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La invitación de Carolina

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Tiene razón el PPD en su diagnóstico. La Concertación debe morir para dar paso a otra cosa. Aquellos que se aferran a ella demuestran su incapacidad para crear algo nuevo y le hacen un flaco favor al recambio de la política chilena.


Para producir cambios hay que generar tensión. Eso fue lo que hizo Carolina Tohá y la directiva del PPD al promover la superación de la Concertación y la ampliación de la coalición hacia otros actores políticos y sociales. Las reacciones del timonel DC Ignacio Walker, respaldado por su aliado PS Osvaldo Andrade, son testimonio de la resistencia que genera el cambio.

Ahora bien, Tohá no estaba esperando resultados inmediatos. Es demasiado inteligente como para haber creído que sus socios aceptarían incondicionalmente la invitación del documento “Convergencia Opositora”. ¿Con qué objetivo habrían de regalarle un triunfo político al partido que más arriesga las cuotas de poder distribuidas en la Concertación? Sin duda, Tohá debió anticipar el chaparrón. Pero aun así, consideró que valía la pena sacar a sus pares de la comodidad.

Tiene razón el PPD en su diagnóstico central. La Concertación debe morir para dar paso a otra cosa. Aquellos que se aferran a ella demuestran su incapacidad para crear algo nuevo, con todas las incertidumbres y oportunidades que todo proceso fundacional conlleva. Los que se aferran a ella le hacen un flaco favor al recambio de las elites y en general a la política chilena.

Pero el proyecto parece estar cruzado de contradicciones. Por cierto, la más importante no es que la nueva coalición se apellide “opositora”. Quedarse en ese detalle refleja una vez más el corto alcance del debate en Chile.

[cita]Tiene razón el PPD en su diagnóstico. La Concertación debe morir para dar paso a otra cosa. Aquellos que se aferran a ella demuestran su incapacidad para crear algo nuevo y le hacen un flaco favor al recambio de la política chilena.[/cita]

Las contradicciones relevantes están en tres frentes. Primero, a nivel ideológico y programático. De la invitación de Tohá se desprende un giro a la izquierda. Es un llamado a recomponer lazos con el marquismo, el comunismo y los movimientos sociales que auspician un cambio en el modelo político y económico. Es otra expresión de la victoria final de los autoflagelantes. En este escenario, pedirle a la Falange de Walker que sonría en la foto es por lo menos iluso. El mundo liberal concertacionista tampoco parece estar convocado. Ninguna de estas pérdidas, en todo caso, resulta muy dramática para el Girardismo.

La segunda contradicción apunta a las formas y los estilos de hacer política. Tohá apela a cambiar los códigos a través de los cuáles la dirigencia se relaciona con la militancia y la ciudadanía. Eso implica estar dispuestos a ceder parcelas de influencia que nadie entrega de manera gratuita. Pero más importante aún, implica desconocer el modus operandi que mantuvo robusta a la coalición mientras estuvo en el poder. Las redes clientelares son parte del tejido nervioso de la Concertación. La incapacidad del actual gobierno para anticipar, monitorear y contener las movilizaciones sociales le da toda la razón a quienes defendían la existencia de operadores políticos, verdaderos intermediadores entre la política y los estudiantes, trabajadores y gremios.

La tercera contradicción se radica en la escasa renovación de figuras capaces de liderar el novel proyecto. Incluso aquellos que se presentan como representantes de la nueva generación hacen gala del mismo lenguaje confrontacional, cargado de resentimientos y premunido de los viejos prejuicios que se escucharon en otro tiempo. Por otra parte, que los partidos le hayan encargado al líder del PS echar las bases de la refundación resulta al menos incoherente en este contexto de demandas oxigenadoras.

En síntesis, la tensión generada por la propuesta de Tohá superó los umbrales de tolerancia de las llamadas fuerzas conservadoras de la Concertación –aunque ellos prefieren denominarse “el eje histórico”- y lo más probable es que disminuya a niveles productivos arrojando resultados bastante más modestos: un cambio de marca, arreglos cosméticos, un partidito invitado para hacer como que la coalición creció. En cualquier otra aventura hay mucho que perder.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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