinte doblajes de diputados y doce de senadores, a fin de que dicha reforma no necesite los votos de los senadores de derecha que seguirán en sus escaños hasta el 2018. Otra opción es que, de acuerdo a lo ya dicho, la ciudadanía persuada a la derecha de la conveniencia de cambiar la Constitución, o bien que la derecha se vea en la necesidad de negociar dicha reforma aún cuando no esté convencida. Por esto, la deliberación pública y la protesta social son fundamentales en este momento. Es de esperar que no se detengan.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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