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El entretiempo político de La Moneda

La semana que se inicia se presenta difícil para el gobierno. Si bien el accidente aéreo ocurrido en Juan Fernández abrió un entretiempo que alivió la presión de los conflictos sociales, el gobierno no parece haber capitalizado ni logrado cambiar significativamente el escenario.


La semana que se inicia se presenta difícil para el gobierno. Si bien el accidente aéreo ocurrido en Juan Fernández abrió un entretiempo que alivió la presión de los conflictos sociales, el gobierno no parece haber capitalizado ese tiempo, no logró cambiar significativamente el escenario sino solo enlentecerlo, y sigue sin tomar la iniciativa política.

Las conversaciones iniciadas con los estudiantes y los titubeos que pareció experimentar la dirección estudiantil ante la invitación presidencial a La Moneda no se tradujo en una ventaja política y lentamente estos han vuelto a complicar al Ejecutivo. Quizás sin la misma fuerza de hace un par de semanas pero con una habilidad que deja en evidencia la falta de consenso gubernamental sobre la estrategia a seguir. Sobre todo en cuanto a si prevalecerá una negociación en sede política o si se hará, proyectos de ley por medio, en el parlamento.

Tanto el accidente de Juan Fernández como la muerte del ex canciller Gabriel Valdés Subercaseux fueron aprovechados por el gobierno para hacer sentidos llamados a la unidad nacional. Sin embargo, la baja aceptación ciudadana que rodea al gobierno pone un énfasis de excepticismo sobre la sinceridad de tales palabras.

[cita]La semana que se inicia se presenta difícil para el gobierno. Si bien el accidente aéreo ocurrido en Juan Fernández abrió un entretiempo que alivió la presión de los conflictos sociales, el gobierno no parece haber capitalizado ni logrado cambiar significativamente el escenario.[/cita]

El mencionado accidente activó una emoción nacional masiva, algo cada vez más frecuente desde el 27 de febrero del año pasado. Ya antes se produjo con los hechos derivados del sismo, con motivo del rescate de los mineros de Atacama, y también ahora, de manera fundamental, además, por el vínculo de afecto colectivo de la ciudadanía con el animador de TV Felipe Camiroaga, muerto en ese accidente.

Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en años anteriores, los hechos emotivos y de solidaridad rápidamente derivan a consideraciones de política pública y a exigencias de transparencia y responsabilidad por parte de la ciudadanía. Reconstrucción y sistemas de emergencia en el caso del terremoto; fiscalización y prevención de condiciones laborales en el caso de los mineros; y,  ahora, una exigencia de evaluar las responsabilidades políticas por el aislamiento del archipiélago, y de las técnicas  que competen a la Dirección General de Aeronáutica Civil, DGAC, y a la propia FACH.

Parece pertinente resaltar que esa explosión emotiva derivada a exigencias políticas se da en medio de una fuerte demanda social por diversos temas que parecieran indicar una atmósfera social enervada respecto de la política. Entre esos otros temas, la calidad y gratuidad de la educación, las coberturas y tarifas de la salud, las exigencias ciudadanas en materia de medioambiente, la estabilidad laboral, y muchas otras, parecen indicar que el vínculo entre emociones y demandas no ocurre en un vacío o en la neutralidad frente al sistema político.

Las frecuentes denuncias públicas sobre los abusos a que son sometidos los ciudadanos por parte de las empresas, ya sea por posiciones monopólicas o simples fraudes legales como el caso de La Polar, han ayudado a crear la convicción doctrinaria en la ciudadanía de que están en situaciones límites frente a los abusos del poder económico o la indiferencia del poder político.

Por lo mismo, junto con enfrentar los temas reales, no solo el gobierno sino la política en general, debieran ser cuidadosos de no exacerbar el uso de imágenes y mensajes hacia la ciudadanía, en torno a hechos como el accidente de Juan Fernández, la muerte de próceres políticos o las Fiestas Patrias,  buscando colar subtextos políticos favorables a una normalidad y unidad que debe provenir de actos y reformas concretas.

Tampoco parece sensato que tras cada desgracia que deba enfrentar un país de geografía frágil y débil capacidad para prever o gestionar emergencias y crisis como es Chile, aparezca un candidato a presidente que, suponen algunos asesores, puede aumentar su rating público en ancas de la conmoción ciudadana. Tal trivialización de las funciones políticas, especialmente las ministeriales, tarde o temprano ha de pasarle la cuenta a una democracia que pierde, día a día, autoridad, legitimidad y credibilidad en su ejercicio.

Por lo tanto, fuera del alivio temporal de la crisis, y los días de fiestas patrias, sería conveniente que la política, con el gobierno a la cabeza, se hiciera cargo de la pesada agenda que ha comenzado, una vez más a acumularse.

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