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La verdad debe salir a flote por dolorosa y cruel que resulte

Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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¿Con qué derecho el general Maximiliano Larraechea -vocero de la FACH- golpea la mesa para enrostrarnos que «después vendrá el momento para buscar y señalar culpables?» Como si alguien fuera a aceptar que no es posible seguir buscando los restos del accidente y, al mismo tiempo, investigar las responsabilidades que pueda haber en esta tragedia.


Es difícil escribir desde la pena y la rabia. Pero esos sentimientos que surgieron la tarde del viernes 2 cuando desaparecieron los 21 que viajaban a Juan Fernández, se niegan a aplacarse. Por el contrario, cual vientos arrachados cambian de uno a otro, variando bruscamente su intensidad para hacernos tambalear.

Pena y rabia ante el misterio de la vida que en momentos como éste deja sin aliento, por más que la fe consuele a los creyentes. ¿Acaso el incendio que hace unos meses dejó a Felipe Camiroaga sin sus recuerdos de la vida era en realidad un preparativo para dejarlo ligero de equipaje antes de la partida?

Pena y rabia por la sensación de que el accidente pudo evitarse. Percepción que a medida que pasan los días se va transformando en convicción.

[cita]¿Con qué derecho el general Maximiliano Larraechea -vocero de la FACH- golpea la mesa para enrostrarnos que “después vendrá el momento para buscar y señalar culpables”? Como si alguien fuera a aceptar que no es posible seguir buscando los restos del accidente y, al mismo tiempo, investigar las responsabilidades que pueda haber en esta tragedia.[/cita]

Pena y rabia por ese vacío doloroso que dejan los que se fueron abruptamente sin alcanzar a prepararnos para vivir sin ellos, sin que pudiéramos darles un abrazo de despedida. ¡Qué voluntad divina puede querer llevarse a los padres o a la madre de unos niños pequeños, al empresario que dejó su negocio para dedicarse a servir, al amigo de todos que cada mañana nos inyectaba optimismo para empezar otro día, a un grupo selecto enfocado hacia los otros y no hacia sí mismos!

Pena y rabia frente a la impotencia de esos cuerpos queridos que se niegan a volver. Quizás quieran quedarse en ese paraíso que amaban o en ese mar que en cada puesta de sol y en cada tormenta nos recuerda nuestra infinita fragilidad.

Pena y rabia al escuchar voces que se refieren a la teniente Carolina Fernández, cargando un eventual error a su condición de mujer. Nunca antes había oído mencionar la masculinidad del piloto ante un accidente aéreo. Sin embargo, hoy el género surge traicionero como una de las variables a analizar al buscar las causas de la tragedia. Por cierto, hay consenso en torno a la excelente calidad profesional de la teniente Fernández. No podría ser de otro modo, sin destacar entre sus compañeros, una mujer jamás habría podido sentarse en la cabina de un avión de guerra.

Más rabia que pena, cuando se agrede con autoritarismo y triquiñuelas la sensibilidad y la sensatez del país que sufre. ¿Con qué derecho el general Maximiliano Larraechea -vocero de la FACH- golpea la mesa para enrostrarnos que “después vendrá el momento para buscar y señalar culpables”? Como si alguien fuera a aceptar que no es posible seguir buscando con esmero los restos del accidente y, al mismo tiempo, investigar las responsabilidades que pueda haber en esta tragedia. Como si hubiera que conformarse sin cuestionamientos que los 21 partieron –la mayoría sin saberlo- a un viaje de alto riesgo, que si no podía aterrizar sería inevitablemente sin retorno.

Ni los golpes en la mesa, ni el tono soberbio, pueden ocultar que entre el viernes 2 y el martes 6, al avión que capotó en Juan Fernández podía volar una hora más. El general Jorge Rojas -comandante en jefe de la FACH- fue muy claro la noche del viernes. El avión tenía “un plan de vuelo de 2 horas y media” y “una autonomía total de 3 horas 40 minutos”. Precisó que pasado ese tiempo, se asumió que el avión ya no tenía más tiempo de vuelo, es decir, carecía de combustible para mantenerse en el aire. Sin embargo, cuatro días después, la FACH desmiente tales afirmaciones y asegura que la autonomía de vuelo era de 4 horas 40 minutos. No se explica, entonces, por qué se le dio por siniestrado una hora antes que se acabara el combustible. Más aún, el general Larraechea declara categórico que “no estamos ante un problema de combustible ni del viento”. Habrá que ver si la investigación del ministro en visita, Juan Cristóbal Mena, llega a la misma conclusión.

Todo indica que el presidente de la Corte Marcial no tendrá una tarea fácil. Probablemente no hay una causa única de la tragedia y tampoco un solo responsable. La  pena y la rabia que muchos sentimos sólo podrán aplacarse con una investigación exhaustiva, capaz de garantizar que la verdad salga a flote por dolorosa y cruel que resulte.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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