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La derecha y su problema intelectual

Por: Ignacio Moya Arriagada, Magíster en Filosofía


Señor Director:

La derecha chilena tiene un serio problema intelectual que le impide comprender la naturaleza de las demandas sociales que hoy enfrenta el país. Por eso no han podido ofrecer una solución interesante, viable y satisfactoria a las demandas de los estudiantes. Si no se comprende el problema, no se puede solucionar -y ellos no lo comprenden.

Para darle contexto a esta encrucijada en la que se encuentra el gobierno, es importante entender que no existe una sola derecha internacional que esté unida por principios filosóficos. Es cierto que todas las derechas del mundo tienen cosas en común: se oponen a los impuestos y la redistribución de la riqueza y creen que el Capitalismo es el mejor sistema económico que existe. Pero las diferencias que tienen son mayores que los puntos que los unen y corresponden a la visión que se tiene de la relación entre un individuo y otro, y por extensión, la de estos con el Estado. Las derechas políticas del mundo -en particular la derecha estadounidense- tienen una fuerte y sólida base filosófica que sustenta sus visiones de país. Pero la derecha chilena carece de una base intelectual con la cual uno puede conversar. No hay nada allí.

Es en esta diferencia donde radica la razón de por qué la derecha en Chile se ve incapaz de gobernar el país. Para entender esto, volvamos al ejemplo estadounidense. En ese país la derecha tiene una larga y muy interesante tradición filosófica. Desde sus orígenes, los estadounidenses han tenido una aversión al Estado. Pero esta aversión no es ni antojadiza ni mezquina. Más bien está motivada por una muy definida visión del ser humano. El ser humano, dicen, es un ser racionalista, libre y esencialmente individual. Es un ser atomizado que sólo posteriormente entra en un contrato social con otras personas para asegurar una convivencia pacifica. El Estado no está allí para redistribuir riqueza o entregar servicios públicos (salvo los más esenciales). Esto es lo que le permite a alguien como Ron Paul (pre-candidato Republicano) creer que EE.UU. no debe invadir otros países, que hay que rebajar el gasto en defensa, legalizar el consumo de drogas y permitir que los homosexuales se casen. Difícil que la derecha chilena apoye medidas como estas porque ellos no buscan avanzar una visión filosófica del ser humano, sino más bien buscan defender un sistema de castas sociales con el fin de resguardar sus privilegios. En teoría, entonces, para los norteamericanos el Estado no existe para proteger intereses de clase. Aunque en la práctica así funcione, al menos sus ideas se basan sobre una visión metafísica del ser humano y no sobre intereses particulares.

Mientras en EE.UU. la derecha se opone a, por ejemplo, un sistema de salud universal y gratuita sobre la base de sus principios filosóficos (y lo dicen abiertamente), en Chile los argumentos que la derecha tiene para oponerse a un Estado activista siempre se presentan en términos económicos y técnicos. Debido a que la derecha chilena nació esencialmente para defender privilegios de clase y no visiones metafísicas del ser humano, ha carecido históricamente de argumentos trascendentales.

Por eso sólo pueden acudir a argumentos utilitaristas. Esto se exacerbó bajo Pinochet cuando los Chicago Boys intentaron reducir la conducción del país a un problema técnico, apto sólo para gerentes. Entonces, cuando la derecha gobierna y se enfrenta a demandas sociales que nos exigen un alto grado de introspección y nos obliga a cuestionarnos qué tipo de país queremos construir, se quedan sin herramientas. El problema que Chile enfrenta hoy es un problema filosófico, no es un problema económico ni técnico. Y como nuestra derecha no tiene sustento filosófico se hallan totalmente incapaces de dialogar con el resto del país.

Ignacio Moya Arriagada
Magíster en Filosofía

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