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Café con malicia

José Luis Ugarte
Por : José Luis Ugarte Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales
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La noticia, en todo caso, no es la filosofía antisindical de la empresa. Sino la potente sanción que ha recibido en este rincón del mundo por los Tribunales del Trabajo –el segundo de Santiago- que acaba de condenar a Starbucks por diversas conductas ilegales.


El café es de buen sabor. Los locales son amplios y acogedores. De hecho, todo es justo: el comercio con los productores -agricultores del tercer mundo- y el trato con el cliente –que es con la mejor onda y con programada confianza-.

Además, casi todo es orgánico y reciclable.

Se respira algo así como una buena onda chic. De hecho, los trabajadores no se llaman trabajadores, sino partners y a los clientes se los tutea por sus nombres –“disfruta tu café, bernardita”- y cosas por ese estilo.

En fin, el mundo creado por Howard Schultz –el CEO y  líder de Starbucks- es perfecto.

Salvo por un detalle: no se admiten sindicatos.

¿Es compatible ese mundo perfecto – se preguntó un día Schultz-  con la imagen de trabajadores protestando por mejores remuneraciones y exigiendo que su colación consista en algo más que dos cafés diarios?

En absoluto, pensó el líder. De hecho, la filosofía de este emprendedor en el punto es elocuente: “el manejo benévolo gerencial debería hacer a los sindicatos superfluos”, y  sus partners deberían creer “en sus corazones que la administración confía en ellos y los trata con respeto” y “que bajo mi liderazgo, los empleados se darían cuenta que yo escucharía sus preocupaciones. Si tuviesen fe en mi y mis motivaciones, no necesitarían un sindicato

Como se ve, todo un poema a la filosofía empresarial sin sindicatos.

De hecho, el sabor amargo de esa filosofía la probarían rápidamente los trabajadores de la empresa en Chile.  Y no nos referimos al hecho de que los trabajadores exigían cosas tan básicas como que sus sueldos se reajustaran de acuerdo el IPC o que la colación incluyera algo más de 2 cafés diarios. Ni tampoco que los trabajadores ganan comisiones de “tercer mundo” a pesar de que el café tiene precio del primero.

[cita]La formula la del éxito es sencilla y ya muy conocida: vender una imagen de una empresa de valores espirituales –la buena onda en todos los niveles: comercio justo, respeto medioambiental y cosas por el estilo- con liderazgos carismáticos de tinte religioso – el dueño es un líder que se ha inventado una filosofía: “si tuviesen fe en mi y mis motivaciones, no necesitarían un sindicato”-.[/cita]

Nada de eso. Esa filosofía se plasmaría en las sostenidas prácticas ilegales que dicha empresa ejecutaría contra el sindicato desde que sus miembros dejaron de ser partners y comenzaron a comportarse como lo que son: trabajadores exigiendo mejores salarios y condiciones laborales.

La noticia, en todo caso, no es la filosofía antisindical de la empresa. Sino la potente sanción que ha recibido en este rincón del mundo por los Tribunales del Trabajo –el segundo de Santiago-  que acaba de condenar a Starbucks por diversas conductas ilegales:

Primero, “porque la denunciada Starbucks Coffee Chile S.A. ha ejercido actos de amedrentamiento o fuerza moral en los trabajadores durante el proceso de negociación colectiva”. Después, por haber incurrido varios de sus gerentes de distrito “en prácticas abusivas de su facultades para dificultar o hacer imposible la negociación colectiva”.  

Y por último, “por haber incurrido en conductas discriminatorias al negar el ascenso al personal sindicalizado”.

Lo mejor de todo. La justicia obliga a Starbucks a reeducar a sus gerentes en la filosofía inversa: la de los sindicatos y la negociación colectiva.  Y el fallo dice textual que la empresa debe “enviar a todos sus trabajadores una comunicación escrita, en la que deje constancia: a) Que Starbucks S.A. se compromete a respetar la libertad sindical de sus trabajadores, b) Que, en consecuencia, pueden afiliarse al sindicato demandante y participar en la negociación colectiva, todos los trabajadores con contrato vigente en la empresa, incluidos sus supervisores y jefes; y c) Que el hecho de afiliarse al sindicato y negociar colectivamente no tendrá consecuencias negativas de ninguna naturaleza durante la vigencia del contrato, ni en sus remuneraciones, ni posibilidades de capacitación, ascensos y desarrollo personal en la prestación de sus servicios”.

Nada de lo sucedido es, en todo caso, novedoso. Starbucks es la clásica empresa multinacional que se inventa una filosofía a la medida, llena de retóricas intenciones y declaraciones redundantes sobre su “visión del mundo”.

La formula la del éxito es sencilla y ya muy conocida: vender una imagen de una empresa de valores espirituales –la buena onda en todos los niveles: comercio justo, respeto medioambiental y cosas por el estilo- con liderazgos carismáticos de tinte religioso – el dueño es un líder que se ha inventado una filosofía: “si tuviesen fe en mi y mis motivaciones, no necesitarían un sindicato”-.

En rigor, puro marketing.

Detrás de tanta palabrería es resultado es casi siempre el mismo: un café con malicia para los trabajadores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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